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Son las seis de la mañana y Santiago Villaverde ya está listo para ir a trabajar. Sale de su casa y, desde Pinar de Jalón, emprende la primera parte del trayecto que le lleva a su empleo. Coge el coche, conduce, y lo aparca en ... una plaza que tiene alquilada en un garaje de la calle de Panaderos. Desde allí, completa la primera parte del recorrido cuando llega a la estación Campo Grande de Valladolid, donde se monta en el tren de las 6:23 horas. Llega a Madrid y ahora coge el cercanías en dirección Getafe. Son las ocho de la mañana cuando Santiago llega a su puesto de trabajo. Y así, desde hace más de diez años.
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«Por mi empresa es mi única opción. No tienen una sede más cercana. Irte a vivir a Madrid o cerca de la capital es algo que te planteas, pero entran en juego más factores. No estás tú solo, tendrías que mudarte con la familia o dejar atrás la calidad de vida que hay en Valladolid. Son factores que inclinan mucho la balanza hacia un lado u otro», explica. En su caso, acabó venciendo el de quedarse en la capital vallisoletana, de donde es natural. La idea de cambiar de ciudad rondó por su cabeza, pero gracias a los descuentos en el transporte parece que la decisión está más asentada. «Después de tantos años haciendo el trayecto, el abono es una gran ayuda económica y eso, para alguien que tiene que coger el tren cada día», comenta este trabajador. En su caso, explica, el cambio se cuantifica en que antes gastaba en trayectos unos 600 euros cada 40 días, mientras que ahora el gasto es la mitad. «Con esos números se nota una barbaridad», apunta.
Apenas unos kilómetros separaban hace dos meses a Elisa Cuadrado de su puesto de trabajo. Empleada en la construcción, su rutina consistía en coger el coche o el transporte público y prepararse para un trayecto de una hora. Entonces vivía en Madrid, en el barrio de Las Tablas. Ahora, tarda una media hora más en llegar hasta su empleo. ¿La diferencia? Desde hace un mes vive a pocos minutos de la Plaza Mayor de Valladolid. «Somos mi marido, mi hijo de tres años y yo. Dijimos, o ahora o nunca. Y vinimos», relata. Vallisoletanos de nacimiento, marcharon hace nueve años a la capital por trabajo, pero parecía que todavía seguían en algún punto de la provincia. «Al llegar me encontré con una excompañera del trabajo, también con más gente que conocía de mis años en Valladolid y que ahora vivían con nosotros en el mismo barrio en Madrid. Teníamos unos vecinos de Salamanca, cuando les dijimos que volvíamos se morían de la envidia», cuenta Cuadrado.
Volver a Valladolid era algo que tenían en mente desde hace tiempo, pero la posibilidad todavía no se había presentado. Todo cambió cuando su marido encontró otro empleo y comenzó en un puesto que le permitía teletrabajar tres días a la semana, algo que ella ya hacía en su trabajo. «Ahora sí podíamos volver a casa», recuerda. La rutina poco ha cambiado desde que han vuelto a la capital vallisoletana, se despiertan a una hora similar para ir a trabajar -coge el tren de las 7:27 horas- y regresan algo más tarde. «En la calidad de vida. Ahí está la diferencia. En Madrid había días que tardaba cuatro horas en ir y volver del trabajo a casa y eso no lo quería. Aquí tengo la estación de tren a doce minutos andando. Tengo a mi familia y amigos, que también nos pueden echar un cable con nuestro hijo. Ahora todo es más fácil», concreta.
El teletrabajo permite al matrimonio compaginar sus horarios. Él trabaja de manera presencial los martes y jueves, ella los lunes y viernes. «Si no fuera por los abonos, todavía viviríamos en Madrid. Sin el descuento sería como pagar dos alquileres. Son casi 400 euros de ahorro al mes en transporte, porque ahora tampoco usamos el coche como antes. En general, estamos gastando más o menos lo mismo que allí, pero lo que gano en calidad de vida es mejor que si perdiera 200 euros. La verdad que es una medida que fomenta que la gente se quede y que puedan volver», comenta. Otro de los ámbitos donde notarán un cambio a partir de septiembre es en el colegio de su hijo. De nuevo, las distancias. «En hora punta, llevar al niño al cole eran 20 minutos en coche. En unas semanas empieza las clases en un centro que tenemos a 12 minutos caminando. Aquí, si quiero, no necesito conducir», explica Cuadrado.
Del proceso de matriculación de su hijo, esta vallisoletana explica que mientras que en Valladolid no han tenido problema de plazas, en Madrid era difícil encontrar un colegio cercano con hueco disponible. «Nosotros también queríamos venir para que él tuviera una mejor calidad de vida», matiza. Por el momento, y un mes y medio después de volver a Valladolid, Cuadrado asegura que volver a su ciudad natal ha sido un acierto. «En Madrid hay mucha gente de la comunidad que quiere volver a Castilla y León. Nosotros no nos arrepentimos para nada», culmina.
De cara al futuro incierto de los abonos, que se mantendrán hasta el 31 de diciembre de 2023, Villaverde destaca los beneficios que le han otorgado. «Renfe tiene que ser consciente de que la mayoría de los usos son en trenes laborales, es una idea que tiene que cristalizar. Antes había bonos, pero a veces era difícil gastarlos antes de que caducaran. La ayuda de la Junta también es un gran avance para conseguirlo. Al final, Madrid es una aspiradora de empleo, y mucha gente de Valladolid trabaja allí. Estas también son medidas para afianzar y traer población», relata. Que los descuentos se utilizan es algo que este vallisoletano comprueba cada día. «El primer tren de la mañana es uno que cada vez está más congestionado. Hay mucho funcionario que entra a las ocho a trabajar y también se ve a muchas personas del ejército», resume.
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Su situación contrasta mucho con la de sus colegas de trabajo, no por la rutina, sino por los fines de semana. «Aquí en Valladolid te da tiempo a hacer de todo. Puedes quedar con unos amigos a tomar algo y también pasar tiempo con tu familia. Allí me cuentan mis compañeros su fin de semana y es hacer kilómetros con el coche. Uno de ellos una vez hizo 300 porque tenía que llevar a su hija a un cumpleaños en Alcala de Henares, luego recogerla y hacer algún recado entre medias. No se puede comparar con la vida que tenemos aquí. Se dice siempre que Madrid es solo para los madrileños», cuenta. De vuelta a casa un día más tras finalizar su jornada laboral, Villaverde se sube en el tren de las 18:45 horas en Chamartín-Clara Campoamor. Hace más de doce horas que salió de su casa, donde llega un poco más tarde de las ocho. Mañana, tocará hacer el camino otra vez.
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