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El 16 de diciembre de 2018, después de que su marido le agarrara del cuello, golpeara su cabeza contra la pared y le propinara varias bofetadas, María Mollón llamó a su hermano y su cuñada, cogió de la mano a su hija, que ... lo había presenciado todo, y se marchó de casa. Hoy, a sus 39 años y cuando la pequeña está a punto de cumplir los siete, da testimonio a cara descubierta y cuenta su caso para animar a otras mujeres a salir de la espiral del miedo.
–¿En qué momento empezó a sentir que las cosas no iban bien?
–Tomé conciencia de que las cosas empezaron a cambiar cuando tuve a la niña, pero cuando cumplió los tres años la cosa ya se había deteriorado mucho, salía solo y regresaba bebido, ya no había respeto, los gritos eran frecuentes y el alcohol empeoraba la situación, cada vez se ponía más agresivo. No fue algo de un día para otro, llevábamos seis años en pareja. Estuve dos años con una psicóloga y una asistente social antes del divorcio, quería arreglar las cosas, intenté ayudarle a salir del alcoholismo, pero no quiso hacer el tratamiento; todos los días había maltrato verbal, golpes, miradas... La situación se agravaba cada día.
–¿Tenían problemas económicos o preocupaciones de otro tipo?
–No, económicamente andábamos bien. Pero el maltrato se agravaba, mi marido no controlaba la agresividad, se cabreaba por todo.
–¿Cuándo empezó a tener miedo de su marido?
–Yo seguía enamorada de él, pero me daba cuenta de que sus comportamientos no eran normales. Eso de los reportajes de que escuchas la llave en la puerta y te paralizaba es real, oyes cómo camina y ya sabes como viene. Mi cuerpo reaccionaba físicamente, se ponía a la defensiva. Empecé a pensar en que tenía que proteger a mi hija y a mí misma. Ves que la situación no es normal, que cada vez está más agresivo, muy negativo y no sabes por dónde tirar. Al mismo tiempo estás cegada, no te das cuenta de lo que estás viviendo, era una montaña rusa. Vas dejando pasar cosas y lo que he aprendido es que no hay que dejar pasar ni la mínima mala mirada. Eso ya es violencia de género.
–Hasta que la agredió físicamente. ¿Qué fue el detonante?
–El 16 de diciembre me llamó mi hermano que había una cabalgata de Papá Noel en Palencia y se me ocurrió llevar a la niña. Le llamé y le mandé varios mensajes pero no contestó. Cuando estábamos allí empezó a llamar, que «dónde estás, hija de puta, te llevas a la niña sin mi consentimiento, estás con tíos por ahí», empezó a amenazarme y me entró miedo de volver a casa. Deje pasar el tiempo para que se calmara y de madrugada le llamé. Al no contestar pensé que estaba dormido y cuando llegamos a casa saltó de la cama, me agarró del cuello, me lanzó contra la pared y la niña, que venía dormida, se despertó. «Papá, no pegues a mamá, que está sangrando», decía mientras me agarraba por detrás. Después de pegarme se lo llevó todo, las llaves del coche, el dinero, la cartera. Él sabía perfectamente lo que estaba haciendo cuando me pegó, no fue un arrebato. A las cinco de la mañana vino mi hermano con mi cuñada y cuando me vieron con la cara hinchada me dijeron que qué pensaba hacer. Denunciar, dije yo.
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–¿Qué le pasó por la cabeza?
–Pues coincidió que apareció el cuerpo de Laura Luelmo, la profesora zamorana, y yo no hacía más que pensar en ella y que no quería ser una víctima más. Por eso les digo a las mujeres que han pasado por esto que denuncien, que sé que es difícil salir, pero que se puede.
-Su hija sigue viendo a su padre.
-Sí, utilizamos el lugar de encuentro de Asprome y allí dejo a la niña los días de visita. Nunca la he predispuesto en contra de él. Sabe que su padre no es malo, hizo una cosa mal y nada más. Aunque ella pregunta, a los niños no se les pasa nada.
-¿Qué le parece que cada vez sean más jóvenes víctimas y maltratadores?
-Lo que primero veo es la música. No hay más que escuchar las letras del reguetón. A mi hija, que va a hacer siete años y le encanta, yo le digo que analice las letras, que son muy machistas y violentas y no nos damos cuenta. Hay que hacer mucha labor de pedagogía en ese sentido, mucha educación que empieza desde casa y en los colegios. Se está faltando mucho al respeto.
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