El segundero de color rojo, una rareza en los relojes públicos de la capital, marca el tiempo en la esquina de la nueva Escuela de Arte, recién construida y que abrirá sus puertas en septiembre. El picón situado en la intersección de las calles ... Mirabel y Rondilla de Santa Teresa incorpora una llamativa estructura metálica, bajo la que cuelga el nombre del centro y, como singular novedad, un reloj de agujas, el primero colocado en un edificio público de la ciudad en los últimos once años, desde la puesta en marcha del 'reloj ascensor' de la torre de la Federación de Municipios y Provincias (FRMP). La esfera viene a sumarse a la lista de 24 relojes de agujas diseminados por distintos puntos de la capital, y dos más de los que solo queda el recuerdo –el de la torre de la iglesia de Santiago se retiró en 1970 y solo conserva el redondel metálico y el del centro cívico de San Pedro Regalado (1952) solo mantiene las agujas oxidadas y la campana–, de los que solo diez marcan puntualmente la hora a día de hoy.
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Los más conocidos, y también los más veteranos, se encuentran en las torres del Ayuntamiento (1908) y de la catedral (el actual es de 1911 y sus esferas se renovaron en 1995). Son una rareza por sus mecanismos y solo el municipal mantiene su tradicional funcionamiento mecánico. Otras torres históricas conservan sus esferas, en su mayoría remozadas, en edificios religiosos, como las torres de las iglesias de San Andrés (las esferas han sido sustituidas), que acogió a finales del siglo XIX una de las esferas del reloj del antiguo Ayuntamiento (demolido en 1879), y de El Carmen, en Delicias, cuyo reloj mecánico con cuatro esferas –una rareza que solo se repite en la mitad de las caras de la torre octogonal de la Catedral– continúa dando la hora en su campanario de ladrillo desde su instalación en 1947.
Sus agujas volvieron a sucumbir al vandalismo a comienzos de año por cuarta vez desde su inauguración el 23 de marzo de 2015, cuando el reloj floral de la plaza de Colón, que emulaba al que existió entre los años sesenta y ochenta del siglo XX en el Campo Grande (este espacio llegó a contar con otro reloj en su antiguo auditorio), dejó de marcar la hora. Las dos agujas, de 2,76 y 3,58 metros de longitud, fueron retiradas en marzo y llevadas a un taller para su reparación o sustitución. El Ayuntamiento, que ya invirtió 1.600 euros en su última reposición, espera ahora la llegada de las agujas para volver a poner en hora la esfera de ocho metros de diámetro, en la que también fueron sustituidas sus cuatro motivos decorativos.
Entre los cronógrafos en uso más veteranos de la ciudad se encuentra un centro educativo, como es el Instituto Zorrilla, en la plaza de San Pablo, cuyo frontón luce un reloj en hora desde su inauguración en 1907. En la lista de edificios escolares con relojes de agujas se encuentra un colegio de Parquesol, el Francisco Pino, en la calle Hernando de Acuña, que cuenta con una esfera en su fachada desde su apertura, mucho más reciente, en 2002. A ellos se suma ahora el reloj de agujas de la nueva Escuela de Arte de La Rondilla (2022).
Otro veterano que lleva más de medio siglo marcando la hora a la ciudad se encuentra en la plaza de España, en la torre del edificio que albergó a dicha entidad, y que aún luce el escudo labrado de la original caja de ahorros provincial de Valladolid (1953). El breve viaje por las agujas del tiempo de la capital concluye en la estación de El Norte. Allí el reloj actual fue colocado en 2007, el año de la llegada del Ave, bajo el arco de piedra de la entrada principal de un edificio construido en el siglo XIX (1856-1894).
Los últimos en salirse de la lista de relojes públicos en uso son precisamente dos de los más modernos, al menos, en cuanto a su puesta en marcha, si bien en sus casos todo apunta a que se trata de un parón en el tiempo temporal, como ocurre con el reloj floral de la plaza de Colón (2015), que continúa sin agujas desde marzo a la espera de su reposición (encargada por el Ayuntamiento).
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Más llamativo, quizás, es el caso del centenario mecanismo rehabilitado hace solo unos años, en 2013, del reloj fabricado en 1855 que presidió la esquina de la Universidad (Facultad de Derecho) entre 1858 y 1970, cuando fue retirado y se dejó solo la campana que aún continúa allí. El mecanismo original fue rehabilitado hace solo nueve años, con una réplica de su esfera original (la de 1855), y puesto en marcha en el claustro del Palacio de Santa Cruz el 11 de septiembre de 2013. Esta semana, al menos, sus agujas estaban paradas. La Universidad, en este sentido, fue una de las primeras en contar con un reloj público, instalado nada menos que en 1579.
Otros muchos inmuebles históricos de la ciudad sí conservan sus esferas y mecanismos originales, aunque detenidos en el tiempo, como ocurre en dos de los cronógrafos con más solera, y quizás desconocidos, situados en la balconada del Pasaje Gutiérrez (1886), cuya esfera sujetan dos 'niños' de terracota, y en la fachada de la estación de Ariza (La Esperanza), construida en 1895 y que recibió a sus últimos viajeros en un ya lejano año 1985. Otro centro escolar, uno de los más antiguos de capital, como es La Enseñanza (1880), también luce bajo el campanario de su iglesia un reloj de agujas varado en las ocho en punto.
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Otros edificios históricos, como la antigua Delegación de Hacienda (1934) de la plaza de Madrid, cerrada en 2014; la parroquia de la Inmaculada Concepción, en el Paseo de Zorrilla (1920), o el torreón del edificio señorial de la esquina de Duque de la Victoria con Constitución (1960), conservan sus relojes parados a la espera de un golpe de suerte que vuelva a ponerlos de nuevo en hora.
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