Una ruta gastronómica con sabor rural

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Empezamos la ruta en Cubillas de Santa Marta, en un clásico del buen comer que lleva abierto 16 años y que dirigen con gran éxito el matrimonio formado por Pablo Rodríguez y Yolanda Manchado. Él es natural de Villanubla. Ella de Villalba de los Alcores, por tanto, eran buenos conocedores del medio rural y de todas las ventajas que podía ofrecerles un pueblo a la hora de emprender un negocio de hostelería.

Su cocina es totalmente casera y una apuesta total por el cuchareo. Sus patatas con costillas, su sopa castellana, sus purés o su fabada entonan el cuerpo y el alma. Dominan la caza y han consagrado su cocina a las brasas, en las que realizan muchos de sus platos. El jabalí guisado y la perdiz escabechada, son algunos de sus manjares, pero si hay algo que bordan es el cocido. Lo hacen todos los miércoles en puchero, «como toda la vida», dice Pablo. «Cuando echamos a cocer, suena el glu, glu, glu, durante toda la mañana en los fogones. Aquí no usamos la olla a presión. Cocinamos al estilo de las abuelas», añade mientras presenta su cocido completo, que por cierto, huele, que alimenta. Utilizan garbanzos de la tierra e incluye relleno y morcilla. «La aceptación es de 10, igual que la fabada que hacemos los jueves. Ambos platos gustan tanto que esos dos días de la semana, notamos un gran aumento en la clientela», comenta.

El menú diario es el perfecto reclamo para este establecimiento situado al pie de la autovía. Su aparcamiento siempre está lleno de camiones, y eso significa, que su comida guarda una perfecta relación calidad-precio. Cinco primeros y cinco segundos, con pan, bebida, postre y café. Todo por 12 euros, de lunes a viernes y los fines de semana, 16,50 euros. Los fines de semana incluye, además, platos especiales como arroz con bogavante, cordero asado o carrilleras de ternera. «Ser hostelero rural es complicado a no ser que te hayas hecho un nombre y eso es a base de tiempo. El público se mueve en función del boca a boca, por tanto, hay que trabajar mucho y bien para que te conozcan», dice este restaurador, que presume de tener una clientela muy variada conformada por turistas, camioneros y muchos trabajadores de la zona.

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Calidad y cercanía en un palacio del siglo XIII. Eso es lo que se encontrarán aquellos que acudan a comer o cenar a este coqueto restaurante de cuatro tenedores. El edificio, en su origen, fue un antiguo castillo calatravo fundado por los templarios y que posteriormente se transformó en un bello palacio a finales del s.XVII. Restaurado en 2010, alberga la bodega de la familia Concejo, el restaurante El Sueño de General y la Posada Real, Concejo Hospedería, con 14 impresionantes habitaciones. Un complejo ideal para los que les gusta disfrutar del enoturismo, la gastronomía y los buenos vinos.

La experiencia culinaria será total y además ofrece diferentes opciones, según lo que quiera el cliente. Hay distintos tipos de menús. El Ejecutivo, de martes a viernes, ideal para los que quieren disfrutar de una comida de ocio o de negocio, con la posibilidad de contar con diferentes salas para reuniones de trabajo. El menú Raíces, con las recetas más tradicionales y platos de toda la vida, disponible los fines de semana. También está el menú Gastronómico, pensado para los más sibaritas. Todo un homenaje para disfrutar con tiempo de una gastronomía única. Sólo disponible con reserva previa y de martes a viernes.

Para esta ruta, Ángel González, maître del restaurante, presenta tres propuestas que son un buen exponente de una cocina cuya filosofía pivota sobre el producto de y la sostenibilidad. Uno de sus platos más exquisitos es la Trucha de Aguilar marinada con salsa tártara de albahaca. Un producto marinado en la casa, 100% sostenible. «Procede del río Pisuerga, concretamente de Aguilar, a escasos 100 kilómetros de nuestro palacio. Se trata de un producto con cero impacto en el medioambiente y su sabor es sorprendente y mucho más fino que el del salmón», invita González. Las mollejas de lechazo son otra de las exquisiteces de este establecimiento. Van presentadas sobre unas migas de pastor con un huevo de pollita de Alba de Cerrato. «Un producto tan modesto como rico. Su sabor no dejará indiferente a nadie», continúa. Otra de sus especialidades es la paletilla de lechazo churro. «Su cocción la hacemos a baja temperatura y de forma muy prolongada y con una miel de los montes de Valvení, que le aporta un sabor muy innovador». Sn platos que resultan ser todo un placer para los sentidos.

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Terminamos esta ruta rural en Cabezón de Pisuerga, en el buque insignia de su gastronomía, el Bodegón El Ciervo. Un establecimiento con historia, que remonta sus orígenes al año 1977. Lo fundaron Julián López y su esposa Rosa. Hoy lo dirige su hijo David, un cocinero hecho a si mismo, criado entre fogones y formado con los mejores. A través de su cocina, este profesional defiende el patrimonio cultural de la comarca del clarete y trata de potenciar la zona como destino enoturístico.

Para esta ruta de El Norte, David ha cocinado una flor de alcachofa confitada con crujiente de torrezno, crema de chipotle y aceite de trufa de invierno. Se trata de una de las últimas incorporaciones a la carta de su restaurante y que está teniendo un gran éxito en esta temporada de alcachofa. «Se trata de un plato muy equilibrado, donde se aportan distintas texturas y aristas de sabores muy diferenciados», explica este chef. «Para cocinarla, utilizamos únicamente la flor, que la confitamos en aceite de oliva y la acompañamos con una mayonesa de chipotle, que le da un toquecito ahumado. También añadimos una sriracha para darle un toque picante. Para el crujiente de torrezno solamente aprovechamos la parte más externa de la corteza», explica.

En los últimos años el local ha dado un giro radical en su decoración y distribución y también en su carta. No así, en su filosofía de negocio, basada en el producto de la tierra y de calidad. «Trabajamos principalmente con carnes, lechazo, productos de kilómetro cero y de temporada. Aportamos nuevos sabores, técnicas de cocina no tan tradicional, aunque parte del éxito del Bodegón, siguen siendo los platos con historia del restaurante», subraya este hostelero. «Es muy bonito dirigir un restaurante en un pueblo como Cabezón. Para mí son todo ventajas. Es cierto que la capital tiene una afluencia de público mucho mayor que un pueblo, y que nuestros clientes tienen que hacer un esfuerzo en desplazarse para comer en nuestra casa, por eso, nosotros les intentamos responder de la mejor manera. Es de agradecer los años que llevamos con las puertas abiertas de nuestra casa», concluye este chef.

Tienes que probar todas estas propuestas. Te encantarán. Esperamos tus comentarios en esta noticia. Si deseas conocer y disfrutar otras rutas gastronómicas, aquí te recomendamos algunas: las hamburguesas más exóticas,el mejor pulpo de Valladolid y alucinantes cócteles de autor. Todo, en nuestro espacio dedicado a los mejores sitios para comer y beber en Valladolid. ¡Que aproveche!