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Los integrantes de La Torzida, vestidos de ángeles y demonios, motivo de su último espectáculo de Carnaval. José C. Castillo
La red social

Los ritmos de La Torzida, la batucada más antigua de Valladolid

La formación cumple cuarenta años de devoción por los ritmos de Salvador de Bahía, con una escuela que forma a los futuros integrantes de este grupo de baile y percusión

Domingo, 25 de febrero 2024, 00:04

«Yo jamás, en mi vida, había tocado un tambor», reconoce Josefina Muñoz, 68 años, con un 'fundo' a la altura de la cadera y desde la última fila de la formación. Nunca había cogido unas baquetas, nunca le había dado a la percusión... hasta ... que hace cuatro años el ritmo se coló en su vida para marcarle un nuevo compás. «No te puedes ni imaginar lo que esto supone para mí. Es la relajación absoluta, una liberación», asegura Josefina.

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«Es que tocar te ayuda a desconectar de todo. Mientras estás aquí, no piensas en otra cosa, es el disfrute total. Cuando tocas, ahí afuera no hay nada más», asegura Nuria Sanz, con una 'dobra' en las manos y cinco años ya de experiencia en La Torzida, la batucada más antigua de Valladolid «y posiblemente también de España».

El germen de esta banda de músicos y bailarines está en el año 1984, cuando un grupo de vallisoletanos, enamorados de la cultura brasileña, trajeron al Pisuerga los templados aires de Salvador de Bahía. Entre ellos estaban los hermanos Óscar y Luismi Rubio. En un inicio, se hacían llamar 'Os chivadores' y encontraron cobijo en una pequeña sala de la residencia universitaria Alfonso VIII.

La Torzida

Están de aniversario en este 2024. La Torzida, la batucada más antigua de Valladolid, cumple 40 años de ritmo y percusión. Sus orígenes están en el amor por la cultura brasileña de un puñado de vallisoletanos. Hoy, el grupo está compuesto, de forma permanente, por 21 músicos, a los que habría que sumar diez bailarinas y los alumnos de la 'escola'.

Fue el primer redoble de un grupo que años después (a finales del siglo XX) adoptó el nombre con el que ahora se le conoce: La Torzida. Así es como en portugués se llama a la hinchada en los estadios, con su fragor festivo, su entrega absoluta, sus ganas de pasarlo bien y sumar espectáculo desde la grada. «A nosotros el fútbol no nos gusta mucho», admite Dani Ortega, pero sí que se confiesan forofos del buen rollo.

Ese grupo musical se convirtió después de la pandemia en asociación cultural y hoy La Torzida cuenta además con una 'escola' de formación para futuros integrantes, donde durante dos años se familiarizan con los instrumentos y tablaturas antes de saltar a la banda principal, formada por 21 músicos.

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Tienen clases los miércoles y viernes en Santovenia, en una nave alejada de viviendas, porque la tormenta de tambores es tan estruendosa que, a pesar del ritmo contagioso, la catarata de redobles podría despertar las quejas de algún vecino. «Nosotros, por suerte, no hemos tenido ninguna en ese sentido», apunta Ortega. Mabel Rodríguez es una de las 'mestrinhas', de las profesoras que instruye a las futuras generaciones de la batucada. «Cualquiera puede aprender. No es necesario saber música, pero sí que se pide un compromiso: venir a ensayar. El oído se va haciendo. Es verdad que hay gente a la que se le da mejor, pero en las clases empezamos siempre cero», indica.

Y lo primero suele se explicar los instrumentos, con cinco líneas de percusión. Están los 'timbaus'. «Se tocan con la mano y son las que tienen más variedad de sonidos, en función de cómo pongas la mano y el lugar en el que toques». Vienen luego los repiques, que se tocan con látigos o baquetas de nailon. «Son los más agudos y con los que más se puede jugar, los que ofrecen la acción», cuenta Ortega. El tercer grupo es la 'caixa'.«Se toca con baquetas y es como el traje para las personas, ya que lo envuelven todo». Le siguen las terceras o 'dobras', «que juegan con los repiques y ofrecen los tonos más graves». Y para rematar, las marcaciones o 'fundos', los instrumentos más grandes, que se tocan con mazas y pueden llegar a pesar siete kilos.

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«Si llevas una buena cincha y está bien amarrada a la cintura, no debería pesar mucho», cuentan. Muchos llevan rodilleras para evitar roces. Y además, reciben claves con la mejor técnica para que el cuerpo no se resienta.

Pura Danza es la responsable de esta vertiente corporal del grupo, porque la batucada no es solo ritmo, sino también movimiento disfrutón. El grupo cuenta con un cuerpo de baile de cinco personas (además de Pura, están Matri, Mar, Nuria y Angélica) y otras cinco escolares (Bea, Cris, Chus, Belén y Mapi).Ensayan lunes y viernes, en el centro integrado zona este y en la casa de Pura, para subrayar con sus bailes los ritmos que marca la percusión.

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«La nuestra es una propuesta afrobrasileña, con ritmos de Salvador de Bahía y a veces también un poco de samba. La base es muy africana, en contacto con la tierra, muy abajo, pero luego también se mete el torso estilizado que remite a Brasil», explica Pura Danza. Sus movimientos se vinculan con lo que suena en cada momento, registros que transitan por la samba 'reggae', el tamanquinho, la avenida (con un tiempo más ágil) e incluso toques de merengue. «Más que con partituras, trabajamos con tablaturas», cuenta Ortega, quien recuerda que el repertorio busca inspiración en los grandes impulsores de la batucada brasileña

Los maestros absolutos son Ilê Aiyê, que se define como el primer 'bloco afro' de Brasil, fundado en 1974. Tal vez los más conocidos, Olodum, una banda creada cinco años después y que disparó su fama en 1995 por su participación en el vídeo musical de 'They don't care about us', junto a Michael Jackson.

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«Yo veía las batucadas y quería estar ahí, formar parte de una, pero nunca me atrevía a dar el paso», asegura Javier Orcal, que suele darle a la 'caixa' y el 'timbau'. «Yo antes solo había tocado la flauta dulce en el cole y no sabía si esto se me iba a dar bien».

¿Y qué tal? «Es la expresión absoluta de la felicidad», cuenta Javier, quien llegó a La Torzida de la mano de Nuria Sanz, su amiga, quien también se animó después de ver una batucada por las calles de Aranda. «Lo que más me llama la atención es que esa fiesta que ves desde fuera, aunque parece improvisada, no surge de la nada. Lo esencial es ir en equipo».

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«Esto es una familia, ya solo el ambiente que se respira te motiva para aprender más», asegura Maite Baruque, una de las incorporaciones más recientes(de este mismo curso)a La Torzida, un grupo vallisoletano que lleva el ritmo dentro y con el que animan fiestas y celebraciones populares.

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