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La riosecana María Rubio Lora, de 32 años, ha batallado al coronavirus desde la primera línea de combate. Lo ha hecho como personal sanitario del Servicio de Radiodiagnóstico del Hospital Río Hortega de la capital, en el que trabaja desde el pasado mes de septiembre. Reconoce que han sido unas semanas «con un volumen muy grande de trabajo», haciendo radiografías con el equipo portátil en las distintas áreas del centro hospitalarios para que con «los enfermos no estuvieran deambulando con un mayor riesgo de contagio».
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«Los primeros días fueron muy duros; faltaba material y no conocíamos la enfermedad lo suficiente. También había miedo al contagio y a poder llevar el virus a la familia», comenta.
Pese a ser considerada personal «de bajo riesgo», Rubio ha estado constantemente expuesta al contagio, pues trataba de forma directa con pacientes sospechosos o positivos. Después de «tantos días» de trato directo con la enfermedad, esta riosecana vivió dos momentos que, dice, no olvidará «jamás». «Había dos jóvenes que estaban mirando su móvil, esperando los resultados, y al cuarto de hora empeoraron y tuvieron que ser intubados; también el de una mujer que al entrar en lo que nosotros llamamos zona covid llamó a su familia para despedirse. Intentabas tranquilizarles y animarles, hacerles saber que no estaban solos, pero fueron momentos muy duros», reconoce esta profesional.
La crisis sanitaria ha permitido a esta riosecana «valorar cosas que antes no lo hacías». Ahora, incide, es «mejor profesional y persona». «Comprendes que no solo importa lo material;haberlo vivido tan de cerca te ayuda a valorar más la vida. Cuando puedes ayudar a la gente, te enriqueces», añade. Asimismo, reconoce sentir «impotencia por la relajación en las medidas de seguridad». «Me da miedo pensar que podemos volver al principio, no hay que bajar la guardia», sostiene, al tiempo que asevera que «a muchos les pondría un traje EPI y les daría una vuelta por los hospitales para ver si se convencen de que esto es muy duro».
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