El agente municipal que acompañaba a los familiares les sacó de allí hasta que llegaron los de Homicidios de la Policía Nacional. Eso fue a primera hora de la tarde del 18 de octubre de 2018, al día siguiente del asalto frustrado a la vivienda. María estuvo horas agonizando en el pasillo de la casa. Según los hijos y los policías que realizaron la primera inspección ocular, el cadáver estaba a unos diez metros de la puerta de entrada, boca arriba, con una mano desatada y restos de la cinta en la otra, hematomas en la cara y varias vueltas de cinta americana en la cabeza, la boca tapada con ella y parte de las fosas nasales.
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29 vestigios
Peritos de la Policía Científica explicarán los vestigios hallados en la casa, como restos de ADN en la cinta americana, así como en otras prendas de los acusados
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Informe forense
Los médicos forenses avanzarán su informe sobre las causas de la muerte de María.
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Deliberación
Se espera que a final de semana el jurado se encierre a deliberar.
En este juicio «que son como seis juicios en uno», tal y como comentó uno de los letrados al arranque del proceso, el pasado martes, no hay día que no depare sorpresas a la Sala y este viernes, cuando el proceso llegó al ecuador, no iba a ser menos. La anécdota del día la ha protagonizado el único testigo que vio salir a los tres asaltantes del portal el día de autos, 17 de octubre de 2018. No solo porque su sordera hizo necesario que el letrado de la Administración de Justicia se sentara a su lado en los estrados y le fuera repitiendo a voz recia, una por una las preguntas de las partes, sino por la descripción de los tres individuos que vio salir del portal de la víctima poco después de la una de la tarde de aquel 17 de octubre de 2018 mientras hablaba con su amigo, el marido de la quiosquera de la Circular, que había ido a dar el recado a María de que ya tenía su pedido.
El testigo y su sordera
Vio como este daba dos timbrazos en el telefonillo y no había respuesta. No supieron, hasta después, que esos timbrazos fueron los que hicieron huir a los asaltantes sin el botín que buscaban, la caja fuerte con grandes cantidades de dinero en metálico y joyas, que había en el piso de la viuda.
Según explicó el testigo, salieron del portal, «en fila india» y con el paso ligeramente apresurado, tres hombres. «¿Cómo eran»?, le preguntó la fiscal. «Dos muy morenazos, de pelo cortado, no voy a decir al cero, al uno, y un tercero era un mulato. El primero que salió, era el más fuerte». Vestían, precisó, camisetas negras de manga corta, pantalones negros tipo chándal, los dos primeros. «El tercero llevaba otra ropa», aseguró. El magistrado presidente intervino para tratar de aclararlo: «Pero, ¿el tercero era mulato o de tez oscura, una persona muy morena?».«Me fijé porque era mulato con pelo rubio teñido». En la Sala se oyó un murmullo de desconcierto general. Fue una nueva baza para el abogado de Gabriel Mladenov Krasimirov, que sostiene que su defendido nunca estuvo en el piso de María y esto lo declaró también el otro Gabriel, el cuñado, que llegó a admitir el homicidio y el robo pero exculpó a la pareja de su hermana. Aunque, según la Policía Nacional, sus «singulares» pantalones y sus zapatillas le delatan como el tercer sicario.
223.000 euros y joyas en la caja fuerte y 75.000 en un escondite bajo el armario
«O la víctima les abrió o disponían de una llave». Esas fueron las dos primeras hipótesis de la investigación. Cuando entraron los inspectores de Homicidios de la Policía Nacional al piso de María se encontraron con que nadie había forzado la puerta de entrada ni la de acceso a la cocina, a través de un pequeño patio, que tenía perfectamente ajustados los cerrojos. Pero dentro estaba el cadáver y todo revuelto. «Claramente habían estado buscando algo», señaló el primer policía que declaró ayer. Pero no lo encontraron. La caja fuerte estaba en el dormitorio del hijo de María, «anclada» en la pared y detrás de unas cortinas. Sobre una cómoda, al lado, había una agenda con un marcapáginas que señalaba la página con la clave de la caja de caudales. Pero además, para abrirla era necesaria una llave. Fue la exnuera de María quien guió a los agentes hacia un mueble nido donde estaban los abrigos. En el bolsillo de una chaqueta estaba la llave y en el otro, un envoltorio con joyas. Ella fue también quien proporcionó la combinación para que los policías pudieran abrir la caja fuerte. Dentro había, ha relatado el inspector, 199.000 euros en fajos de billetes, una riñonera con «numerosas» joyas, un sobre con 24.000 euros más y pagarés y talones. Días más tarde, un empleado del hijo de María les indicó un escondrijo: debajo de un mueble ropero, en esa misma habitación, había una bolsa de plástico con 75.000 euros.
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