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Se estima que apareció por Valladolid hace muy poco tiempo. Pero desde que llegó, a tenor de lo sucedido, ha recorrido gran parte de los recovecos de la ciudad. Desde el centro hasta el barrio del Cuatro de Marzo. Y todo eso en una semana, ... en la que este hombre, de unos 45 años, ha completado un sinfín de hurtos en establecimientos comerciales de la capital. Hasta la madrugada del pasado sábado, cuando fue detenido tras una operación policial que contó con la colaboración de una de sus últimas víctimas.
Empecemos por lo que hasta el momento es el final de la historia (no se descarta que este relato tenga una segunda parte en futuros días al quedar en libertad con cargos). El 29 de abril, este hombre, por la tarde, accedió al restaurante Manolín, en el camino de la Esperanza, y sacó a relucir su 'modus operandi': robos sigilosos de tarjetas y dinero para abandonar el lugar como si ahí no hubiera sucedido nada. «Era un día normal. Entró un hombre y fue directo al servicio. Precisamente, tenemos el vestuario cerca del servicio público y bajó hasta la barra. En ese momento, dijo a un camarero que se encontraba mal y que le dijera a su familia que me había ido a casa. Iba con un móvil en la mano y a otro camarero le pidió el favor de que pidiera un taxi», rememora Manuel Armesto Gallego, propietario del restaurante.
Sucesos en Valladolid
Sofía Fernández
Sofía Fernández
Y así fue, ese hombre 'indispuesto' abandonó la zona en un taxi. Pero lo que no sabía Manuel y el resto de compañeros es que habían sido la enésima víctima de este hombre, vecino de San Sebastián, y con antecedentes policiales similares en otros puntos de la geografía española. «Cuando ya estábamos terminando la jornada, una compañera apuntó que había perdido la cartera al comprar unas gominolas. Más tarde, yo también me di cuenta de que me faltaba la cartera y el móvil. Ahí, me percaté de que la oficina, que no estaba desordenada, no la había cerrado con llave», continúa el propietario del establecimiento hostelero.
Manuel Armesto
Propietario del restaurante Manolín
Se fue a su casa y allí confirmó sus sospechas al no tener sus pertenencias en el hogar. «Avisé a la Policía Nacional y a la compañera para decirle que nos habían robado», agrega Manuel. Y sí, durante la jornada laboral, este hombre entró en el local y entró en la oficina. Se llevó la tarjeta de una camarera, así como el reloj, carteras, móviles y tarjetas del hostelero. «No buscó mucho más. Sabía lo que quería. No lo desordenó para que uno no se diera cuenta», detalla.
Tras avisar desde casa a la Policía, al hijo de Manuel Armesto, de 14 años, se le encendió la bombilla. 'Papi, en el móvil tienes una aplicación con la que se puede saber dónde está el teléfono', le dijo antes de empezar a trastear cómo activar la ubicación del GPS. «Nos costó un poco, pero resultó ser eficiente. Vimos que estuvo un tiempo parado y luego emprendió la marcha. Ahí, ya habíamos comentado a la Policía que había hecho una serie de cargos en la tarjeta en un estanco cercano. A los agentes les íbamos diciendo por dónde se iba moviendo y así fue hasta que fue detenido. Precisamente, viajaba en el mismo taxi que le habíamos pedido desde el restaurante. Luego fui a la Policía y hasta me dieron objetos que me había robado y de los que no me había percatado», concluye tras recuperar gran parte de sus pertenencias.
Porque a Manuel aún le falta por recuperar el carné de conducir y 150 euros que tenía en una cartera (los otros 100 euros de otra cartera se los devolvieron, así como los 45 euros hurtados de la camarera). «Gracias a mi hijo, hemos recuperado casi todo. Además, a lo mejor, ese hombre todavía no estaría detenido. Evidentemente, le pregunté a mi hijo cómo sabía que tenía yo esa aplicación y me dijo que una vez me cogió el teléfono y me lo estuvo mirando. Le gusta mucho trastear con estos aparatos», añade Manuel.
Pero ese mismo día, antes de ser detenido, el ladrón sigiloso se movió a escasos metros del restaurante Manolín. Porque acto seguido se trasladó hasta el estanco, de 24 horas, ubicado en el número 158 del paseo de Zorrilla para gastarse un total de 280 euros en tabaco y pipas. Todo ello, en compras divididas para ir pagando cuantías inferiores a 50 euros y evitar, de esta forma, poner el número PIN de las tarjetas que utilizaba. «De repente vino un hombre y se empezó a hacer el borracho para empezar a pedir tabaco (concretamente Marlboro)», explica Alejandra Duque, la empleada que esa noche trabajaba en el local y atendía a los clientes desde una ventanilla.
«Siempre pedía cajetillas de nueve en nueve y nunca pasaba de los 50 euros. Pedía nueve y pagaba; pedía nueve y pagaba. Iba probando tarjetas y con la que funcionaba, con esa tiraba», detalla Alejandra sobre los nueve paquetes de Marlboro, tres de tabaco de liar y cinco pipas que se llevó esa noche.
En ese momento, la empleada no sospechaba nada. «Dije para mí, que hombre más raro, luego uno cae y se da cuenta que eran tarjetas robadas. Tendría unas seis y ahí había de todos los bancos. Además, siempre apuntaba que el tabaco era para su mujer y que tenía un bar», añade.
Precisamente, el menos uno de esos pagos se efectuó con una de las tarjetas de Manuel, lo que dejó un rastro. «Vino la Policía y reconocieron al hombre a través de las grabaciones», explica Alejandra sin saber que momentos después esa persona iba a ser detenida.
Alejandra Duque
Empleada del estanco del número 158 del paseo de Zorrilla
Esos fueron los últimos hurtos del sigiloso ladrón en un reguero de actuaciones que empezaron el 22 de abril en el bar Mangata, en la plaza de Tenerías. Allí, según detalla la responsable, que prefiere mantener el anonimato, este hombre, en una apariencia normal, entró nada más abrir. «Nadie se dio cuenta hasta que se fue. Accedió, fue a la caja y se llevó una cuantía de entre 300 y 600 euros. Sabía lo que hacía, porque se podía haber llevado algo más de dinero. Creemos que a lo mejor nos vigiló durante algunos días previos», agrega la hostelera, que denunció los hechos esa misma mañana a la par que días más tarde se iba enterando de más hurtos por otros rincones de la ciudad.
Precisamente, al miércoles siguiente, el 26 de abril, se le reconoció en el Erchus 2, en la calle Esteban García Chico. En ese establecimiento hostelero, se le ve cómo accede a una estancia privada y busca en la chaqueta del camarero, que en ese momento se hallaba tras la barra. «No se llevó nada», insisten desde el bar.
Mismo 'modus operandi' se llevó a cabo sobre esas fechas en el centro de belleza Icaria de calle Bajada de la Libertad. Este establecimiento no ha querido hacer declaraciones sobre el hurto sufrido la semana pasada.
Por cierto, en ese periodo de tiempo, en el bar Yovilant se dejaron tres hamburguesas sin pagar. Un hecho que también se le relaciona al sigiloso ladrón de tarjetas y dinero de Valladolid.
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