Valladolid
Una solitaria oreja en la novillada de San Pedro RegaladoValladolid
Una solitaria oreja en la novillada de San Pedro RegaladoDecía Agustín de Foxá que «el único músculo importante en el toreo es el corazón». Y de eso se vio mucho en la novillada con picadores de San Pedro Regalado. Pero si ese corazón no va acompañado de precisión, el espectáculo se acaba convertido en ... un fuego de artificio que, en el momento de la verdad, hace 'pluf' en lugar de 'boom'. Y esto es lo que sucedió en la plaza de toros de Valladolid en el día del patrón de la ciudad, que hubo infinidad de 'plufs' cuando todo el tendido cruzaba los dedos al mismo tiempo, el de entrar a matar, esperando un 'boom' que se hizo esperar.
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Jarocho fue el único de los seis novilleros que logró arañar una oreja, y lo hizo en el último de la tarde, después de que todos sus compañeros errasen con la espada. El burgalés derrochó pundonor y el tercio de banderillas, que compartió con Ismael Martín, fue muy aplaudido. Estuvo elegante con la muleta, conectó con el público con su toreo en redondo a base de derechazos y cerró con dos manoletinas rematadas con un pase del desprecio que precedió, por fin, a una estocada mortal que hizo levantarse a los tendidos con buen sabor de boca.
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Pero antes de la estocada de Jarocho hubo cinco novilleros a los que les costó matar. La primera fue Raquel Martín, que protagonizó un gran quite por tafalleras y trató de exprimir al máximo a su rival con la muleta, pero mató a la segunda y dio la vuelta al ruedo sin trofeo.
El segundo de la tarde fue para Daniel Medina, que levantó a los tendidos con unas chicuelinas en los medios, pero su rival fue perdiendo fuerza con el paso del tiempo y llegó a la muleta pidiendo acero. Pese a esos problemas, Daniel exigió al astado, que se acabó echando en el albero en medio de una tanda. Tras unos interminables minutos, se levantó, pero al de Laguna le costó matarlo.
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Uno de los novilleros que más gustó fue Ismael Martín, que comenzó con una larga cambiada y regaló dos hermosos pares de banderillas al público en un tercio que compartió con Jarocho. Se estrenó con la muleta con un pase del péndulo de los que ponen los bellos de punta y después bajó el engaño a dos palmos del suelo para cuajar las mejores tandas de la tarde, pero tampoco anduvo fino con la espada y se fue de vacío, aunque recibió un caluroso aplauso.
Por su parte, el vallisoletano Mario Navas hizo lo indecible por agradar en su plaza, pero su entrega también quedó diluida por su mal hacer con la espada. Eso mismo le sucedió a Jesús de la Calzada, que recibió a su oponente a porta gayola de espaldas para, después, con la muleta, pasarse al novillo por la espalda de rodillas. Pero todo eso no le sirvió para llevarse un premio por su falta de precisión con la espada. Y es que, como decíamos al principio, el corazón sin precisión no da triunfos en esto del toreo.
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