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Francisco Gómez-Ulla de Irazazábal. Catedrático de Oftalmología. Santiago de Compostela
Viernes, 31 de enero 2025, 06:46
Hay personas que pasan por la vida dejando una huella imborrable y José Carlos Pastor Jimeno, al que he tenido la inmersa fortuna de conocer, es un buen ejemplo de ello. Oftalmólogo, investigador, profesor emérito de la Universidad de Valladolid, fundador del prestigioso IOBA, ... y lo más importante, más allá de sus cargos, gran profesional y mejor persona.
Puedo afirmarlo con conocimiento de causa porque a él me une una amistad de más de 40 años. Aún recuerdo nuestro primer encuentro. Fue en una reunión en Galicia en la que habló de glaucoma siendo muy joven y pocos meses antes de que acabásemos siendo coopositores a un cuerpo ya extinguido que se llamaba 'Oftalmólogos de Sanidad Nacional'. Ahí conocí la verdadera capacidad de síntesis para abordar los problemas y la visión que tenía de la oftalmología.
Toda su vida la dedicó a dar el mejor ejemplo posible tanto en el cuidado de sus pacientes como en la enseñanza a sus alumnos. Siempre decía que la Medicina es más que el aprendizaje de conocimientos teóricos y el manejo de la tecnología. Y así se lo transmitía a sus estudiantes para que entendieran cómo tenían que relacionarse con los pacientes infundiéndoles confianza, afecto y que percibieran claramente, como sabiamente decía, que estamos interesados en sus problemas, porque eso es precisamente lo que cada uno de nosotros espera de los médicos cuando está enfermo.
La universidad fue su vida. En la de Navarra empezó su carrera y la de Santiago de Compostela, en la que obtuvo su plaza de profesor agregado con 28 años, le ayudó a madurar, tal y como reconoció alguna vez. En ella pasó dos años, a mi juicio, de gran aprendizaje que sirvieron para que una persona como el, que era algo autodidacta, pudiese ver otros aspectos de la oftalmología de aquel momento.
No puedo olvidarme de hacer mención, claro está, también a la de Valladolid, a la que se sentía tremendamente orgulloso de pertenecer, ya que fue esta Universidad la que le permitió desarrollar muchos de sus sueños. Con 30 años, siendo uno de los catedráticos de oftalmología más jóvenes que ha habido en España, se hizo cargo de la Cátedra y de la Jefatura de Servicio, Servicio que llevó a un nivel tan prestigioso que durante muchos años fue una de las prioridades en la elección de los números MIR más altos. De hecho, de él salieron oftalmólogos que son referentes y líderes de opinión a nivel nacional, sobre todo en el campo de la retina, una de las especialidades a las que José Carlos Pastor se dedicó de manera especial.
Era un gran amante de la investigación sin la cual no entendía el ejercicio de su profesión. Probablemente muchos de los que formamos parte de la oftalmología española hemos aprendido del concepto de investigación que él llevaba a cabo. De hecho, fue el coordinador y uno de los máximos impulsores de la Red de Investigación Colaborativa del Instituto de Salud Carlos III, Oftared. Es patrono de la Fundación Retinaplus+; uno de los impulsores del Observatorio Nacional de Enfermedades Raras, ONERO, y fundador del IOBA, el primer, como a él le gustaba decir, Instituto Universitario nacido de la Ley de Reforma Universitaria, del que ha sido presidente y máximo exponente durante muchos años.
A lo largo de su brillante trayectoria profesional ha estado también en campos polémicos. Una de sus últimas áreas de actuación fue su compromiso e interés por implantar la seguridad de dispositivos médicos de cirugía intraocular, a raíz de los efectos secundarios producidos por el fármaco AlaOcta que dejó sin visión a un centenar de pacientes.
Su pasión por el deporte, karateka, maratoniano y ciclista empedernido, le ayudó a soportar estoicamente los reveses de la vida, profesionales y personales. Y también, el final de sus días. Un final que estuvo marcado desgraciadamente por la lucha contra un cáncer que acabó mostrando su peor cara. Pero también en esos difíciles momentos practicó con el ejemplo, convirtiéndose en fuente de inspiración para todas aquellas personas que están afrontando esta misma situación, con humildad, serenidad, optimismo y sentido del humor.
José Carlos Pastor ha sido una persona que ha marcado una época en la oftalmología española, especialmente desde el punto de vista de la investigación. Es triste despedir a una persona que dedicó toda su vida a trabajar y a servir a los demás, pero más triste es despedir a un amigo. Un amigo al que siempre en la intimidad le llamaba de manera jocosa «el manco de Valladolid», por su carácter directo y falta de mano izquierda, que le hacía decir siempre las verdades con todo el corazón y desde el cariño, pero nunca con ánimo de ofender.
Quiero trasladarle mi más sentido pésame a toda su familia. A su mujer Marga Calonge, catedrática también de oftalmología, a su hijo Salva, quien ha cogido el relevo de un padre excepcional en su campo, y a todos sus hijos, de los que se sentía muy orgulloso.
En sus últimas publicaciones decía que veía que su vida no había sido del todo estéril. Ni mucho menos, querido José Carlos. Siéntete orgulloso del inmenso legado profesional y personal que dejas en la sociedad.
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