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Luis, rodeado por sus familiares, y abajo con su esposa, Cándida, fallecida en 1990. Alberto Mingueza
El sietemesino que cumple 104 años

El sietemesino que cumple 104 años

El exferroviario Luis García Martínez, que ayer sopló las velas con parte de su familia, ha sobrevivido a la epidemia de la gripe, a la Guerra Civil y al virus

Laura Negro

Valladolid

Jueves, 4 de febrero 2021, 07:17

Yo creo que allá arriba, en el cielo, hay un ángel que siempre me cierra las puertas. Se ve que no me quiere allí y siempre me manda para abajo», cuenta con sorna Luis García Martínez. Él es un superviviente nato. Ha vivido una guerra civil, la gripe española y también ha superado elcoronavirus.Ayer cumplió 104 años, y lo celebró acompañado de algunos miembros de su familia, que acudieron a buscarle a la residencia Patio de los Palacios, en Valladolid. Fue para él un día de emociones en el que confesó sentirse «el niño mimado de la residencia».

Nació el día de San Blas, del año 1917. Fue sietemesino. Un bebé milagro. Era tan delicado, que sus padres, Donato y Luisa, pensaron que enseguida le perderían. Le llevaron corriendo a la iglesia de Valdestillas, su pueblo natal, para bautizarle, y al mismo tiempo recibió la extremaunción. No contaban con él. «Conocí a mi suegra recién bautizado. Era la mujer del cartero del pueblo. Regresábamos a casa desde la iglesia y vivíamos tan lejos, que mis padres hicieron una parada en la casa de esta amiga para calentarme en su cocina de paja. Ya entonces me echó el ojo para su hija», dice bromista.

En una cuna de madera, entre algodones y ladrillos calentados a la lumbre, Luis fue superando las complicaciones. «Ya ves… decían que me iba a morir, y aquí estoy yo. Con 104 años y disfrutando de la vida», comenta. Fue el segundo de una familia de cuatro hermanos muy vinculada al ferrocarril. Su padre era el jefe de la estación de Valdestillas, el lugar del que mejores recuerdos de infancia guarda en su memoria.

Tuvo una infancia feliz, pero una juventud triste. La Guerra Civil lo marcó para siempre. Se alistó como voluntario en el tercio de requetés y le destinaron a La Granja y al Alto del León, donde recuerda duras batallas, especialmente las de mayo de 1937. «Aquello fue terrible. Nos metíamos a dormir en las caballerizas y de repente nos despertaban los cañonazos del otro bando. Hacíamos lo que haría todo el mundo, escondernos».

Al regresar retomó su vida dedicada al tren. Terminó sus estudios de delineación y pronto comenzó a ejercer de calcador delineante. Aprobó las oposiciones para interventor, una profesión que le apasionaba y a la que dedicó toda su vida, hasta que en 1981 le llegó la hora de jubilarse.

«Yo creo que allá arriba, en el cielo, hay un ángel que siempre me cierra las puertas; se ve que no me quiere allí y me manda para abajo»

El 24 de julio de 1941 se casó con Cándida. Llevaban de novios desde los 15 años y tuvieron una vida plena, con cuatro hijos: María Nieves, Carmina, Luis y Chema. «Entre nietos y biznietos tengo 17. Puedo decir que he sido muy feliz. El mayor golpe fue cuando en 1990 falleció mi mujer», se entristece. Hasta hace un año y medio, cuando le dio un ictus, Luis vivía solo y se valía por si mismo. Bajaba a por la compra y se cocinaba a menudo unas sopitas de ajo, que le encantan. Ahora, es uno más de la residencia Patio de los Palacios, en Valladolid.

Memorias

Sus hijos, nietos y biznietos están siempre pendientes de él. Nunca le faltaba una visita de los suyos, pero llegó la pandemia y ese contacto familiar al que estaba acostumbrado tuvo que empezar a realizarse a través de llamadas y videollamadas, con las que se defiende bien. «Esto del coronavirus es terrible, pero tendrá que pasar», cuenta. La semana pasada Luis recibió la segunda dosis de la vacuna de la covid. Se muestra valiente y dice que no le tiene miedo a nada, y es que aquel que nació sietemesino, hoy parece invencible. En abril se contagió de coronavirus. Lo pasó sin síntomas y en cambio le dejó altos niveles de anticuerpos en la sangre. Nunca pensó que soplaría más de 100 velas de cumpleaños. Él estaba convencido de que su final estaba escrito a los 71, igual que su padre. «De joven creía que moriría a su misma edad, y ya ves… le he rebasado». Animado por una de sus nietas, Luis hace 18 años que empezó a escribir sus memorias. Tenía mucho que contar. Ya llevaba 250 folios escritos, cuando el ictus le interrumpió.

Siempre le gustaron las reuniones familiares y en su casa el día más especial del año, era el 6 de enero. «Poner los reyes a mis hijos era una delicia. Les mandaba a todos a la cama y a las tres me levantaba. A cada uno le ponía un papelito con los fallos que había tenido ese año. Lo pasábamos bien. Estoy muy contento con todos ellos», reconoce. Esa celebración de cada 6 de enero la han seguido manteniendo con todos los nietos y biznietos. Este año la pandemia les ha privado de esa reunión, que esperan retomar al año próximo, cuando el sietemesino de Valdestillas, esté a punto de soplar las 105 velas.

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