Ruta para degustar los cinco mejores cafés de Valladolid

Hay infinitas formas de pedirlo. En vaso o en taza. Solo, cortado o con leche. Normal o descafeinado. Largo o corto. Con hielo o con licor. Americano, escocés, vienés, irlandés o el más español de todos, el carajillo. Para muchos, el café es casi religión y por ello, El Norte ha querido recorrer algunos de los establecimientos de la capital donde bordan cada taza. ¿Cuál es tu favorito?

Este local es, desde hace 24 años, parada obligatoria para los amantes de los cafés de especialidad. Tras la barra está Juanjo Rodríguez, para quien hacer café es todo un arte. Su propuesta para esta ruta consiste en un café Aeropress, que realiza con una cafetera manual que en los últimos años ha ganado una gran popularidad. De hecho, hay concursos profesionales de café hecho con esta máquina. Juanjo ganó uno de ellos, concretamente el campeonato de Aeropress Castilla y León en 2019 y ahora es él, el que lo organiza y se celebra este sábado 23 de julio en el Club de Golf Sotoverde, en Arroyo de la Encomienda. «Estos concursos son muy particulares porque todos los participantes utilizan el mismo grano de café y en cambio, el resultado de cada uno es completamente distinto, en función de la cantidad de café utilizada, de la molienda, del agua, de la preinfusión o de la fuerza que se aplique a la máquina», explica.

Lo primero que hace es sacar una báscula de precisión con la que pesar los granos y el agua, y así controlar mejor las proporciones. Con ella también mide los tiempos de cada parte del proceso. El café que elige es de Costa Rica y lo tuesta él mismo en su propio tostador. «Aeropress es un método distinto de hacer café al que la gente no está tan acostumbrada como al espresso, pero que cada vez está más extendido. Es una especie de híbrido entre el café de máquinas espresso y el de filtro, con el que se consigue un resultado muy equilibrado, mucho menos amargo y con el que se perciben mejor las notas de dulzor y de acidez», explica mientras moja el filtro de papel. De esta manera elimina cualquier sabor que pudiera interferir en el resultado final. «La preinfusión es un paso es muy importante. Es cuando el agua entra en contacto con el café. Es entonces cuando se empiezan a soltar los gases. Se deja infusionar unos minutos», dice este experimentado barista, para quien lo más esencial, es usar una buena materia prima. «Los cafés que utilizamos son de especialidad y los tostamos nosotros. Así nos aseguramos que sea superfresco. Son cafés especiales, con un proceso totalmente artesano desde su recogida, su tratado, almacenamiento, su tostado y envasado. Su puntuación es de más de 80/100 puntos de acuerdo con el sistema SCA (Specialty Coffee Association) y que tiene unos sabores y aromas difíciles de encontrar en otros cafés», informa. El resultado, sin duda, es sorprendente. Un café muy aromático que no necesita azúcar porque no tiene defectos que camuflar y que se toma solo, sin leche. Su sabor es de lo más especial y en el que se perciben notas frutales. «Cada uno lo toma como más le gusta, pero al cliente le recomendamos que al menos, lo pruebe sin azúcar. El público vallisoletano cada vez es más entendido en materia de cafés. El mundo del café es precioso y muy similar al del vino. Puedes probar cientos de vinos tintos y nunca habrá dos iguales. Lo mismo ocurre con el café», concluye.

Gustavo López es el alma mater de esta cafetería con 17 años de historia y una amplia carta de cafés. En este local, que cuenta con una amplísima terraza, es posible empalmar el desayuno de la mañana con el vermú y las copas de sobremesa y con el tardeo. En este caso, ha decidido preparar un capuchino. Se trata de una especialidad de la casa que cuenta con una legión de adeptos. En este establecimiento son expertos en aplicar la técnica de latte art, que es el arte de hacer dibujos en el café. Con esas creaciones en Cafetería Monasterio tratan de exhibir su destreza en la preparación de esta bebida, además de conquistar a sus clientes también a través del sentido de la vista.

El secreto de este capuchino está en el proceso de vaporización de la leche para que entre aire caliente y el resultado sea una capa cremosa y otra de espuma, que permita crear dibujos al verterla sobre el café, o echando sirope sobre ella. La añaden con cuchara, hasta que rebose la taza y entonces, con un pequeño biberón cargado con sirope de chocolate, comienzan a dibujar, ayudados de un palillo. «Así se lo preparamos a cada cliente. Tratamos de esmerarnos en cada consumición. Lo rematamos con un poquito de cacao en polvo y un granito de café», dice Gustavo, mientras ve a su compañera cómo hace una pequeña obra de arte líquida. «Lo fundamental es que el café esté bien cargado y que sea de buena calidad. Nosotros utilizamos café arábigo, que es más suave y refinado, y siempre de alta gama y eso se nota. También se nota el cariño que le ponemos a cada taza», añade.

«Servir un café es un acto de cariño». Ese es el eslogan de esta cafetería «de las de toda la vida». José Ángel Hernández es de esos hosteleros y baristas que obtienen tanto placer preparando un café, como bebiéndolo. Da los buenos días a sus clientes con una sonrisa y deseándoles un «buen café», incluso, si hay confianza, se lo dedica con su nombre escrito sobre la espuma. Para José Ángel y su equipo de trabajo, es una gran satisfacción ver cómo los clientes que cada día abarrotan el local, saborean cada sorbo. «Este negocio lo montaron mis padres en 1968. Yo llevo 30 años sirviendo cafés. Empecé con 15», dice con orgullo mientras prepara un tradicional café con leche, la opción más demandada de su establecimiento. «Utilizamos un café comercial, que tratamos de cuidar desde el momento en el que llega a nuestras manos. Hacemos muchos tipos de café, algunos muy elaborados, pero éste es el que más nos pide la gente. Aquí la hora del café es sagrada y el que viene, viene a disfrutarlo», dice este hostelero. «Solemos adornarlo con algún dibujo para que resulte más visual. No es difícil hacerlo y tampoco nos parece demasiado importante ya que no modifica el sabor. Lo fundamental para que esté rico, es que la leche esté bien caliente y bien cremada.

Este mítico café es historia de Valladolid. Se inauguró en 1861 y sus centenarias paredes guardan tesoros, historias y conversaciones de importantes personajes, desde Martí y Monsó a Umbral, pasando por Ferrari o Capuletti. Aunque está recientemente reformado, el tiempo parece suspenderse al traspasar sus puertas. Francisco Castro es propietario, junto con sus hermanos, de este pedazo de historia de Valladolid. Su abuelo lo regentó desde finales de 1940. Nos presenta su especialidad 'Café del Norte' y lo prepara con la ayuda de un jigger, como si de un coctel se tratara.

Primero vierte 20 centilitros de sirope de chocolate, luego café espresso, crema de Baileys y a continuación, la crema de leche. Lo remata adornándolo con virutitas de café. «Tenemos una amplísima carta de cafés, en la que se incluye el café bombón, irlandeses, vieneses, escoceses y todos los más tradicionales. Éste lo creamos hace tres años y se vende fenomenal, tanto en verano como en invierno. Es de los que más gustan. «Es muy vistoso y está buenísimo», invita Francisco Castro. «Lo más importante es tener un buen producto y también la limpieza de la maquinaria. En nuestro caso descalcificamos el agua y eso al final el cliente lo nota. El público de Valladolid es muy amante del café. Los hay que van a lo de siempre, al café sólo, con leche y al cortado, pero también hay muchos que buscan nuevos sabores y cafés diferentes y especiales». Su propuesta resulta de lo más deliciosa. Se puede acompañar de azúcar si se desea, sin embargo, la crema de licor, le aporta el dulzor justo y necesario. «Se puede remover, pero lo ideal es dejar caer la cuchara hasta el fondo para coger todas las capas. El toque de chocolate le da un sabor único», concluye.

Es el lugar idóneo para los que busquen un lugar acogedor, tranquilo, bien decorado y con una oferta culinaria de lo más healthy. Aquí el desayuno, el brunch o la merienda incluye opciones muy frescas, aptas para el público vegano o vegetariano y que, acompañadas de un café, siempre sientan mejor. El lema de este establecimiento es «sabe rico, sienta bien», y… su café también.

Ana de Paz creó este rincón tan especial, hace ahora dos años. «Todo el mundo me dice que mi café es el más rico de Valladolid», presume. «Lo más importante es cuidar todos los detalles, mantener una buena limpieza en la máquina, prensar muy bien el café y cremar bien la leche a la temperatura idónea. Así siempre saldrá perfecto», explica mientras muestra todos los pasos. «Nosotros utilizamos un café blend ecológico que destaca por su sabor y tueste medio. Lo fundamental es hacer bien la base del café y a partir de ahí, luego desarrollamos lo que nos pida el cliente, un cortado, uno con leche, capuchino… «, dice mientras hace virguerías al servir la leche. El resultado es un café con leche tradicional, pero con un sabor de lo más especial. Su secreto es el cariño que lleva cada taza.

No te quedes con las ganas de más. El Norte te propone otras muchas rutas que te resultarán de lo más apetecibles. Aquí te recomendamos los cócteles más sorprendentes, las mejores ensaladillas y los gin-tonic más refrescantes de la ciudad. Todo, en nuestro espacio dedicado a los mejores sitios para comer y beber en Valladolid.

Y en tu opinión, ¿cuál es el mejor café de Valladolid? Puedes dejarnos tu recomendación en los comentarios de la noticia.