El picador vallisoletano Pedro Iturralde. El Norte

Pedro Iturralde, picador vallisoletano

«El toro me ha salvado la vida»

El picador vallisoletano pasa a la historia como parte de la cuadrilla de Morante de la Puebla en la triunfal faena de dos orejas y rabo en Sevilla

José F. Peláez

Valladolid

Viernes, 5 de mayo 2023, 00:03

Vallisoletano de 1976. Vallisoletano del centro, de la plaza de San Miguel. Vallisoletano del Colegio San José y vallisoletano de La Parrilla, pueblo de su padre, el desaparecido periodista taurino de idéntico nombre al que debe su afición al toro y muchas más cosas. Pedro ... Iturralde ha formado parte -entre otras- de las cuadrillas de José Tomás, Paco Ureña, Uceda Leal y ahora de Morante de la Puebla. O sea, un número uno de la cosa. Ha formado parte de la cuadrilla de Morante de la Puebla en la histórica tarde de Sevilla en la que el Maestro cortó el rabo a Ligerito, un Garcigrande de la ganadería de Domingo Hernández. Hacía más de cincuenta años que nadie lo conseguía en La Maestranza. Lo hizo el maestro Ruiz Miguel a Gallero, de Miura. Y ha tenido que ser Morante, claro, un torero que está marcando una época y al que ya se le considera entre los más grandes de la historia. Pedro nos recibe en el estanco en el que trabaja, situado en el número 19 de la Avenida de Segovia, en Las Delicias.

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-Un tío como usted y sigue trabajando en un estanco en Las Delicias.

-Y a las siete de la mañana me he ido a llevar un potro a Burgos. Tengo una yeguada de Puro Lusitano. O sea que picador, estanquero y ganadero. Estoy muy agradecido al estanco, que en el momento en el que no había toros durante la pandemia es lo que me ha salvado. Ten en cuenta que nosotros, si no toreamos, no ingresamos. No hay ningún tipo de ingreso. Esta es la realidad de nuestra vida. Tú antes toreabas cuarenta corridas de toros y podías vivir durante el invierno. Pero la vida ha ido subiendo y, al fin y al cabo, solo somos temporeros que trabajamos seis meses. Y si echas la raya, al final, tienes un sueldo normal. Pero con muchos más gastos. Yo en invierno no ingreso, pero sigo yendo al campo, entrenando, preparando la temporada siguiente, montando a caballo, yendo a tentaderos. Y todo eso son gastos.

-Pero está en lo más alto de su carrera.

-En lo más alto estaré con 55 años, jubilado y mirando atrás. Y que cuando un chaval que empiece me llame 'maestro', lo haga porque realmente crea que lo soy. Ese será el tope de la carrera. Mientras tanto, esto es una hoja de sierra. Hoy estoy aquí con Morante y mañana estoy con un novillero recién debutado y hay que ser consciente de ello. O te levanta los pies del suelo un toro y no puedes seguir toreando. Todo se desvanece en un segundo.

-Y cuando tiene que torear, ¿en el estanco se lo respetan?

-Hasta que se cansen. Pero está hablado. Para mí torear no es un tema solo económico, sino algo vital, una vocación. Es algo contra lo que no puedo luchar. Si fuera excluyente, no habría estanco. Y a pasar hambre. No me duele reconocer que he sacado cuadras por cuatro duros en pandemia o que me he cogido el coche y me he ido a llevar a alguien para sacarme cincuenta pavos. No se me caen los anillos por venir un día de Nimes y a las ocho de la mañana estar abriendo el estanco en Las Delicias.

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-Vaya liada en Sevilla, Pedro.

-Yo había vivido muchas cosas y muy bonitas en el mundo del toro. Pero siempre te sorprende, siempre hay un pasito más. Veo la faena repetida y se me siguen poniendo los pelos de punta.

-¿Y allí notaba que aquello podía acabar como acabó?

-No, en ese momento no eres consciente de lo que puede pasar. No te das cuenta hasta el final del todo, cuando se hace la cruz entre el Maestro y el toro y la gente empieza a gritar: 'Rabo, rabo, esto es de rabo'. Y se pone toda la plaza como loca con los pañuelos.

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-Los que estaban allí me dicen que por televisión no se puede entender lo que sucedió.

-Es verdad. Es todo, el escenario, Sevilla, que es especial, el momento, la necesidad de sentir cosas bonitas y creo que el último empujón fueron los tres naturales del final con la espada metida y el toro aún embistiendo hasta que muere a los pies del Maestro.

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-¿Se acordó de su padre?

-Sí. Me acordé mucho de él en ese momento. Cuanto más tiempo pasa más le echo de menos. A lo mejor en otro momento de tu vida te mueven otras cosas, pero creo que, según pasa el tiempo, le tengo cada vez más presente. Estaría muy orgulloso y disfrutando. Y viajando muchísimo para verme. Sería morantista a tope.

-Todos estamos muy orgullosos de ver a un vallisoletano triunfando en Sevilla.

-No, el que triunfa es el Maestro, que es el que juega la vida armado con un trapo. Yo aporto todo lo que puedo para que él triunfe. Ese es mi trabajo.

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-¿Hace cuánto que no torea en Valladolid?

-Pues desde el homenaje a Víctor Barrio en 2016, en la cuadrilla del maestro José Tomas. Esperemos que este septiembre pueda volver.

-¿Y cómo funciona esto de los picadores? ¿Le llaman y va?

-Tú le das la palabra a un matador. Es un contrato verbal, das tu palabra de que toreas con él y luego, mientras él no toree, puedes torear con otros. Pero me llamó Morante y me fui a ver a Ureña, que es con el que tenía la palabra, para verlo en persona, Me presenté allí y le conté lo que había pasado. Y me dijo: '¿Le has dicho que sí, ¿no?'. Y yo le respondí que no, que quería hablar primero con él. Me dijo: 'Llámale ahora mismo y dile que sí. Esta es tu casa y puedes volver cuando quieras'.

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-Pues esa manera de actuar dice mucho de usted.

-Y de él.

-Y ahora tiene una temporada larga por delante.

-Sí, si. Pero es un placer. El maestro Morante está preñado de cultura taurina. Creo que ha nacido cien años más tarde de lo que debería de haber nacido. No le cuesta.

-Noto que la gente joven cada vez está más en las plazas. Como si hubiera un efecto péndulo y les hayan intentado comer la cabeza tanto que ahora están logrando lo contrario, es ya un acto de rebeldía. ¿Lo ve igual?

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-Yo creo que hay un porcentaje similar de taurinos y de antitaurinos. Y la mayor parte a la que les da igual. Pero si a esa gente les cuentas mil veces la misma mentira, al final se lo cree. Porque les da igual, pero va a creer a quien más escuche. Nosotros hemos pensado que no pasa nada y ellos a hacer lobbies, propaganda, a dar guerra. Pero ahora está en franca progresión, ves a mucha más gente joven en la plaza y a chavales desde muy niños que se dirigen a ti con educación taurina.

-El toro no deja de ser un reflejo de la vida.

Así es. La educación con la que tu entras a un sitio y dices buenos días, por favor y gracias, está por debajo de cómo estaba antes. Y en los toros se ve también. Hay poco respeto a la autoridad, no me refiero a los policías. Autoridad al mayor, al que sabe más que tú, al que te puede enseñar.

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-La tauromaquia siempre ha tenido muchos valores.

-Siempre. En los toros hay una escala de valores y de educación que creo que debería de llevarse más allá del toro. ¿A cuántos nos habrá salvado? Me meto a mí.

-¿A usted le ha salvado el toro?

A mí el toro me ha salvado la vida. Seguramente en un momento dado en el que empezaba a salir, sin toro hubiese fumado, hubiese bebido, no te cuidas y es fácil descarriarse. El toro para mí fue el que me obligó a cuidarme, a entrenar y a sacrificarme. Y sobre todo a amueblar la cabeza, a mí me afectan mucho más las decepciones que los éxitos. Para mí no estar bien una tarde me afecta y tengo que ponerme de nuevo cuanto antes. Y si tienes una racha mala de tres tardes, tiendes a preocuparte y a dudar. Luego vuelves a estar bien y vuelves a coger confianza. Los toros me han enseñado a gestionar esto bien.

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-Es una vida complicada, tiene lo malo del torero, pero no lo bueno.

-Pero es que su bueno es lo mío. Yo voy a remar a favor de que el Maestro triunfe. Es mi trabajo. Si lo hace bien firmamos más ferias. Si lo hace mal y es por mi culpa, perjudico a todos.

-¿Cómo es un día normal suyo?

-Me levanto, abro el estanco y estoy hasta las tres. Por la tarde me voy a dar de comer a los potros, monto a caballo y salgo a caminar con el perro, si puedo hago algo de ejercicio, pero aeróbico. No puedo hacer pesas porque me pongo muy grande y no me vale la chaquetilla, que vale tres mil euros. Veo a mis niños y a dormir. Es una profesión de 24 horas. El día que te llame un matador de toros y no puedas, no te vuelve a llamar. Yo me permito el estanco porque después de 24 años de profesión algunos me respetan alguna excepción.

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-¿Lee?

Sí, pero cosas que me hagan abstraerme del toro y de los caballos. Mi principal pasión son los caballos. Esta misma mañana he visto a un potro mío en una cuadra y se ha expresado de una manera que te puedo decir que me he emocionado. Yo el otro día, en el prado… estaban mis yeguas pastando. Una me miró de una manera que… me puse a llorar como un niño pequeño. (Se emociona al recordarlo). Es una relación especial. No creo que lo pueda entender todo el mundo. La pasión que me genera un caballo. Yo, que mato un toro. Y me he gastado 3.500€ en salvarle la vida a mi perro, solo por agradecimiento de lo que ha hecho él por mí en la pandemia.

Pedro es grande, claro. Es picador. Pero también como persona. Sonríe como un niño y su mirada limpia delata cierta inocencia. Detrás de esa pose de héroe hay una persona que se emociona. Habla como vive: con pausa, tranquilidad y sensatez. Pero, ante todo, libre, como un poeta troyano.

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