Eusebio Sacristán
«Últimamente me siento mejor, ha aparecido la alegría. Y esto... ¡Guau! ¡Qué cambio!»Secciones
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Eusebio Sacristán
«Últimamente me siento mejor, ha aparecido la alegría. Y esto... ¡Guau! ¡Qué cambio!»Entonces sonó a maldición, a mal augurio. «Todos seremos personas con discapacidad en algún momento de nuestras vidas», decía Manuel Fernández, entonces presidente de Fundación Personas, en una charla en Rioseco. Resultó que era una certeza. Un simple esguince te altera un tiempo la vida. ... Una enfermedad. Una operación. El simple paso de los años. Eusebio Sacristán llega a la cita a paso ligero. Tras la entrevista, se marcha a Barcelona, donde tiene una agenda apretada. Un día normal si la entrevista hubiera sido hace 21 años, en la temporada de su retirada.
Pero no.
Eusebio viene del logopeda, como cada día. Aceptar la entrevista ha sido, de entrada, un síntoma de que ya hay luz. De que, como dirá, ha empezado a «recuperar la felicidad». Hace veinte años, junto a un puñado de amigos, puso en marcha la Fundación Eusebio Sacristán, que trabaja con niños con discapacidad en una labor de inclusión a través del deporte. Poco podía pensar que él sería un compañero de juego más en su etapa vital más difícil. «Cuando acaba el fútbol, para los jugadores es duro, porque tienes una vida corta y de repente tienes una vida por delante. Estás muy ilusionado con ser futbolista, juegas durante unos años y se cumple el objetivo que tú querías desde niño, dedicar tu vida a ser futbolista. Acababa de cumplir 38 años y en mi cabeza empezaba a pensar 'a partir de ahora, ¿qué voy a hacer con mi vida?'».
Eusebio Sacristán
Ser entrenador era su primer objetivo, pero le faltaba un año para sacarse el carné. Piensa en crear escuelas de fútbol en los pueblos de la provincia para que la chavalería viva lo mismo que él vivía cuando pateaba el balón en La Seca. «En ese momento conocí a Pedro Crespo, que había estado entrenando en el Real Valladolid, y la idea que le transmití le gustó. Y empezamos a ver la posibilidad de hacer todo esto dentro de una Fundación. Además tengo a Juan Carlos, One, Alberto, Torres Gómez… Compañeros del Real Valladolid y de mi historia de los sitios donde he estado jugando, como Juan Carlos, en todas mis etapas como jugador».
Juan Carlos está presente durante una parte de la conversación. Incluso le presta las palabras cuando Eusebio necesita un apoyo. Porque aún está, como él dice, «en el proceso». «En el camino». Los suyos siempre están. De hecho, el proyecto de la Fundación recayó en los demás mientras Eusebio emigraba a otras ciudades para seguir su sueño de entrenador. «Me fui los primeros años a Barcelona como ayudante de Rijkaard. Y a partir de ahí el fichaje por el Celta de Vigo, luego el Barcelona B, la Real Sociedad, el Girona…».
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Mientras tanto, la Fundación crece y pule sus objetivos. «Empezamos a hacer las escuelas, conectando con los ayuntamientos de los sitios donde íbamos a hacerlas, dedicadas a todos los niños que iban a poder estar juntos, a tener la facilidad de poder formar parte de nuestra escuela. Iban a poder acceder a ella todos los niños de cualquier condición y discapacidad. Y tuvimos la ventaja de que muchos padres comenzaron a estar contentos con nosotros por cómo se lo pasaban sus hijos cada vez que venían a nuestras escuelas», recuerda Eusebio.
El 30 de diciembre de 2020, una caída le provoca un coágulo en el cerebro y pasa diez días en coma inducido.
Y empieza la nueva vida de Eusebio Sacristán.
Una vida silenciosa. Teñida de negro. «En todo ese tiempo estaba muy… con una mente en mi cuerpo muy… apagado. Muy preocupado. Uff. Y esto lo tenía continuamente en mi cabeza. Entonces… Yo pensaba. ¿Y qué hago y qué voy a poder hacer, si no se me ocurre nada? Alguien me decía 'irá mejorando'. Uff. Bueno. Ojalá. Pero yo no sé si va a mejorar o no va a mejorar y me voy a quedar así. Toda mi vida con este problema grave». Tenía a Tere, su hermana, a sus amigos, a su familia. Pero se aisló. «Para mí ha sido difícil el tiempo en el que, aunque tenía a mi familia, tenía mis amigos, no podía hablar con nadie. Solamente escuchar un rato a una persona, escucho y normalmente no te puedo contestar. Entonces, sí, tenía mucha familia, pero dejaba a mis amistades en el punto en que se quedasen con la idea de cómo habíamos sido. Hemos sido amigos, me acuerdo de Eusebio, he tenido esa relación con él, y tengo esa idea. Pues ya está. Porque ahora iba a ser una idea diferente. Yo ahora no iba a poder ser una persona que te ofreciese nada. Solamente escucharte lo que me vas diciendo. Pero no te puedo contestar. No podía decir nada».
Hay trabajo, claro. «Mucho», insisten todos en su entorno. Logopeda, optometrista, ejercicios con el ordenador. Un deportista de elite no iba a escatimar esfuerzos. Y un apoyo imprevisto. Los niños que acuden a la Fundación a hacer deporte. «Di en una situación que al principio la vivía estando muy apartado, de estar en casa, de no tener relación con los demás, porque las palabras no me salían. Y estaba en Valladolid, ¿qué puedo hacer? Tenemos la Fundación, un grupo de niños y puedo ir a estar con ellos todos los días de la semana. Y a poder compartir con ellos lo que yo he tenido de niño y de mayor y lo que más he desarrollado, el fútbol y tener el balón. Los niños me veían, igual incluso tenían mi camiseta, ponía mi nombre, pero ellos… Ah, este es Eusebio Sacristán. Vale. Vamos a jugar al deporte, vamos a pasarlo bien. Venían a jugar».
Eusebio
Y jugaba. De los rondos de Cruyff, que admiraba la facilidad con la que Eusebio pensaba sobre el césped, a los rondos con niños que le incluyeron como uno más. «Iban allí, yo me ponía alrededor pasándoles el balón, me lo pasaban a mí, yo se lo pasaba a ellos y estábamos haciendo todos lo que nos gustaba, lo que nos hacía felices y sin tener un contacto diferente. Somos personas. Yo una persona mayor y ellos unas personas jóvenes. Y estábamos compartiendo una actividad».
Poco a poco apareció en Eusebio ese sentimiento que se llama resiliencia. «Como no podía relacionarme con los demás, había mucho tiempo que estaba en mi cabeza pensando en cosas que me supusieran estar lo más tranquilo posible. Y empecé a pensar un poco en mi vida. En cómo había sido mi vida. Me di cuenta de que mi vida había sido un éxito. Había una cosa que había pasado en mi vida. Que los objetivos que tenía los había cumplido. Los había conseguido».
Eusebio
Y se dio cuenta de que tenía un nuevo objetivo. «Quería ser futbolista y lo conseguí. Quería ganar títulos y lo conseguí. Quería ser entrenador y lo conseguí. Si he conseguido todo en mi vida, las cosas que he pensado en mi mente, ¿qué tengo que hacer ahora que estoy en este proceso tan complicado, tan difícil, tan duro? Quiero volver a tener los objetivos y las mentalidades que tuve durante mi vida. Me quiero recuperar. Quiero conseguir tener conversación y relacionarme y tener una conversación y poder hablar con los demás».
Aún rebusca palabras. Aún utiliza algunas muletillas que le sirven para hilar el discurso. Aún pelea por volver a ser. Pero el momento en el que el boxeador se levanta de la lona y cambia el curso del combate ya ha pasado. «Últimamente en los últimos meses me he ido sintiendo mejor, he ido creciendo y he llegado a una forma en la que ya me aparece la alegría en mi cuerpo. Y esto… ¡Guau, qué cambio! Un cambio, para mí, alegre, importante».
Un cambio que trae nuevos horizontes. O como diría Eusebio, objetivos. «Estoy en ese camino de que en estas circunstancias me hacen estar bien y hay veces que empiezo a pensar que, si me estoy recuperando como lo estoy haciendo, puedo empezar a pensar en alguna cosa más. Y claro, a mí lo que más me gusta es el fútbol. Lo que más me ha gustado es jugar al fútbol y entrenar. Bueno. Está en mi vida. Está en mi mente. ¿Sabes? Está apareciendo. Está apareciendo».
Y los ojos le brillan como cuando habla entusiasmado de su Fundación y de los chavales. «Seguiré con ello y ya me hace sentir bien. Feliz. En estos momentos, la felicidad ha aparecido en mi mente. Qué bien. Qué contento».
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