Siete hermanos, siete hijos
«No me digas que no es coincidencia premonitoria: ir yo a nacer en la sede del que habría de ser mi periódico de por vida»
Siempre he estado rodeado de niños», me decía Miguel Delibes en la «hora» del pasado domingo. Primero siete hermanos –con él, ocho–, y luego siete ... hijos. Porque también hablábamos, en nuestras rondas y paseos, de nuestras respectivas familias. De la mía, muy exigua, dos hermanos y tres hijos; y de la suya, muy numerosa. Ocho fueron, en efecto, los hijos de Adolfo Delibes, director de la Escuela de Comercio de Valladolid, y de María del Milagro Setién, ama de casa: cinco varones y tres hembras.
No pocas veces pasábamos, en nuestros paseos por el Campo Grande y alrededores, frente a la casa natal del novelista: Acera de Recoletos, número 12. Casa de gran porte arquitectónico que a Miguel le traía no pocos recuerdos de sus primeros años. Fue construida, a finales del XIX, por Eloy Silió, emparentado con los abuelos paternos del novelista, y los bajos del edificio llegaron a albergar, de 1895 a 1906, la redacción e imprenta del periódico El Norte de Castilla.
– No me digas que no es coincidencia premonitoria: ir yo a nacer en la sede del que habría de ser mi periódico de por vida.
Conquistar el mundo
También bromeaba Miguel Delibes sobre su prolífica familia: «Mi padre se casa con cuarenta y dos años, con mi madre, de sólo veintipocos. Así y todo tuvieron ocho hijos. No te quiero ni contar si llega mi padre a casarse con veinticinco años...»
Miguel siempre se hizo lenguas de sus hermanos. Su resignada y paciente madre, doña María, perdía a veces, no obstante, los estribos, y echaba entonces mano de uno de estos dos desenlaces: o mandar a la prole a jugar al vecino Campo Grande; o ponerlos a todos en fila india y propinar un cachete a cada uno. Si alguno se quejaba de no merecerlo, ella tenía la respuesta oportuna: «Por las veces que te lo has ganado y te has librado de él».
La unión entre los hermanos Delibes solía expresarla Miguel –el tercero de los ocho– con este convencido y gráfico aserto: «Los Delibes somos como los gitanos, si a cualquiera de nosotros le pasa algo, sea bueno o malo, allí estamos todos en racimo».
Pero donde más patente quedó plasmado este convencimiento fue, sin duda, en la dedicatoria de la novela 'Mi idolatrado hijo Sisí' (1953): «A mis hermanos Adolfo, Concha, José Ramón, Federico, María Luisa, Manuel y Ana María, en la confianza de que ocho hermanos unidos pueden conquistar el mundo».
Siete hijos
Aunque está claro que cuando el escritor alude a que siempre se vio rodeado de niños, se está refiriendo sobre todo a sus hijos. A sus siete hijos. De unos y otros saltaban anécdotas o peculiaridades en nuestras «horas» de andadura de aquí para allá. Incluso algunas de estas anécdotas o comportamientos filiales han pasado, camuflados, claro, a cuentos o novelas delibeanas. Yo le tiraba de la lengua a Miguel para sonsacarle algunas de estas transformaciones.
– Prácticamente todos tus hijos rondan por la novela 'Señora de rojo sobre fondo gris'. Empezando por la interlocutora del pintor protagonista.
– Sí, era mi hija Ángeles. Que en la novela se llama también como su madre literaria, Ana. Y que además en el relato cobra más protagonismo como activista política contra Franco.
– Y en 'El príncipe destronado' Quico, el protagonista, es el doble de ...
– De mi hijo Adolfo. Tenía cuatro años, como Quico, y fue «destronado» por su hermana Camino, Cris en la novela. Yo en mi vida familiar he asistido, como padre, a unos cuantos destronamientos infantiles...
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