En la panadería Vitín, en la acera de los pares de la calle Hospital Militar, junto al cine Broadway, se sobresaltaron cuando entró Luis Hernández. Con el abrigo puesto y en zapatillas, este cliente de toda la vida se asomó al interior y pidió ayuda. « ... Avisa a mi hija, que me ha dejado la ambulancia aquí», dijo. A sus 88 años, acababa de recibir el alta tras unos días ingresado en el Río Hortega por culpa del covid. Su esposa, también contagiada, aún sigue allí. «Me conoció perfectamente», dice Rafa, el panadero, «y me dio el número de su hija». Estaba lúcido, por tanto, y eso es algo que concuerda con la versión ofrecida por los técnicos sanitarios de Ambuibérica a Sacyl. «Estaba lúcido en todos los sentidos y presentaba movilidad. Y él mismo fue el que insistió en que le dieran la bolsa de las pertenencias y que subía él hasta su casa», es la contestación ofrecida desde el servicio de prensa del Río Hortega.
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Puede que cuando llegó la ambulancia a su destino estuviera ya cansado y con ganas de bajar. Le habían dado el alta a las 12:35. Como el almuerzo se sirve a las 13 horas, comió en el hospital. Después le bajaron para coger el transporte sanitario colectivo, una ambulancia «en la que viajaron seis pacientes hasta sus casas», añade Sacyl. «El vehículo contaba con dos profesionales. Un conductor y un técnico más. Y partió desde el centro a las 17:30, ya que fue a esa hora cuando todos los pacientes que iban a ir en ella estaban ya listos para poder irse de alta». Hasta las 18:15 no llegó su turno de bajar y aún quedaba, según el propio Luis Hernández, una mujer más pendiente de recalar en su domicilio.
«Mi padre dijo 'déjeme aquí, que yo vivo enfrente'», cuenta la hija de Luis, que fue quien bajó a recogerle. Desde Sacyl insisten en que la ambulancia, que no puede aparcar en ese lugar sin interrumpir la circulación, «permaneció aparcada frente al domicilio cuatro minutos». Y añaden: «El técnico le acompañó hasta el portal de su casa».
Aquí es donde entra el elemento crítico del relato y en lo que se apoyará la denuncia que la familia piensa interponer. Luis llegó andando, apoyado en la valla y en una muleta, desde el punto en el que supuestamente le dejaron, en el portal 36, hasta la panadería, en la misma acera. Su portal es el 35, justo enfrente. «Para cruzar la calle, cuando baja con sus hijos, necesita parar en medio», cuenta el panadero. Y la hija de Luis confirma que no es capaz, en su situación de movilidad reducida, reflejada en el informe médico, de cruzar por sí solo de un lado al otro. «Tiene 88 años, padeció un infarto, un aneurisma de aorta, tiene falta de movilidad y debe utilizar un bastón», cuenta su yerno, Pedro.
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En la información sobre transporte sanitario no urgente, en la propia web de Salud Castilla y León, se estipula que «salvo circunstancias excepcionales y justificadas, el punto de descarga no podrán ser las vías públicas o espacios comunes».
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