Valladolid

Un taller para cuidar a quienes cuidan

González Bombín entiende bien el peso que estos cuidadores cargan. Esta profesional sanitaria acaba de ser galardonada con el premio Supercuidadores en la categoría de «Cuidador profesional», gracias a su labor en el área de salud de Valladolid Este. Su trabajo 'Empoderando a los cuidadores: Un abrazo emocional para los que nunca se rinden' ha destacado entre las 185 candidaturas presentadas a nivel nacional por centrarse en dar visibilidad a las personas que atienden a sus enfermos. «Envié un relato sobre nuestra experiencia en estas reuniones que son una fuente de fuerza y motivación. Aquí cada historia compartida es una lección de resiliencia, y posteriormente ellos mismos forman su propia red de apoyo», asegura.

Mi labor como cuidadora de cuidadores no solo ha mejorado la vida de quienes reciben mi apoyo, sino que también ha tenido un efecto positivo en sus seres queridos. Cuando un cuidador está emocionalmente bien, puede brindar una mejor atención, llena de paciencia y amor. He visto cómo la calidad de vida de las personas dependientes mejora significativamente cuando sus cuidadores se sienten respaldados y comprendidos», añade refiriéndose al vacío emocional y aislamiento que suelen acompañar a quienes dedican su vida a cuidar de los demás.

El taller comunitario que Diana y Marga imparten, está estructurado en cinco sesiones. La última será el próximo 5 de noviembre. «Tenemos 21 plazas que están completas. El año pasado tuvimos una media de 16 alumnos. Este año la media está en 18. Hay que tener en cuenta que estas personas están al cuidado de otras, por lo que no siempre pueden asistir a todas las sesiones. Esta formación es importante porque el rol del cuidador es muy conocido, pero su salud emocional es invisible totalmente a la sociedad», comenta Marga.

Las temáticas que se imparten abordan diversos aspectos de la vida del cuidador. Desde el análisis de su rol y la carga emocional que implica, hasta el desarrollo de habilidades para poner límites y gestionar el duelo. Cada sesión tiene como objetivo ayudar a los cuidadores a entender y aceptar sus sentimientos. Una de las participantes de la pasada edición, Petra Sanz de 69 años, compartió con El Norte cómo el taller le ayudó a encontrar en el grupo un espacio seguro donde expresar sus emociones.

«Yo asistía a mi padre que falleció en agosto. Me ayudaba mi marido porque era mucha carga para mi sola. Aquí aprendí a tener más paciencia y a valorarme más», comenta. Su compañera y ya amiga Mercedes González, que junto con su hermana Mª Ángeles, comparte la tarea de cuidar a sus padres las 24 horas del día, destaca la labor de las profesionales que lo imparten.

«Éste es un grupo donde las emociones están a flor de piel. Las participantes veníamos sobrecargadas y Diana y Marga lograron crear un espacio de respeto, en el que no se juzga y en el que podíamos desahogarnos y ayudarnos sin sentirnos culpables. Aquí hemos aprendido la importancia del autocuidado y cuando alguna hemos tenido una pérdida, todas hemos respondido. Este taller nos ha hecho visibles, porque la salud de los cuidadores está poco atendida», explica.

Para Pilar Benítez, cuyos padres son totalmente dependientes, acudir a este taller le ha servido para dejar de sentirse «mala hija». «Son 24 horas al día cuidándoles sin descanso. Venir aquí y compartir experiencias me ha hecho darme cuenta de que hay gente que está pasando por lo mismo y que me comprende», comenta, mientras que otra de las participantes, María Jesús Navarro, quien ha cuidado de su suegra, de su marido y ahora cuida de su madre, cuenta todo lo que ha sufrido. «Estoy doliente todavía, aunque tranquila porque sé que he hecho todo lo que he podido por ellos. Tenemos un grupo de WhatsApp en el que nos apoyamos mucho», dice.

Para Marta Bustos el taller fue «un golpe de realidad durísimo», que le ayudó a comprender «que lo peor está por llegar y que la persona a la que estás cuidando no es la misma que tú conocías y que, por tanto, hay que aprender a quererla y respetarla». Saber más sobre la gestión del duelo fue especialmente útil para Milagros Robles, quien cuidó con mimo a su marido con Parkinson hasta que falleció hace nueve meses. «Me hizo sentir muy arropada», comenta.

El taller también busca que los cuidadores aprendan a priorizar su propio bienestar. «Autocuidado, autocuidado, autocuidado» es el mantra que las enfermeras repiten en cada sesión, enfatizando la importancia de no descuidar la propia salud mental y física. Gracias a esta formación se han creado redes de apoyo espontáneas y un grupo de WhatsApp donde continúan brindándose apoyo, una muestra del vínculo que este taller han logrado crear.

Esta formación es todo un éxito y Marga y Diana esperan que algún día la iniciativa se desarrolle también en otros centros de salud, pues es evidente el impacto positivo que ha tenido en los cuidadores, quienes no solo aprenden, sino también se fortalecen al saber que no están solos. «Cada sesión es un intercambio. Nosotras les enseñamos, pero a la vez aprendemos de ellos y nos hace valorar mucho más las pequeñas cosas y entender la complejidad del rol del cuidador», expresan ambas enfermeras.