Ana Sánchez (izquierda), Mari Luz Rodríguez, Mayte Montero y María José Cocero, en los laboratorios de Ingeniería Química. Ramón Gómez

El 'sacerdocio' de hacer ciencia en femenino

Investigación ·

Cuatro catedráticas de la UVA figuran en el ránking de autoras más citadas por sus trabajos. Las suyas son trayectorias entregadas a sus laboratorios

Antonio Corbillón

Valladolid

Domingo, 22 de enero 2023, 14:10

En el año 1508 Lucía Medrano impartió la primera cátedra en femenino que se conoce en España. La dio en la Universidad de Salamanca. Lo hizo para sustituir a Antonio de Nebrija, un auténtico 'Leonardo da Vinci' a la española. En 1892, la vallisoletana Ángela ... Carraffa de Nava se convirtió en la primera doctora en Filosofía y Letras.

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Cinco siglos después de Medrano y a 130 años de distancia de Carraffa, el papel de las mujeres en la excelencia universitaria ya no es una novedad. Hoy son mayoría en las aulas. Pero otra cosa es la carrera investigadora o docente.

Han alcanzado ya el umbral del 40% en todos los campos docentes o en los laboratorios. Pero apenas uno de cada cinco catedráticos en España es mujer y menos de la mitad (10%) ha llegado al despacho rectoral de una universidad.

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La base de datos Google Académico, que reúne y clasifica toda la bibliografía investigadora de la ciencia mundial, le ha servido al Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) para establecer el primer ránking de investigadoras (españolas y extranjeras) que desarrollan su ciencia en el país.

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Entre las mil primeras (de las 5.000 que cita el CSIC) hay ocho investigadoras de la Universidad de Valladolid (UVA). El Norte de Castilla ha reunido a cuatro de ellas, todas catedráticas, para reflexionar sobre el largo camino que han transitado para alcanzar la excelencia profesional. Sus trayectorias han sido claves en lo que es hoy la institución académica ya que, partiendo de casi nada, han ayudado a crear el ahora fortalecido 'músculo' de los laboratorios que hay en Valladolid y en el resto de España.

María José Cocero es catedrática de Ingeniería Química y ocupa el puesto 163 en la lista del CSIC. El pasado año recibió el Premio Consejo Social de la UVA en reconocimiento a su trayectoria. Según Google Académico, sus trabajos en revistas han sido citados cerca de 13.000 veces.

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Su última investigación, publicada en la revista 'Green Chemistry', se titula 'Acceso a la suberina (un polímero celular) del corcho mediante hidrólisis supercrítica ultrarrápida'. Incomprensible para la mayoría.

«En Ingeniería Química es más difícil quedarse porque hay mucho trabajo fuera de la universidad y mucho mejor remunerado»

María José Cocero Alonso

Catedrática de Ingen. Química

«Las mujeres somos más sinceras. Yo tenía que ocuparme de mi familia y eso te resta energía. Y, si te resta energía, pues no te haces directiva o aspiras a mandar»

Ana Sánchez García

Catedrática de Fisiología

«Las mujeres que empezamos en las Ingenierías Químicas hicimos de esto un sacerdocio. Hay mayoría de solteras y sin hijos»

María Luz Rodríguez Méndez

Catedrática de Química Física

«Llegan los hijos y compromisos familiares y decides en función de tu responsabilidad. Subes en el escalafón pero a base de hacer cábalas»

Mayte Montero Zoccola

Catedrática de Bioquímica

La suya, como la de sus otras colegas, son cuatro décadas dedicadas a la universidad. Llegó de un pueblo segoviano a Valladolid y, cuando acabó su carrera, se tomó un tiempo para decidir si se incorporaba a la empresa privada.

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Apostó por una de las primeras plazas de ayudante doctor. Era 1980. «En esos momentos haces lo que puedes. Entonces no teníamos la capacidad de generar conocimiento, solo transferirlo», recuerda. Hoy, sin su trayectoria no se explican las múltiples aportaciones de la Facultad de Ingeniería Química en proyectos, contratos y patentes logradas.

El 'peaje' del conocimiento

Pero, si hay una pionera en Valladolid a la hora de cruzar el 'peaje' hacia las 'autopistas' del conocimiento, esa es la catedrática de Fisiología Ana Sánchez. La 'olimpiada' de Google Académico la sitúa en el lugar 194 de España, con más de 17.000 citas de sus trabajos. «Yo no le doy mucho valor a esas listas», advierte esta veterana científica con una vida ligada por entero a la UVA.

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Llegó a sus aulas en el «emblemático 1968» y se licenció en Medicina y Cirugía. Un profesor de la Facultad le «encendió la 'bombilla'». Se inclinó por las ciencias básicas. En 1974 ya estaba camino de Míchigan (EE UU). «Me fui a un departamento de Bioquímica. Volví después para aplicar aquí todo lo aprendido».

El pragmatismo norteamericano para financiar ciencia lo ha utilizado con eficacia. Pero, al principio, eran tan pocos que «a nuestro grupo de investigación nos consideraban como los 'magos de Oz'», bromea Sánchez.

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Su experiencia no solo ha sido una pieza clave en la creación y consolidación del Instituto de Biología y Genética Molecular (IBGM), en el que fundó el Grupo de Medicina Regenerativa y Terapia Celular. Hoy ya jubilada (1951), acude cada día a este centro para tutelar Citospin, una 'spin-off' (empresa tutelada desde la universidad) en la que investigan 13 personas y de la que es administradora.

Le sigue apasionando «la investigación enfocada a los tratamientos». Por eso muestra el máximo interés en conectar «lo que sale de los ensayos con su aplicación práctica».

En un campo cercano al de María José Cocero trabaja la catedrática de Química Física e Inorgánica Mari Luz Rodríguez. Figura en el puesto 485 con más de 6.100 citas de sus trabajos. Tras estudiar en la Complutense, llegó a Valladolid para doctorarse.

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Paso a paso

Ya no se marchó salvo para hacer su posdoctorado en la Universidad de Windows (Canadá). «A mediados de los años 80, las mujeres éramos 'bichos raros' en Química -asegura- Todo el mundo te miraba con curiosidad. Las cosas fueron cambiando de forma natural, no traumática. Y yo tuve la suerte de poder volver y abrir una nueva línea de trabajo en laboratorio».

Mayte Montero (915 en la citada lista, 5.200 citas), es uno de los logros de Ana Sánchez en la captación y retención de talento. Esa frase que tanto se oye hoy en los despachos de los equipos rectores. Catedrática de Bioquímica, siempre le llamaron la atención los prospectos de las medicinas. «Me gustaba la química, pero para curar, por eso estudié Farmacia», admite.

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Ha subido todas las escaleras del escalafón docente, desde la interinidad hasta su actual cátedra. Una beca europea le llevó dos años a Padua (Italia). También fue la primera becaria en España del programa Return Grant, Human Capital and Mobility de la Unión Europea. Una estancia sabática en el extranjero le permitió traerse a los laboratorios de aquí el 'modelo del gusano', con el que abrió nuevos campos en los trabajos de Fisiología Celular y Molecular del IBGM, dentro del Grupo de Envejecimiento y Calcio.

A las cuatro les unen largas trayectorias, estancias en el extranjero para ver y aprender de lo que aquí carecían, y una gran vocación. «Éramos una generación -rememora la catedrática Rodríguez- que valoró el espíritu de sacrificio».

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Las estadísticas citadas al principio de este artículo muestran que las universidades y sus laboratorios también han sido un 'techo de cristal' para las mujeres. Todavía ahora tienen que pelear para que el Ministerio de Universidades (o el de Educación para el resto) establezca mecanismos correctores a la hora de reconocer méritos (trienios, sexenios, valoración de méritos...) que compensen la distinta 'velocidad' a la que las obligaciones caseras han sometido también a las investigadoras.

Y más cuando llegan los hijos y hay que marcar prioridades. «Yo tenía que ocuparme de mi familia y eso te resta, energía para aspirar a cargos más directivos», reflexiona Sánchez. «Yo me dedicaba a apuntar a los míos en todas las actividades extraescolares para tenerlos ocupados», continúa María José Cocero.

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«Llegan los hijos y tu responsabilidad te dice hasta dónde puedes llegar. Subes en el escalafón, pero a base de cábalas», apunta Montero. O a base de «trazar curvas y subir cuestas» que, para sus colegas masculinos, fueron mucho más rectas y tendidas.

«Solo llegas más arriba si tienes un equipo que te ayude. Y apoyo en casa. La edad de acreditación es casi siempre más tardía», considera Mari Luz Rodríguez. Y, a mayores y en su caso, el sesgo masculino de su vocación por la Química hacía las cosas un poco más difíciles.

Sacerdocio vocacional

Porque el sesgo carrera de hombres (Ingeniería, Arquitectura, Matemáticas...) y carrera de mujeres (Ciencias de la Salud) era en sus años de estudiantes más patente que ahora. «En Ingeniería el 90% de las que investigamos estamos solteras y sin hijos. Las que hemos llegado más arriba -comenta Mari Luz Rodríguez- es porque hemos hecho de esto un sacerdocio».

Las cuatro recuerdan tiempos en los que para sus trabajos de laboratorio no había horarios ni festivos. Prestas a acudir a cualquier hora y día para ver cómo iba tal o cual tubo de ensayo. Un «espíritu de sacrificio» que no perciben hoy en las nuevas generaciones que trabajan en sus proyectos. «No consigo que vengan a trabajar en horas fuera de laboratorio», lamenta Mari Luz, Y eso, a pesar de que hoy «es todo mucho más competitivo y solo avanzan y se financian proyectos ganadores. Aunque también hay muchas más convocatorias y todos podemos acceder a financiación sin dificultad», completa. La obtención de fondos para sus proyectos ya no es una quimera.

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Este cuarteto ha conocido todo el 'circuito' del dinero que llega a la ciencia. Alguna como Ana Sánchez, pasó incluso de «sufrir la etapa de reparto de la financiación, a formar después parte de esos comités que decidían lo que era viable y lo que no».

Una de las realidades que más lastran la reposición de mentes con talento como las suyas es la falta de estabilidad. «Las perspectivas de un médico son claras -reconoce Ana Sánchez- pero las de un investigador no. Es excepcional que quieran seguir».

Y más cuando la burocracia para la gestión de equipos se ha multiplicado. María José Cocero está cansada de ver pasar a gente entre los 22 y 26 años que «se acaban marchando porque hay mucho trabajo y muy bien pagado fuera de la Universidad».

Aunque también es motivo de orgullo la cantidad de doctores formados por ellas que encabezan los equipos de I+D de muchas empresas de la región. Directora del Grupo de Sensores (UvaSens), Mari Luz Rodríguez investiga en química de materiales y nanotecnología. «Hoy trabajamos con la mayor parte de las bodegas de la Ribera. Y la pluridisciplinariedad es clave: en mis equipos hay físicos, químicos, matemáticos... de todo».

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Y, las cuatro coinciden en que «la complicada consolidación de las plantillas es lo que más daño nos hace. Para sacar una plaza fija te puedes ir a los 40 años cumplidos», opina Cocero. En mejorar esos procesos y buscar relevo ocupan sus últimos años en los laboratorios.

Claro dominio de Salamanca en el escalafón regional

Las investigadoras de la Universidad de Salamanca (USAL) dominan de forma clara el ránking de Google Académico en las universidades de Castilla y León. Veinte de las 32 investigadoras insertadas entre los mil primeros lugares realizan su labor en la institución salmantina. Por contra, la de Valladolid coloca a ocho de sus científicas y León y Burgos apenas un par cada una.

Para encontrar a la primera hay que ir hasta el puesto 23 en el que figura la investigadora María Victoria Mateos, que ejerce su labor en el Hospital Universitario de Salamanca. El índice del CSIC le asigna más de 50.000 citas de sus publicaciones. Casi un centenar de sus artículos en revistas han sido citados de forma reiterada (índice h de productividad).

El fuerte sesgo médico, con trabajos que son firmados por varios autores y más proclives a ser citados en la literatura científica, explican este predominio de la USAL que «no justifica una superioridad global respecto a la UVA», explican fuentes universitarias.

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