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Antonio Terán ejerce como coordinador del Centro Ambulatorio de Atención a Drogodependencias San Juan de Dios. Este doctor en medicina, especialista en psiquiatría, cuenta con una experiencia profesional de más de 35 años en lo referente a las adicciones y asegura que la dependencia de ... la tecnología es aún un terreno por explorar, pero que hay signos inequívocos para saber si el abuso ha tornado en adicción.
–¿Cómo pueden detectar los padres que sus hijos son adictos a las pantallas?
–Hay signos claros de alerta para saber si un hijo es adicto a las pantallas. De repente hay un cambio en el comportamiento.El joven se empieza aislar, pasa mucho tiempo delante de la pantalla, muchas veces se vuelve más retraído, pasa demasiadas horas en la habitación y empieza a tener problemas de sueño. Alarga tanto el uso de las nuevas tecnologías que luego le cuesta mucho levantarse. Es habitual que escuchemos en la consulta que un padre ha descubierto a su hijo tapado con las sábanas conectado a las redes sociales a las 2 de la madrugada.
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Marco Alonso
–¿Qué problemas están ligados a esta adicción?
–Los rendimientos académicos comienzan a bajar, observamos situaciones de ansiedad, de inquietud, de nerviosismo e irritabilidad cuando por algún motivo no se puede usar la pantalla porque se ha ido la luz o la conexión o porque los padres limitan el uso. En ese momento, el joven muestra una actitud claramente inadecuada que muchas veces llega a la ira y la agresividad.
–¿Qué debe hacer un padre para atajar el problema cuando ve esos signos de alerta?
–Pedir ayuda a un especialista del ámbito de la psicología o de la psicopedagogía. Aquí no hay una pastilla que podamos dar a un joven que le elimine esa tendencia desmedida. Hay determinados videojuegos que tienen unos patrones oscuros diseñados para enganchar. No se trata de prohibir ni de castigar, sino de reeducar al joven a usar la tecnología. Es fundamental desarrollar una inteligencia digital en esta época pero sin que se produzca un desarrollo enfermizo y obsesivo.
Ser adolescente en medio de una pandemia no es fácil. En esta etapa de la vida las relaciones sociales cobran una relevancia crucial y con esas primeras amistades e interacciones se va forjando la personalidad, por lo que ver restringido el contacto social en este momento de la vida tiene sus riesgos. Ante esta situación, muchos jóvenes han incremento el uso que hacen de las nuevas tecnologías de la comunicación y la información y no son pocos los que reconocen que las usan demasiado. Una de esas adolescentes que no oculta que pasa demasiado tiempo pegada al móvil es Eylo Rico, una estudiante de 2º de ESO en Maristas de 13 años. «Estoy enganchada al teléfono, pero depende del día. En el confinamiento estuve todo el rato con móviles, ordenadores y tabletas. La educación era por Internet y además yo estaba siempre hablando por ahí con mis amigos», explica Eylo en una reflexión suscrita por una joven cuatro años mayor, la estudiante de segundo de bachillerato María de la Cal. «Hay bastante gente que es adicta, que ha vivido toda la vida pegada al móvil y que no puede dejarlo ni un segundo», explica esta joven de 17 años.
Pero no todos los jóvenes consideran el móvil un apéndice de su cuerpo. Para corroborarlo solo hay que escuchar a Marcos de Pedro, estudiante de tercero de ESO en el San Agustín. «A mí no me va a condicionan haber estado medio año metido en casa hablando con la gente detrás de la pantalla porque no me gusta. Prefiero relacionarme cara a cara», explica este joven de 14 años, que opina de una forma similar a Cecilia Pérez, estudiante de tercero de la ESO en el Ferrari. «No considero que yo tenga adicción porque hay días que paso más tiempo con las pantallas y otros que paso menos. Algunos compañeros que tengo están siempre conectados y eso es malo porque se pasan todo el día tirados sin hacer nada», indica esta adolescente.
Y en este contexto, en el que las pantallas se han convertido en un modo para interactuar sin riesgo de contagio de la covid-19, el joven de 17 años Óliver Orlando resume su relación con las pantallas de una forma pragmática. «Somos personas y tenemos que relacionarnos. Si no se puede cara a cara, tenemos la tecnología para hacerlo», explica Óliver para dejar claro que nada tiene que ver el uso de las pantallas con su abuso, tal y como explica también Eylo Rico. «Sucede con todo en la vida. En el momento en el que se abusa de algo, pueden llegar los problemas», concluye Eylo.
–Las relaciones cara a cara están restringidas. ¿Limitar el uso del móvil no puede condicionar las habilidades sociales?
–Las redes sociales y las pantallas deben representar una parte de la socialización. La clave está en la educación en el buen uso. Muchos padres de ahora bajarían a la calle cuando eran jóvenes, ese era el espacio de socialización habitual, pero había unas normas. Sus padres les observaban desde casa y si veían algo incorrecto, les enseñaban la zapatilla. Con esto se debe hacer algo similar.
–¿Esta adicción es equiparable a la de las drogas o al alcohol?
–No hay unanimidad en la comunidad científica a nivel internacional a la hora de considerar las ciberadicciones como una patología. Estamos en un terreno muy novedoso, que va avanzar mucho en los próximos años.
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