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José Francisco Sanz Requena estudia las atmósferas de otros planetas. Y dentro de eso, el «transporte radiactivo», que explica que es el modo en que los rayos solares llegan a la atmósfera de Júpiter o de Saturno e interaccionan con ella, para averiguar, por ... ejemplo, a qué altura se forman las nubes allí. El pasado 29 de marzo de 2018, un aficionado a a astronomía captó una mancha blanca en Saturno. Un año y medio después, La revista Nature publica un artículo de Sanz Requena, de la Universidad Miguel de Cervantes, junto al Grupo de Ciencias Planetarias de la Universidad del País Vasco que obliga a repensar todo lo que se conocía de las tormentas en Saturno.
Lo relevante del asunto, además de la perplejidad por las peculiares características de lo que se han encontrado, es que todos estos estudios sobre atmósferas «extraterrestres» -en su sentido literal- tienen aplicación a la hora de estudiar los fenómenos atmosféricos y meteorológicos en la Tierra. «Los modelos que se utilizan para estudiar la meteorología en la atmósfera terrestre se pueden validar con lo que observamos en estos gigantes gaseosos , que son laboratorios naturales para nosotros», explica el investigador de la UEMC.
«En Saturno hay dos tipos de tormentas. Unas son como los cúmulo nimbos de verano de la Tierra, pero de amoniaco en vez de agua y de unas dimensiones extraordinarias, estas tienen un diámetro de cuatro mil kilómetros cada una. Son las grandes manchas blancas, que se suelen dar en la zona ecuatorial del planeta pero son poco frecuentes, una vez cada treinta años, y las tenemos bien estudiadas», señala el investigador.
«Otras son más pequeñas, se dan de forma aislada y hacia latitudes ecuatoriales», añade. La cuestión es que esta vez aparecieron varias y en zonas próximas al polo norte de Saturno. «Eso llama la atención. Se han estudiado, se ha analizado la duración que tienen... Una borrasca terrestre puede durar días, allí hablamos de semanas. La información que nos da es bastante rica».
Los datos recogidos sobre el modo de funcionamiento de la atmósfera de Saturno son de aplicación aquí a pesar de que los componentes de cada atmósfera sean diferentes. «Los modelos físico y matemático para estudiar la meteorología de la Tierra se pueden validar con lo que se observa en esos planetas. Son componentes distintos, pero la dinámica atmosférica sigue las mismas leyes físicas, por eso los gigantes gaseosos son laboratorios naturales, porque aquí no podemos reproducir fenómenos de este tipo».
El caso es que estas manchas blancas aparecieron en circunstancias desconocidas hasta ahora, moviéndose a diferentes velocidades por las corrientes de aire y provocando perturbaciones atmosféricas a partir de las interacciones entre ellas, como explica la UEMC en una nota que recoge la publicación en Nature. «Es la primera vez que vemos un fenómenos de tormentas múltiples en diferentes latitudes», reflexiona Sanz Requena. Y eso equivale, una vez más, a replantear las reglas el juego. «Tenemos que seguir aprendiendo», apunta el investigador. «Todavía no sabemos explicar muy bien por qué fenómenos físicos se produce eso», señala. «En Júpiter, la gran mancha roja es un anticiclón que llevs activo 300 años y aquí el de las Azores dura un mes. ¿De dónde sale esa energía para que siga activo? Pues con estas tormentas ocurre lo mismo».
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