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Guerra a las palomas. Acabemos con las ratas voladoras. Es el grito de guerra que pronuncian muchos ayuntamientos, por mucho que lo disfracen de filosofía ecologista y sostenible. Las palomas, sean bravías, sean torcaces, molestan. Y lo que al ser humano molesta, el ser humano ... trata de aniquilarlo. Ha sido así por los siglos de los siglos, y como va en nuestro ADN, no va a cambiar ahora.
El problema, empero, es siempre el mismo: la falta de previsión. Hace tiempo que se había avisado por parte de muchos expertos de que que las palomas toraces iban a conbquistar las ciudades. Y como no compiten con las bvravías, la resultante sería que aumentaría notablemente la problación de este tipo de ave. En Gran Bretaña les pasó, así que no hacía falta ser futurólogo ni un 'rappel' con sensibilidad medioambiental para acertar. Y acertaron, claro. Y ahora, cuando se perdieron muchos años sin hacer nada y sin tomar previsiones, llegan los lamentos. Muy ibérico todo.
Controlar una especie que se ha hecho a vivir con el ser humano es imposible. El cobijo que le damos es la garantía de su supervivencia. Ejemplos hay miles. Piensen en cualquier animal de los que convive con nosotros. Y no hay diferencia entre un ratón y una paloma en ese aspecto. Los ratones llevan miles de años y las palomas lograrán estar miles de años.
Así pues, intentar controlar a estas aves con piensos con anticonceptivo es eficaz si hablamos de las palamas bravías, pero inútil en las torcaces, que acostumbran a comer fuera de la ciudad. Y como en las ciudades siempre hay árboles, las torcaces anidarán ya de por vida. Y es imposible colocar sistemas antinido en las ramas de un árbol, sencillamente.
Asumámoslo. Las paloma no se van a ir. La guerra está perdida. Solo queda pelear porque se prolongue lo más posible en el tiempo, porque cada vez habrá más torcaces en las ciudades. Piénselo. Si en lugar de tener que vivir y al aire, expuesto al frío y los peligros, pudiera hacerlo en un lugar más caliente, sin enemigos, y sin nadie que se atreviera a atacarle... ¿dónde viviría? Pues eso. Son animales, pero no son idiotas. Sobre todo cuando les va la vida en ello.
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