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Cuando en un futuro alguien escriba la historia de la pandemia de la covid-19, tendrá que dedicar un capítulo, quizás el más importante, a las miles de personas que perdieron la vida por la enfermedad. Historias emotivas como las de Evasio Rodríguez Ortega y Celia González Martínez, un matrimonio de Villagarcía de Campos que fallecía por coronavirus a mediados de este mes.
En 2017 habían sido ingresados en una residencia de Villanubla por el estado de Celia. Entonces Evasio tuvo claro desde un principio que «donde fuere ella, allí voy yo». En febrero de 2019 el matrimonio se trasladaba a la residencia Doctor Villacián, en Valladolid capital. Fue el viernes 10 de abril cuando el centro informaba a sus hijos, Javier, Jesús y Milagros, que sus padres habían dado positivo, pero sin síntomas. Al día siguiente, Javier habló con su padre y este le dijo que estaban bien. Pero el domingo, de madrugada, Evasio convulsionó. Lograron estabilizarle e informaron a la familia. Sin embargo, el Hospital Río Hortega denegó su ingreso pese a las indicaciones de la médica de la residencia, según denuncian sus familiares.
Especiales coronavirus
«Mi abuelo, a pesar de sus 91 años, estaba perfectamente, tenía total independencia y la cabeza muy bien», explica su nieta Tamara Martín, que recuerda que «a media tarde de ese día fallecía ante el disgusto del personal de la residencia, que no se lo podía creer por lo bien que estaba». Una semana después moría su esposa en el hospital, a los 87 años. Solo había tenido fiebre dos días.
Ahora llega la pena y el desconsuelo de sus hijos. «Nunca podré olvidar el dolor de vuestra partida, pero tampoco olvidaré la mejor experiencia de haberos tenido en mi vida», porque «me habéis cuidado siempre y yo, por eso, os he cuidado hasta que os habéis ido y me habéis dejado sola». Son las palabras que les ha querido dedicar Milagros Rodríguez, la hija que vive en Madrid, y su hermano Javier, para el que «lo más triste de esta situación que estamos viviendo es que no les podamos haber dado la despedida que ellos se merecían, de estar rodeados de todos los suyos». Al menos, «nos quedamos con los recuerdos que permanecerán en nosotros», siendo «uno de los que más me han dejado huella, al ser también uno de los últimos, cuando conocieron a su biznieto más pequeño, pues no había visto la cara y ojos de mi padre brillar como cuando lo tuvo entre sus brazos». A Jesús, que vive en Villagarcía de Campos, le queda como consuelo y tranquilidad «la suerte de ser el que más cerca vivía de ellos y poder verles casi todos los días».
En la memoria de sus tres hijos quedan los años vividos en Villagarcía de Campos, en su casa de la Plaza Mayor. Los quehaceres de Evasio en la ganadería y la agricultura, sus partidas en el bar de Jesús, al dominó y las cartas. La participación de Celia en el coro parroquial, su voluntariado en el centro de día de Rioseco, su ayuda en la colegiata de los jesuitas, sus partidas en el bar de Tino. La devoción de los dos por la Virgen del Carmen y el Corazón de Jesús y la llegada de los nietos en fiestas, «cuidándonos mientras nuestros padres salían», recuerda con emoción Tamara, que no olvida que «a los dos lo que más les gustaba era que la familia estuviera junta».
La hermana de Tamara, Laura, iba a empezar a trabajar en la residencia de sus abuelos, pero su muerte ha impedido que les pueda cuidar, «sin siquiera verles por última vez». Ahora está en la del Cardenal Marcelo, para no pasar por el disgusto del recuerdo de sus abuelos, a la vez que tiene la oportunidad de cuidar a Sixto Martínez, vecino de Villagarcía de Campos que también tiene el virus. Laura y Tamara, hijas de Milagros, recuerdan con cariño a sus abuelos «como unos segundos padres, siempre al pie del cañón».
Marcos Rodríguez, hijo de Javier, manda a sus abuelos el mensaje de que «podéis estar orgullosos de la impronta que habéis dejado; en una vida llena de esfuerzo, sacrificio y bondad, habéis forjado una gran familia: hijos, nietos y biznietos que no os olvidarán nunca». Para su hermana, Azahara, «pese al dolor que se siente y de no poder abrazar a la familia», intent encontrar el consuelo «en los buenos momentos que viví con ellos, que guardaré siempre en mi corazón». Gratos y emotivos recuerdos que en estos momentos de tristeza guardan como un tesoro los también nietos Míriam, Esther y Almudena, hijos de Jesús Rodríguez.
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Jon Garay e Isabel Toledo
J. Arrieta | J. Benítez | G. de las Heras | J. Fernández, Josemi Benítez, Gonzalo de las Heras y Julia Fernández
Josemi Benítez, Gonzalo de las Heras, Miguel Lorenci, Sara I. Belled y Julia Fernández
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