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Javier Sánchez Bellver (Madrid, 1951) llegó a Valladolid en 1977 con dos cámaras de fotos –una Nikon F2, una Nikkormat– y un desafío: captar la ... esencia comercial de una ciudad que apenas conocía. En realidad, su reto no se limitaba a Valladolid, sino que abarcaba al conjunto de un país que acababa de estrenar la democracia.
En aquella fecha, el artista, arquitecto y fotógrafo había recibido una beca de creación de la Fundación March para documentar la decoración popular de establecimientos comerciales en peligro de extinción. Se fijó en aquellos locales que hundían sus raíces en el siglo XIX o que vivieron su esplendor en aquellos años 50 que vivían el impulso urbano con el tirón de la industria y el aporte del éxodo rural.
Entre esas ciudades visitadas estuvo Valladolid. Y entre los escaparates fotografiados había clasicazos del comercio pucelano. Dos de ellos, la peluquería La Cosmopolita (que ya peinaba cabezas en 1925 en la Plaza Mayor) y el Horno Francés (que comercializaba los dulces Freixas en Cánovas del Castillo) forman parte de la selección recogida en 'La belleza común. España tienda a tienda', un libro editado por Arquitectura Viva en el que Luis Fernández-Galiano pone letras y literatura a las fotografías que hace más de 45 años hizo Javier Sánchez Bellver por las calles comerciales del país.
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El libro, publicado este año (25 euros), es no obstante un proyecto moldeado desde hace tiempo. No solo por la antigüedad de aquellas fotos, sino porque Fernández-Galiano empezó en 1985 la organización temática de las imágenes y comenzó a escribir los primeros textos. El trabajo quedó aparcado en 1995 y, una vez retomado en 2022, cristaliza ahora con este volumen que reivindica una riqueza comercial que, por desgracia, en muchos casos, se ha perdido.Es el caso de Valladolid.
En el volumen hay recogidos dos comercios pucelanos, pero el archivo de Sánchez Bellver atesora otras diez imágenes (diapositivas) que son testimonio del pasado cotidiano de la ciudad. Están catalogadas desde el número 221 al 232 del proyecto. E incluyen locales como la botica de Martín Santos, que desde 1903 estuvo en Miguel Íscar junto a la plaza de Zorrilla. O la farmacia Aragón, en Fray Luis de León con Regalado. El libro de recetas del negocio tenía fechada su primera inscripción en 1881, aunque es posible que empezara a funcionar antes.
También estaba el local comercial de Fidel Benavides, que el 20 de diciembre de 1919 se anunciaba en El Norte de Castilla como una tienda de «ultramarinos finos», con «grandes surtidos en licores, vinos de Rioja y champagne de las mejores marcas y el legítimo Moët & Chandon» en su local de Miguel Íscar, 2. Ya entonces se presentaba como una «casa importante en semillas», ámbito en el que luego se especializó.
Y hay más comercios inmortalizados, como la Gran Huevería de Tomás del Campo en funcionamiento al menos desde 1915 y que estaba emplazada en la esquina de la Plaza Mayor con la plaza del Corrillo.
O El Escudo de España, la tienda que Julián de la Fuente Turienzo fundó el 14 de marzo de 1914 (primero con el nombre de El Escudo de Bilbao) y que cerró en 2008 especializada en el mercado del 'souvenir'. Y además, La Casa Verde, en la plaza de España. Bodegas Villa Rosa, documentada en Fray Luis de León. Un bar de la calle Cebadería o Comestibles Mari, en Núñez de Arce.
«Las tiendas tradicionales son genuinos teatros de la memoria», escribe Fernández-Galiano en el libro, al tiempo que juega con la metáfora de la representación, ejemplificada en esos escaparates que intentan captar la atención del viandante y futuro comprador. «Una portada de tienda es siempre una invitación a la visita y a la vez el anuncio de una oferta comercial. Pero es también una declaración de intenciones, un manifiesto del gusto de la época y un empeño expresivo del dueño y del artesano que ejecuta el trabajo», dice Luis Fernández-Galiano.En ese sentido, reivindica el valor artesanal y único de muchos de los comercios tradicionales, con portadas genuinas, mostradores de madera, estanterías a medida que contrastan con la repetición en serie de las franquicias y de decoración más impersonal del siglo XXI.
De hecho, un libro así tal vez sería más difícil de preparar hoy en día, con calles comerciales que parecen fotocopias de una ciudad a otra, con sus locales de maniquís clonados y el mismo blanco minimalista.
Sin embargo, todavía es posible encontrar un destello de belleza cotidiana en algunos escaparates. Fernández-Galiano pone atención a varios gremios. Están los «bodegones efímeros» de las tiendas de fruta. El «vientre cálido» de las panaderías. La «biblioteca de conservas» de las tienda de ultramarinos. «Es difícil no demorarse en la infinita oferta de las ferreterías», dice. Y estas palabras duelen en Valladolid ante la reciente clausura (el mes pasado) de la Ferretería Villanueva, una casa fundada en 1832, con su inconfundible colección de herramientas y chismes varios en su escaparate de la Plaza Mayor.
'La belleza común' es un recorrido visual y sentimental por ese comercio (previo a las grandes superficies e Internet) que animó las ciudades españolas durante gran parte del sigloXX.
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