![El tío Tragaldabas, arrastrado por bueyes en la Acera de Recoletos.](https://s2.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/201912/20/media/cortadas/FOTO%203-k4LG-U901018292627eyE-624x385@El%20Norte.jpg)
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Hay fotografías afortunadas. Imagénes que tienen la suerte de caer en gracia. Tal vez porque quien en ellas sale se ve especialmente guapo. ... O porque reflejan un momento especial que se quiere tener siempre presente. Oporque son el retrato de alguien querido. Ovete a saber la razón, porque razones hay millones. Pero hay fotografías venturosas que un día fueron seleccionadas para ocupar un lugar en el álbum, para llenar un hueco en el aparador, para recibir un lugar de honor con marco o subrayado en el perfil de 'whatsapp'. Hay fotografías con suerte. Y luego las hay que parecen condenadas al altillo, al sobrado, a los suburbios del móvil, a las cajas de cartón.
Es a estas instantáneas «imperfectas» a las que los coleccionistas Luis Posadas y María José Velloso han dedicado su nuevo libro, 'Las fotos del desván' (24 euros, en librerías), una publicación que reúne 250 de esas imágenes que un día nadie quiso y que hoy se han convertido en auténticas joyas. Tesoros que Luis y María José han hallado en mercados de segundo mano, en tiendas de chamarileros, en colecciones vendidas por familiares que no quieren trastos por casa, en webs de Internet. Son fotos rescatadas de altillos, imágenes que nadie quiso hasta que Luis y María José dijeron:a nosotros nos interesan.
Luis ha construido, a base de curiosidad y tesón, una colección con más de nueve mil imágenes vallisoletanas. Fotos desechadas por otros que él guarda en cajas de cartón, repartidas en varias habitaciones de su casa y un almacén. Las comparte a menudo en un grupo de facebook. Cada dos años, elige un puñado para armar un libro, que acompaña con textos alegóricos, inventados, que bucean en la trastienda de las fotos. «De muchas no sabemos el año en el que se tomaron. Tampoco quiénes son las personas que aparecen en ellas», explican.
Los propietarios originales de las fotos suelen confiar en su buena memoria para recordar qué reflejan, quiénes sonríen en ellas. El problema es cuando la imagen salta de mano en mano.Por eso, quizás, merecería la pena apuntar detrás de estas fotos en papel la fecha, la escena, quiénes salen, por qué se tomaron. «En muchos casos nos faltan referencias», cuentan. Incluso del lugar en el que fueron hechas, porque muchas remiten a un Valladolid que ya no existe. «Hay un hilo conductor en el libro y es el de esa ciudad que en los años 50 y 60 estaba en construcción».
Se incluyen así fotografías de los andamios que en 1961 levantaron el edificio de Las Mercedes, en el paseo de Zorrilla. O de los primeros ladrillos colocados en la barriada de Aramburu-Las Viudas. Está el testigo fotográfico de la construcción de las casas militares en María de Molina o el viejo paso a nivel (con barrera) de San Isidro. Está la demolición del mercado de Portugalete, la construcción del puente de hacia Arturo Eyries (dos años de obras desde 1967) y el pavimento en barro de la avenida de Gijón, de la Esgueva a su paso por Pilarica, de la avenida de Segovia (con un mielero que atraviesa la calle)o de Felipe II.
«En este libro hemos querido incluir muchas imágenes de la vida cotidiana, de esos fotógrafos que no buscaban tanto la excelencia, como captar un instante concreto de la vida», dice Lubeiro. Así, el catálogo incluye una concentración de vespas en Dos de Mayo, un entierro o la celebración del Carnaval por la calle Santiago, un taxi averiado en Fuente Dorada, una procesión con palio en el Atrio de Santiago (frente a las antiguas Sederías de Oriente), una feria de ganado en Las Moreras, una furgoneta de la granja Luisa a las puertas de la tienda de Parsins, los bomberos en un derribo de la calle Torrecilla o accidentes de tráfico en la plaza de Coca.
Para la portada, han elegido una imagen de los pequeños Matilde y Miguel junto a una farola en la plaza de Zorrilla. «Esta imagen formaba parte de la colección de un ingeniero que estuvo destinado en los ferrocarriles hace casi cien años, en 1922. Vivía con su familia en la calle Santiago, 15. Me llamaron de un mercadillo de Valencia donde sus fotos estaban a la venta», explica Luis, quien acudió hasta Levante para hacerse con fotos como esta, convertida en la portada de su última publicación.
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