![«Es muy triste saber que estuvo diez días muerto en su casa y que nadie lo supiera»](https://s2.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/202208/30/media/cortadas/faisan3-kKtD-U170110556912300C-1248x770@El%20Norte.jpg)
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Su madre falleció en el verano de 2017 y su padre, en octubre de 2018. Desde entonces, Pablo Miranda Escaño vivía solo en el segundo piso del número 17 de la calle Faisán, en el barrio de Pajarillos. Y así fue hasta que este lunes, cuando un vecino del mismo bloque se percató del mal olor que «le entraba hasta en su propia vivienda». En su interior se hallaba Pablo, jubilado de 66 años, sin vida.
«El vecino (inquilino de un tercero y que conocía a la víctima de saludarse en las escaleras) que dio la alarma me llamó para decirme qué hacíamos. Llevaba dos días comentando que entraba un fuerte olor y que parecía que llegaba desde el segundo y hasta el hijo de este vecino dijo que 'olía a muerto'. Además, veía muchas moscas alrededor del balcón. Le dije que llamara a la Policía Nacional de inmediato y luego ya se conoció el fatal desenlace», incide una propietaria de las de toda la vida, al igual que los padres de Pablo, en la puerta del portal.
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Tras el aviso, Policía Municipal y Nacional se personaron en «escasos minutos» en la calle Faisán y ante la imposibilidad de acceder por la puerta, precisaron de la ayuda de los Bomberos de Valladolid para entrar por una de las ventanas, las mismas que un día después permanecían abiertas. Fue en ese momento, sobre las 21:20 horas, cuando se confirmó la muerte de Pablo, a pesar de que esta le llegó hace diez días. El revuelo generado en la calle alertó a todos los vecinos, anonadados al preguntarse qué había sucedido hasta la llegada del forense. «No nos esperamos este desenlace. Nos hemos enterado cuando hemos visto tanto despliegue policial, pobre hombre», agregaban en ese momento las personas que se acercaron hasta el número 17.
«Debía llevar muerto desde el 19 de agosto y nadie se dio cuenta. Es muy triste saber que ha estado todo ese tiempo ahí hasta la llamada de un inquilino del edificio. Es que tenía familia», explica entristecida la vecina del bloque a una conocida del barrio.
Pablo Miranda, con dos hijos y tres hermanos (uno de ellos vive cerca de la calle Faisán) era conocido en el barrio. «Madrugaba todos los días y bajaba a la calle. Iba muy arreglado siempre, aunque precisaba de una bombona de oxígeno. Se le veía en el bar cercano a su casa casi siempre», añaden.
Precisamente, en el local hostelero, este martes, también se recordaba a Pablo. «Se sentaba siempre en la esquina más cercana a la ventana o en el banco exterior donde solía fumarse algún cigarrillo. Allí debatía o hasta discutía de política y de 'su' Real Madrid. Siempre estaba con lo mismo», agregaban un día después de conocer el fatal desenlace de Pablo varios clientes del bar Peñalabra.
Un espacio que será difícil de ocupar, a pesar de que este martes esa misma silla y ese mismo banco estaban ya 'usurpados' por otros clientes.
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