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Este martes se cumplirá un mes de la extinción oficial del incendio de Navalacruz, el más grave en extensión conocido nunca en Castilla y ... León. Tras ocho días de lucha contra un fuego «violento, voraz y cambiante», como lo calificaron sobre el terreno los equipos de extinción, el balance fue de más de 22.000 hectáreas calcinadas (de ellas, 12.000 eran pastos, 6.000 matorrales, cerca de mil agrícolas y más de 2.700 zonas boscosas).
«Se ha quemado la cuarta parte de lo que se pierde en toda España en un año medio», resume el secretario general de los Colegios de Ingenieros Forestales de España, Raúl de la Calle (Aranda de Duero, Burgos). Estos profesionales reclaman que se aprendan las duras lecciones de un siniestro tan agresivo.
–¿Se están haciendo bien las cosas tras el grave siniestro?
–En Navalacruz lo primero que hay que hacer es un planteamiento a largo plazo ¿Qué queremos hacer ahí? Pero antes hay que defender el suelo. Lo primero es protegerlo de la erosión. Las lluvias están arrastrando la ceniza y se están perdiendo los suelos que son la garantía de vida de la próxima masa forestal. Se están haciendo labores de freno de la erosión correctas. Son claves en estos primeros momentos.
–¿Y después?
–El siguiente paso, y creo que también se va a hacer así, es extraer la madera quemada para evitar plagas forestales. La madera quemada y los árboles moribundos son una golosina para los insectos perforadores de masas forestales. Pueden afectar a árboles que hayan quedado sanos en todo este perímetro.
–¿Y por último?
–Fomentar la regeneración natural. Salvo que se quiera hacer un cambio de vegetación, lo normal es respetar los brotes de yemas, plántulas y semillas que vayan brotando para la próxima primavera. Por eso es imprescindible hacer estas labores antes de que llegue esa estación. Y van a ser la mejor herencia que nos quede de lo quemado.
–¿Qué otras prioridades habría que marcar en la zona?
–La recuperación de pastos. Sé que la Administración se está moviendo todo lo rápido que se puede para cercar esos pastos. También hay compromiso de reconstrucción de vías pecuarias que son clave.
–¿Qué horizonte hay que establecer para que esa zona se parezca a lo que fue?
–Lo que antes se va a recuperar son los pastos, siempre que no haya una pérdida de suelo. El año que viene reverdecerá y en dos años podrá estar como antes. Otra cosa es la superficie arbórea. Hasta 80 o cien años no veremos un pinar maduro que sustituya a lo que había antes. Y otras especies más lentas como la encina se pueden hasta duplicar los plazos.
–Hay una fuerte carencia de medios contra incendios en Castilla y León. En Ávila, con más de 250.000 hectáreas de bosque, solo hay un parque de extinción.
–Si, es muy mejorable. Y sobre todo hay dar continuidad a los retenes y que en estas semanas acaban sus contratos y ya no vuelven hasta el año que viene. Hay que seguir el ejemplo de otras regiones y darles trabajo durante el periodo en que no hay riesgo forestal. Conocen el territorio y las labores de clareo de los bosques, podas y mantenimiento serían claves.
–El miércoles hay una concentración de los forestales ante las Cortes regionales. Esta queja se repite año tras año...
–Este es el año que más se habla de gestión forestal. Pero los altos cargos políticos no lo ven como una inversión sino como un gasto. Es al revés. Y se le puede sacar aprovechamiento económico (maderas, pelet, energías...). El argumento de no actuar en defensa de la biodiversidad es otro error. Una buena gestión forestal no se centra solo en extraer de forma sostenible, sino que ayuda a la protección ambiental.
–La Junta presume de tener unos buenos planes de gestión.
–Castilla y León es una de las comunidades que más ha apostado por tener instrumentos de gestión, pero nos falta aún mucho para que se ejecuten. Esos planes de ordenación de montes se hacen pero no valen de nada cuando se quedan en una estantería de un Servicio Territorial de Medio Ambiente. Y deben ser a largo plazo, de 10 a 30 años.
–¿Qué balance se puede hacer de esta campaña de incendios?
–Los de Navalacruz y el de Salamanca han roto las estadísticas. La media del último decenio en España es de 100.00 hectáreas perdidas cada año. Solo la cuarta parte se nos han ido en Navalacruz. Pero venimos de unos años bastante buenos. Este año va a romper esa media. Y eso que octubre suele ser muy peligroso. Pero está siendo un año mucho peor que el último decenio, especialmente en Castilla y León.
–¿Cambio climático y mala gestión son la 'cerilla' del monte?
–Nuestros montes están cargados de biomasa, hay mucho combustible forestal y hay que trabajar en las discontinuidades para que, si hay un incendio, esas potencias no se convierten en monstruos. Ese combustible está más disponible por los efectos del cambio climático ya que hay muy bajo contenido hídrico. Y con escenarios de propagación que nunca habíamos visto en España. El último incendio de la sierra de Málaga lo demuestra. No hay más incendios por el cambio climático, pero los agrava.
–¿Qué sería lo más efectivo?
–Lo que mejor funciona es actuar sobre el paisaje. Además de crear esas discontinuidades serían fundamental volver a dotar de vida a nuestros pueblos, con ganado en el monte, aprovechamiento de la leña...
–Toca insistir una vez más es ese mantra de que 'los incendios se apagan en invierno'?
–Se apagan todo el año. Hay que trabajar no solo en invierno. Hay que trabajar en sensibilización. Sobre todo en lugares con ganaderos y agricultores que mantienen la cultura del fuego en la que tiran de mechero para quitar rastrojos sin permiso y en fechas no recomendadas. Los forestales tenemos nuestro propio mantra: 'Los montes de naturaleza rentable, no arden'. Los pinares de Soria llevan 150 años y se extrae madera de forma permanente. Y, sin embargo, no dejan de crecer. Y las dehesas de Salamanca apenas sufren tampoco las llamas.
–¿Echamos el resto cuando hay que acudir a la extinción, pero el resto del tiempo el monte es invisible?
–El problema de las Administraciones regionales forestales es que hay pocos fondos para gestión forestal y mucho más para extinción de incendios. No se valora el invertir en prevención. Se ve menos que los aviones o motobombas actuando. Y nadie se fija si en invierno han estado actuando diez cuadrillas o ninguna.
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