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Valladolid se enfrenta a la última semana del año con una explosión de contagios. Ómicron dejó una cena de Nochebuena y una comida de Navidad repletas de sillas vacías y esas reuniones familiares están siendo este año el principal foco de contagios de coronavirus, ... situación que se confirma en los centros de salud de la ciudad. En ellos se realizan pruebas diagnóstico sin descanso, los sanitarios vuelven a estar sometidos a una presión que parecía olvidada y los pacientes tienen que esperar largas colas para, en muchos casos, confirmar el positivo arrojado previamente por una prueba de antígenos de farmacia. «Espero que a partir de mañana, que comenzamos con el nuevo protocolo aquí, se reduzcan los test diarios y con ello se alivie la presión que tenemos ahora en la atención primaria, porque esta mañana ha sido una locura», asegura Marta Benito, enfermera de Casa del Barco.
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Susana Escribano
Durante la mañana del lunes se realizaron entre los centros de salud de Casa del Barco y Gamazo más de 300 test con resultado positivo en la mayoría de ellos, según los propios sanitarios, quienes confían en que la presión existente ahora sobre la atención primaria se relaje con el cambio de protocolo. Esta nueva medida publicada por la Gerencia Regional de Salud de la Junta de Castilla y León con fecha 23 de diciembre deja en manos de los ciudadanos el rastreo de los casos. Así, una persona con la pauta de vacunación completa que haya tenido contacto estrecho con un caso positivo de coronavirus no deberá realizar cuarentena. El documento recuerda también que «el seguimiento por parte de los sanitarios de los casos asintomáticos o con síntomas leves sin factores de riesgo no es necesario y tampoco el de los contactos». Pero este lunes el protocolo todavía no había cambiado para estos dos centros de salud vallisoletanos y desde las ocho de la mañana hasta pasadas las diez y media, una de las enfermeras del puesto covid, Marta Benito, no paró de realizar pruebas diagnósticas de coronavirus en Casa del Barco. Por sus manos pasaron más de 130 pacientes, «la mayoría de ellos siendo positivos en covid». El puesto habilitado en su centro de salud tenía un horario de 8:30 a 9:30 horas, pero «ante la gran afluencia se nos ha desbordado y atendemos hasta las 10:30 horas a los que tienen cita, sin contar a los que van surgiendo a lo largo de la mañana;es un goteo constante», cuenta. En el mismo espacio pero siendo otro centro de salud, el de Gamazo, se realizaron durante la mañana de ayer más de 150 pruebas diagnósticas, lo que acerca la cifra a 300 sumando ambos.
Pablo Bonilla
Verónica Calvo
Una sintomatología leve, con algo de mucosidad y cansancio generalizado, o incluso inexistente pero con contacto con un positivo llevó ayer a cientos de ciudadanos a realizarse las pruebas diagnóstico tras las dos reuniones familiares de Nochebuena y Navidad. Pero también hubo muchos que no pudieron reunirse con los suyos por haber dado positivo días antes. Uno de ellos es Pablo Bonilla, estudiante santanderino de 25 años que se vio obligado a pasar las dos primeras celebraciones navideñas confinado tras resultar positivo el día 23 de diciembre. «He venido a hacerme un test porque tengo síntomas, he dado positivo en antígenos y me han citado para corroborarlo. Y sí, he dado positivo. Soy de Santander, no pude irme a casa y mi madre lo ha llevado muy mal, pero confío en poder ir en cuanto sea negativo y disfrutar un poco de las navidades en familia», contaba.
Carmen Arroyo
Inmaculada
Con menos esperanza afrontaba Verónica Calvo su situación: un familiar dio positivo hace unos días y también ha pasado la Navidad lejos de los suyos. Ayer estaba en Casa del Barco para someterse a una prueba pero no lo consiguió. «Llevo toda la mañana llamando y he venido para que me hagan la prueba porque convivo con un positivo, pero me dicen que no, que me vaya a casa y que ya me darán cita», relataba notablemente molesta. A su lado pasaba con los ojos todavía llorosos tras la inserción del palo Carmen Arroyo, quien acudía tras haber dado su marido positivo. «En un día me darán el resultado pero de momento ya nos tocó anular las reuniones familiares y estar él en su habitación y yo en el salón», lamentaba.
La cola avanzaba sin descanso durante la mañana y algunos de los que esperaban lo hacían en la calle, como Inmaculada y Pablo, madre e hijo, que acudían tras haber dado positivo un conviviente. «Lo peor ha sido que él ha venido tras cinco meses de Erasmus y no ha podido abrazar a su padre, además de que mis otras dos hijas que viven fuera de la ciudad no han podido venir en Navidad», contaba mientras aseguraba que cuando den negativo se reunirán «únicamente el núcleo familiar y nadie más para poder estar juntos y no correr riesgos innecesarios».
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