Estela vio el accidente de Plata: «Se saltó el semáforo y salió tambaleándose»

- «Ví en El Norte la declaración del futbolista y me indigné».

Estela Casado, 45 años, no ha querido dejar pasar por alto las mentiras de Gonzalo Plata (21 años), quien testificó ante el juez que «fue el taxista quien se saltó el semáforo» y que el Mercedes que conducía iba «un poquito deprisa». Quiere que se sepa la verdad y que el error del jugador del Real Valladolid no quede impune. «Pudo costar vidas humanas», reconoce tres meses y medio después del accidente. Entre ellas, la suya. Estela no se quita de la cabeza cómo hubiera acabado aquel trayecto hacia su puesto de trabajo en caso de haber salido de casa tan solo diez segundos antes. Ver el accidente a escasos metros le costó varias noches de pesadillas y aún sigue condicionando su día a día. «No he vuelto a pasar por esta calle (López Gómez) para ir a trabajar. Doy un pequeño rodeo desde entonces», reconoce Estela, cuya secuencia de los hechos empieza un cuarto de ahora antes del accidente.

«Pasé por el Poniente porque suelo dejar el coche allí antes de ir a trabajar y ya ví a dos chicos gritando mucho, acelerados y muy bebidos. Yo no les conocí entonces porque no sigo el mundo del fútbol, pero ya luego me dí cuenta de que eran los mismos del accidente», relata la única testigo de los hechos, que siempre completa el mismo recorrido hasta acceder a López Gómez a través de la calle Santuario. Al doblar la esquina, Estela cruzó y se vio sola en toda la calle con una panorámica que la permitió ver el Mercedes conducido por Plata «a gran velocidad». El informe policial redactado en su momento lo corrobora.

«Fueron apenas unos segundos y mi sensación fue de decir: 'madre mia a qué velocidad viene'», prosigue en su explicación. «El futbolista se saltó el semáforo en rojo, chocó con el taxi que venía por Fray Luis de León y del impacto siguió en línea recta sin control hasta subirse a la acera por la que venía yo. Cuando me quise dar cuenta me pegué a la pared, cerré los ojos y me dije 'que pase lo que tenga que pasar'».

Cuando los abrió vio a los dos futbolistas, Gonzalo Plata y Vicente Jaime, el jugador ecuatoriano a prueba en el Numancia que visitó esa noche a su compatriota, saliendo del coche. Los dos «tambaleándose», asegura, y el copiloto con las manos en los bolsillos. El jugador arrojó una tasa de 0,80 miligramos por litro de aire espirado y una segunda, la válida legalmente, de 0,72. De manera que casi triplicó el límite legal (0,25) y rebasó el que establece la categoría de delito (0,60).

Fue entonces cuando Plata se dirigió a ella: «Me voy a quedar porque me considero buena persona». Ella, mientras, se dirigió hacia la esquina donde había quedado empotrado el taxi en el escaparate de la Óptica Trimiño. «La señora estaba tirada en el suelo, como ida y sangrando, y el futbolista se dirigió a ella para preguntarla si estaba bien. El taxista estaba encajado en la parte delantera», apunta sobre un relato que terminó quince minutos después, ya con los servicios sanitarios asistiendo a los heridos y la policía local tomando declaración a la propia Estela, la única testigo del accidente que pudo desembocar en drama y que, afortunadamente, se saldó sin muertes que lamentar.

«Las vidas son irremplazables», repite la propia Estela durante la reconstrucción de lo sucedido aquella madrugada de diciembre. La noche que volvió a nacer.