La residencia de Doctor Villacián se sobrepone al recontagio y retoma las visitas en Valladolid
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El centro para asistidos de la Diputación de Valladolid lucha por «normalizarse» y crea un espacio para que los mayores evoquen el pasadoEl primer turno de las retomadas visitas en la residencia de Doctor Villacián era a las once, pero Inés Picado ya aguardaba desde antes y cuando entraba para recoger a su tío Antonio Picado González (en el centro le llaman Antón) saludaba con ... un «a ver si ya está todo bien». En este centro de la Diputación de Valladolid, los tres últimos aislados del grupo de trece mayores reinfectados en esta quinta ola regresaron a su módulo después del desayuno. La mayoría de los afectados, todos vacunados desde enero, fueron asintomáticos pero uno de los contagiados, con patologías previas, falleció. Pero la sensación es que el rebrote no ha hecho mella en la moral de la mayoría de los 98 residentes que alberga en la actualidad el gran complejo de edificios que en tiempos fue el Psiquiátrico de Valladolid –y que llegó a alojar a 700 personas con problemas de salud mental, recuerda el coordinador de los dos geriátricos de la institución provincial, Juan José Zancada–. Buena parte de los usuarios son muy longevos, tienen sus capacidades motrices menguadas y padecen lagunas de memoria, cuando no alzhéimer, pero se les animan los ojos cada vez que un familiar va a verles o cualquier trabajador les llama por su nombre y les recuerda que tienen que subirse la mascarilla hasta la nariz. Dice Mar Casado, trabajadora social, que eso del tapabocas y, sobre todo, lo de evitar los abrazos y los besos, «es lo que peor llevan».
Antonio Picado González, de 77 años, soltero y transportista, natural de Encinas, hoy habla poco. Tiene problemas de memoria, pero su sobrina está convencida de que «en su fuero interno, agradece las visitas, a mí me gusta venir a verle aunque parezca que no se entera». En la cúspide de la escalinata principal, toman el aire dos residentes veteranos: un caballero legionario «hasta el infinito», Lucio Sahagún Pablos, de Valladolid, 76 años, y un artillero de Alaejos, Eduardo García Muñoz, de 68. Mientras, en la otra esquina, Mariano de la Fuente Sanz, 78 años y de Íscar, fuma ostentosamente un puro y con orgullo cuenta que es tío del jugador de baloncesto Sergio de la Fuente. «A mí no me cae nada porque ya me ha caído todo», responde cuando se le menciona el rebrote entre los vacunados. Él entró en la residencia el pasado febrero, así que ha vivido allí todas las otras olas. Lo que más echa en falta es el pan de su pueblo. Sin embargo, Ángela Muñoz González, de 92 años, asegura lo que más extraña de Alaejos, su localidad natal, es a la Virgen de la Casita. «Ella me ampara y me cuida, la adoro; deseo ir a verla para rezar por todo el mundo para que se acabe todo. Si Dios quiere me llevarán en septiembre». indica la nonagenaria.
Su hijo Rubén es quien ha ido a visitarla en el primer día de reapertura. Relata que su padre falleció de covid en abril y Ángela, «lo cogió, pero era asintomática» y estuvo sin salir de la habitación durante tres meses, hasta que dio negativo. Ella recuerda que se hizo «muy amiga» de las auxiliares. «Me decían, que buena eres, cuéntanos algo, una historia, qué memoria tienes, me decían». Con un poema de su cosecha, se despide para ir a dar un paseo con su hijo por el recinto exterior del centro. Los visitantes prefieren con el buen tiempo quedarse fuera, aunque también tienen habilitada una zona de visitas en el interior.
Desde que se desató la pandemia, se han ido aplicando los protocolos de la Junta para reconvertir los espacios en tres unidades de convivencia dirigidas a detectar más rápido y a aislar mejor a los infectados. Todos los residentes están vacunados, pero no todos los trabajadores. De los 110 integrantes de la plantilla hay una decena sin inocular, «porque no se les puede obligar a vacunarse, aunque hacemos mucha pedagogía», apostilla Zancada. Para ellos, cada lunes se hacen test de antígenos. Se intenta «normalizar» la coexistencia con un virus que ha venido para quedarse, subraya el diputado de Servicios Sociales, David Esteban. Una nueva sala de reminiscencia, amueblada con objetos tradicionales del siglo pasado simboliza que en Doctor Villacián están empeñados en arrancar al virus jirones de normalidad. Julia Rodríguez Sanz, casi centenaria, con sus compañeras Paula del Castillo, de 88, y Fe González , de 93 años, rememoran para Nerea de la Cruz, la terapeuta ocupacional, los usos de la palangana y la 'singer' en la posguerra.
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