Europa y España y, en general, el mundo industrializado, aceleran en la implantación de la movilidad eléctrica. La ministra de Industria, Reyes Maroto, anunció hace unos días la inversión de 5.000 millones de euros en la primera fábrica de baterías española, que ... se instalará en Martorell (Barcelona). Y la Unión Europea que, calcula que la demanda se multiplique por 14 hasta el 2030, ha planteado un nuevo reglamento de estos acumuladores de electricidad para «desbloquear las inversiones a gran escala e impulsar la capacidad de producción».
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Sin embargo, ese futuro energético lejos de los combustibles fósiles puede acabar 'gripado' antes de empezar. Una investigación promovida por el Grupo de Energía, Economía y Dinámica de Sistemas de la Universidad de Valladolid (UVA) advierte del riesgo de agotamiento mundial de las reservas de cobre, litio, níquel, cobalto y manganeso «antes del 2050», si la apuesta por la supuesta energía más 'verde' no va a acompañada de «políticas de reciclaje muy ambiciosas y estrictas».
Los reservas y los recursos de países como España y Portugal, con muchos planes de explotación minera de recursos estratégicos, serían uno de los principales afectados. Solo en el país vecino, el 10% de su territorio está catalogado de estratégico para la extracción de recursos.
El trabajo de fin de grado (TGF) 'Análisis de los requerimientos materiales de la transición hacia una movilidad eléctrica', que firma el ingeniero Daniel Pulido Sánchez, ha estudiado varios escenarios bajo el proyecto europeo de transición energética MEDEAS EU.
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Parte del objetivo de reducir en un 80% las emisión del transporte actual en treinta años. Y concluye que «si su uso masivo para la transición energética comienza antes de que se establezcan sistemas adecuados de reciclado, los minerales serían dispersados antes de 2050 y se volverían irrecuperables para futuras generaciones».
En gran parte de sus tres escenarios (alto, medio y decrecimiento) los resultados muestran que «la disponibilidad de estos minerales puede ser un límite para la movilidad eléctrica». Estas conclusiones han sido recogidas en varias publicaciones científicas como la revista 'DYNA'.
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Así, en la proyección de demanda alta, la que apostara por una fuerte electrificación pero sin cambiar los patrones de movilidad actuales, haría falta entre un 125% y un 155%del cobre de la Tierra (las reservas y lo que hay en la corteza del globo). Para el litio serían necesarios entre 125% y 370% más.
Para cubrir la demanda de níquel podrían hacer falta hasta dos planetas (entre el 101% y el 246%). Con el cobalto se iría a una demanda un 554% superior en el peor de los escenarios. Solo al manganeso le bastaría con la Tierra actual, eso sí, a cambio de acabar con este mineral (del 96% al 120%).
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El estudio de Pulido Sánchez insiste en que, incluso apostando por un cambio radical de transporte, dejando que solo el 12% de los vehículos (por supuesto eléctricos) sean de cuatro ruedas en 2050, el planeta dista mucho de ser capaz de aportar los materiales necesarios para crear cargadores y componentes de esas baterías.
Es más, la electrificación no evitará que «las emisiones globales del transporte no solo no bajen, sino que crecerán un 20% respecto a los niveles actuales». Esta realidad se impone por un principio del comportamiento de la economía. «Cuando el PIB crece también lo hace el número de vehículos (...), el consumo baja porque hay mayor proporción de coches eléctricos, pero sube porque son más».
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Para lograr alguna reducción, no ha quedado más remedio que diseñar lo que en la UVA llaman 'escenario Decrecimiento'. Los investigadores del Grupo de Energía, Economía y Dinámica de Sistemas de la UVA tienen claro que incluso «cuando existe escasez de minerales, la economía no se resiente y puede seguir creciendo y demandando más de lo que físicamente existe».
Además «la sustitución de los vehículos de combustión por vehículos eléctricos no se podría generalizar a nivel mundial por lo que probablemente solo las regiones más ricas y con mayor poder de mercado podrían hacerse con las materias primas para poder utilizar este tipo de movilidad», concluye la directora de este trabajo, la doctora en Física de la UVA. Margarita Mediavilla.
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La directora que ha tutelado este trabajo, la física de la UVA Margarita Mediavilla, lleva años estudiando la transición energética del planeta. Tiene claro que «el problema es sistémico y las cosas solo cambiarán si cambia el sistema». Implicada también en la conciencia ecologista, advierte de que «una economía que solo piensa en crecer es imposible que modifique sus modelos».
Por eso abraza la teoría del decrecimiento, que reclama a los gestores del planeta una planificación económica que deje de lado la obsesión por incrementar el PIB. «Decrecer no es perder calidad de vid. Es defender una economía que no necesite de crecimiento para proveer de bienestar a las personas». La llamada economía circular (que garantice la máxima utilización de productos y fuentes energéticas) y el reciclaje serían los complementos de esta cultura.
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