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«Hemos vivido encima de un montón de fruta en descomposición y había que hacer algo porque el olor cada vez era peor y se ... estaba llenando todo de bichos». De esta forma resume Verónica Cáceres lo que han sufrido los vecinos de la calle Villanueva con Padre Manjón de Valladolid, donde el frutero de la esquina dejó de abrir hace dos meses y medio sin previo aviso y con el género dentro.
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El tiempo fue pasando, el frutero dejó de pagar la renta que antes pagaba puntualmente y, mientras tanto, la fruta fue pudriéndose en el mostrador, a la vista de todos los que pasaban por la calle. Ante esta situación, el propietario del local, Atilano de la Rosa, trató de ponerse en contacto en repetidas ocasiones sin éxito con el arrendatario –al que había alquilado el inmueble desde hace casi un año–. «Le he llamado muchísimas veces, pero nunca me coge el teléfono. No entiendo qué habrá podido pasar porque es una bella persona, pero tuvimos que poner las denuncias competentes en el Juzgado, en Sanidad y en el Ayuntamiento hasta que han tomado la determinación de darnos la autoridad para abrir. Ha venido la Policía, hemos abierto y nos hemos encontrado unos 300 kilos de fruta podrida», indica Atilano.
Desde el miércoles el propietario se afana en limpiar su local, para alegría de los vecinos. «Por parte de la comunidad se nos remitió un escrito por los malos olores y por el temor de los vecinos a que aparecieran plagas. Como dueño les contesté que no podía hacer nada porque la ley me lo prohíbe. Yo no puedo entrar en una casa que no sea mía. El local estaba alquilado con un contrato legal y no podíamos hacer nada hasta que se nos autorizara», explica Atilano, que se encuentra aliviado por solucionar el problema. «Los vecinos estaban nerviosos porque había muchos bichos y el local estaba completamente insalubre. Solo queríamos que nos dejara entrar la Policía para limpiar y eliminar toda la porquería que se estaba pudriendo dentro», recalca.
Varias personas que residen cerca de la frutería aseguran que han visto al frutero en repetidas ocasiones en el local tras el abandono del negocio. «A finales de noviembre dejó de abrir y todos pensamos que estaría en cuarentena por covid, pero le volvimos a ver por la tienda varias veces, aunque no abría. Le he visto alguna vez dentro, le he preguntado que si estaba bien, me ha dicho que sí y no sé nada más. Hay algo que no sabemos. Este hombre parecía honrado, trataba bien a todo el mundo y no sabemos qué ha podido pasar», indica Verónica Cáceres, que desconoce la razón por la que el frutero actuó de esta manera, pero se alegra de que las consecuencias de su actuación le dejen de afectar. «Ha estado dos meses pudriéndose lo que tenemos debajo de nuestra casa y al final se ha solucionado el problema», concluye Verónica con cierta satisfacción.
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