Son modas efímeras, fugaces, pero reales y accesibles y, en ocasiones, pueden llegar a ser mortales, sobre todo cuando el público al que se dirigen no alcanza a entender las consecuencias que puede tener la decisión de sumarse a un reto peligroso. TikTok es una ... de las aplicaciones más utilizadas por niños y jóvenes a nivel mundial y pese a que la edad legal para poder usarla se sitúa en 14 años, en la práctica la realidad es bien distinta.
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Esta red social es, precisamente, uno de los principales canales por los que llegan al público más joven retos que muchos realizan para ganar reconocimiento social y seguidores en redes, además de fomentar el sentimiento de pertenencia dentro del grupo y demostrar más valentía que el resto.
Para muchos el imitar un comportamiento forma parte de un pasatiempo cotidiano como bailar acompasadas coreografías o protagonizar un momento cómico o emotivo. El problema llega cuando dentro de esa vorágine de contenido que se consume a diario y que es, en apariencia, inofensivo, se cuela también la difusión de retos que incitan a los menores a cometer acciones que ponen en riesgo su vida y pueden causarles graves lesiones o terminar en muerte.
Modas fugaces que se terminan popularizando como tirarse al vacío desde un balcón, tomar somníferos e intentar aguantar el máximo tiempo despierto, desaparecer durante 48 horas, comer solo alimentos con cáscara o productos con su envoltorio, contener la respiración hasta desmayarse, ingerir una cantidad excesiva de medicamentos para ver cuáles son sus efectos en el organismo, inhalar aerosoles o pellizcarse hasta hacerse cicatrices permanentes son solo algunos de los ejemplos que inundan las redes donde todo queda registrado y después corre como la pólvora en redes.
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Para conocer de primera mano cómo conviven estos comportamientos con los más jóvenes y también para determinar las consecuencias que estos pueden tener a corto, medio y largo plazo para quienes los realizan, desde la Universidad Internacional de La Rioja han centrado una línea de investigación en la que participaron 417 menores de entre 11 y 14 años.
Casi la mitad de ellos, en concreto 198, eran estudiantes de sexto de Primaria y del primer ciclo de Secundaria de Valladolid y León. Los resultados reflejados en el informe final, tras la realización de varios cuestionarios, son cuando menos significativos, ya que un 8% de los alumnos admitía haber participado en algún reto negro o peligroso y el 3% exclusivamente en 'challenges' de este tipo. «Son las cifras relativas a un estudio publicado en 2021 pero en contacto con alumnos de esas edades seguimos estando en cifras similares, entre un 5% y un 10%, de aquellos que realizan este tipo de retos en redes sociales», asegura el Investigador principal del Grupo de Ciberpsicología de la UNIR, Joaquín González.
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Añade el experto que «esta investigación es sólo una hebra de un programa más complejo no solo encaminado a conocer en profundidad un fenómeno en auge como son los retos virales tiene, además, el propósito de encaminar las labores de prevención de otros riesgos como el acoso o el abuso sexual 'on line', entre otros para tratar de que no caigan en ellos. Aunque los retos han existido siempre y son parte de la dinámica de los adolescentes antes se quedaban dentro del grupo, no se replicaban de esta forma convirtiéndose en moda».
Joaquín González
Investigador del Grupo de Ciberpsicología de la UNIR
Los chavales que formaron parte de este estudio evidenciaron que el 80% había participado en retos sociales (como pueden ser bailes o bromas inofensivas entre amigos y familia) el 20% había formado parte de 'challenges' solidarios (como los que se hacen para visibilizar alguna enfermedad). Del estudio se desprende además un dato relevante y comprobado: «Son muchos más los chicos que las chicas que se exponen a este tipo de conductas que entrañan peligro y lo hacen por cuestiones bioquímicas propias de la etapa de la adolescencia, en las que influye desde lo biológico en cuanto a la propia percepción del riesgo hasta aspectos más sociales», subraya González.
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Otro dato, en cuanto a la etapa en las que más se dan este tipo de retos destacan las edades de Secundaria por encima de las de Primaria, es decir, los menores no adquieren conocimiento de las consecuencias en la transición de la preadolescencia a la adolescencia. «Comprobamos que 25 de los estudiantes de primero y segundo de la ESO afirmaron haber formado parte los retos 'negros' frente a 7 alumnos de la muestra de 11 años», puntualiza el investigador, que ha impulsado el programa Safety.net (dividido en 18 sesiones) para evaluar los riesgos de Internet en la adolescencia.
En los últimos diez años se ha registrado una tendencia a la baja entre los menores de 12 años que disponen o cuentan con acceso a un teléfono móvil pasando del 30% de los niños de 10 años que lo tenían en 2012 al 21% en 2022 y del 43% al 40% en los de 11 años en el mismo periodo de tiempo, según el INE, pero las cifras siguen preocupando. Desde el Colegio de psicólogos de Castilla y León (COPCyL) ponen el foco en ese acceso demasiado temprano al móvil . El coordinador de la Sección de Nuevas Tecnologías del COPCyL, David Cortejoso, advierte: «Es como si los niños hubieran adquirido el derecho a tener un móvil y eso se acepta en el entorno familiar, después la presión social hace el resto. En España la media de edad de los niños que tienen su primer smartphone se sitúa en los 9 años, esto es una auténtica locura», explica.
El acceso a contenidos no recomendados en edades tempranas genera «bastante preocupación» entre los profesionales de este campo de la psicología porque son alarmantes los temas relacionados con Internet y la salud mental de los adolescentes. «Están fundamentando su autoestima en algo sobre lo que no tienen ningún tipo de control como son las redes sociales y están sufriendo depresión, ansiedad, adicción a juegos y apuestas online, trastornos de conducta alimentaria o casos de autolesiones, que han aumentado muchísimo desde la pandemia», explica Cortejoso.
Hasta tal punto que «los profesionales de la Unidad de Psiquiatría de centros hospitalarios como el Clínico con los que estamos en permanente contacto comienzan a estar desbordados por este tipo de casos», asegura.
No se trata solo de el participar o no en retos virales, el uso abusivo de las pantallas, que genera una adicción en los jóvenes «se está convirtiendo en el principal motivo de los menores y sus familias que llegan a consulta desesperados porque interfiere en el carácter de los jóvenes, genera ruptura de rutinas académicas o del sueño y provoca episodios de humor explosivo cuando se pone límite al uso del móvil», añade Cortejoso.
En Castilla y León, el 69% de los niños de entre 10 y 15 años tiene móvil con acceso a internet a pesar de que la edad legal para utilizar algunas aplicaciones como Tiktok, Twitter o Facebook es de 14 años y para WhatsApp se sitúa en 16. «El problema es que los padres no son conscientes y se les olvida la responsabilidad que pueden tener sus hijos en el manejo del móvil. Estamos ante una problemática que no estamos sabiendo controlar».
En sus charlas con los estudiantes de primaria o secundaria, y para tratar de hacerles ver los peligros que entraña, Internet les habla de la importancia de la identidad digital. «Su falta de conciencia de riesgo les impide pensar en que lo que publican en internet se replica tantas veces que es imborrable y permanece en el tiempo». Cortejoso da un consejo a los jóvenes antes de que realicen un reto peligroso, «que busquen en Internet las consecuencias de lo que van a hacer y se toparán con información sobre lo que les puede pasar». Añade además el coordinador de la Sección de Nuevas Tecnologías del COPCyL que «el fomentar o difundir estos retos hace también que participen en cierta medida en ellos mostrando además una carencia total de empatía al normalizar estos comportamientos», finaliza.
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