Salvar al Lobo Feroz
Ilustradores vallisoletanos lanzan una campaña para intentar evitar el cierre de una librería infantil
En las estanterías empiezan a asomar los huecos. También en la de la entrada, a la izquierda, esa que Lola Tejada montó destornillador en mano para que cupieran unos cuantos álbumes ilustrados más. Y en la del fondo, a la izquierda, donde se escondía el «rincón secreto para obras selectas» dirigidas al público adulto. El Lobo Feroz saluda aún con una sonrisa nada más traspasar la puerta, pero sabe ya que su fin está marcado. En noviembre, este local de Paulina Harriet que durante cuatro años ha escondido sueños y aventuras se quedará vacío a la espera de que lo ocupe otro negocio, quién sabe si una franquicia.
Al ‘lobo’ se lo ha comido una mala racha de ventas. No hace falta mucho más para llevarse el palo en una industria, la de los libros, que trabaja con unos márgenes muy estrechos y en la que los gigantes asépticos de Internet, sin ojos, cabeza e intuición de librera, tienen la fuerza bruta. Lola Tejada comenzó en el negocio como la apuesta lógica de alguien formado en el mundo editorial que de repente se ve obligado a empezar de nuevo. Lectora empedernida, fan acérrima de Guillermo Brown, de cuyas aventuras siempre ha habido un ejemplar en las estanterías, escogió desde el principio el camino complicado. Nada de series de éxito facilonas. Mucho álbum ilustrado. Firmas espléndidas como Oliver Jeffers. Textos irónicos y mordaces de Roald Dahl. Ediciones preciosas de ‘La isla del tesoro’, ‘Alicia’ y otros clásicos. «Siempre he sido lectora y mucha de la gente que lee tiene ese remusguillo de, un día, abrir una librería. Estaba sin trabajo, tenía unos ahorros y tres niños que entonces eran más pequeños y me di cuenta de que en la literatura infantil no había ninguna librería tan exclusiva de álbum ilustrado, que era mi proyecto más allá de Peppa Pig,Disney...».

Apoyo a lo local
Y siempre, siempre, con un apoyo incondicional a los ilustradores de la tierra, con quienes ha organizado talleres para niños y exposiciones. Y a esos cuentacuentos que en el altillo, en esa entreplanta que funciona como guarida de las maravillas, han ‘boquiabiertado’ a los niños y a los padres e incluso han susurrado historias bonitas a los bebés, para que su cerebro en formación empiece a dejarse acariciar por las palabras. «Siempre aposté mucho por las actividades, incluso en aquel primer local, que era muy chiquitín. Aquí puedo organizar más actividades para niños, mayores, exposiciones... Quería que la librería no fuera solo un lugar al que venir a comprar, sino que pudieras entrar a descubrir, a mirar, a aprender cosas nuevas... Incluso a llevarte algo que no pensabas».
Por eso la noticia de que El Lobo Feroz se quedaba sin su cueva ha sido un mazazo que ha provocado una reacción emocional. No cierra una librería, cierra un lugar especial. Y varios ilustradores, desde los agrupados en la agencia Pencil –Cinta Arribas o Cecilia Moreno– hasta Óscar del Amo o Raúl Ortiz, pasando por el contador Fernando Saldaña, han mostrado en las redes su apoyo total al lobito. «Ven a ver al lobo» es su lema. Y han creado carteles especiales para invitar a los ciudadanos a visitar la librería. A comprar libros. A disfrutar de ella antes de que se eche la verja y esos álbumes preciosos de Kalandraka, esas ediciones cuidadas de Nórdica, esas irreverencias de Jeffers, se queden sin estantería que las cobije.

Eso es lo que conforta a Lola Tejada después de ese momento duro en el que hay que tomar la decisión de cerrar. De no apurar más para evitar que el agujero crezca. «Mi clientela me quiere mucho. Lo que más me estoy llevando estos días es una oleada de cariño impresionante», explica. «Tanto por los ilustradores, que es verdad que hemos tenido siempre un contacto muy íntimo y cercano, porque he intentado siempre ser cómplice suya, como de los clientes y de muchísima gente que está siendo maravillosa». Y aquí la voz, ejem, amenaza quiebra. Traga saliva. Porque cuando el trabajo es vocacional, rezuma pasión, perderlo se asemeja más a una ruptura sentimental que a otra cosa. Y Lola, perspicaz siempre para encontrar el libro adecuado para una pista tan genérica como«es para un niño de ocho años, lee poco pero le gusta dibujar, le entusiasman los animalitos, sobre todo los delfines», aparece ahora más apagada. Sabe que ya no puede decir «te lo encargo». Que se acabó lo de desempaquetar cajas con las últimas remesas de novedades para reponer los vacíos.

Hace apenas dos años, el Ministerio de Cultura lanzó un concurso digital para encontrar «librerías molonas». Los vallisoletanos votaron cinco. Una de ellas era El Lobo Feroz. «Sigue habiendo buenos libreros», suspira Lola.
Richmal Crompton, maestra, tuvo que abandonar su profesión por la poliomielitis. Comenzó entonces a escribir y de su imaginación nació Guillermo Brown. El niño que inspiró las lecturas que llevaron a Lola Tejada a ser librera. La vocación que ahora abandona para llevar a su lobo hasta la siguiente aventura.

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