Ahí están Belén Esteban, Isabel Pantoja, la princesa Leonor. También las cuadrículas de un crucigrama o el augurio de un horóscopo que hace meses tampoco se cumplió. Hay cantantes, actrices, nobles y famosos en unos pliegos de papel, hojas arrancadas de viejas revistas, que Begoña ... García retuerce con maestría para convertirlas, en apenas un par de segundos, en cucurucho.
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«También tenemos el típico papel blanco de la tienda de alimentación, pero la gente nos pide más este, por ese recuerdo de las castañas en papel de periódico», cuenta Begoña García, con ese cucurucho de cuché en la mano izquierda. Y mientras, la derecha, enguantada, selecciona castañas para echarlas después en ese frágil recipiente que guarda un tesoro calentito para las manos y tan agradable al paladar.
Ya es temporada de castañas. Ya ha llegado el otoño a Valladolid. Esta semana han abierto los puestos que, en las tardes de paseo y compras, sirven asado este fruto seco. Y eso que el año ha comenzado un poco extraño.
«Ha sido un verano muy seco, con muy poca lluvia, por eso las primeras castañas no vienen muy gordas. Esperamos que las lluvias de estos últimos días sirvan para que lleguen un poco más grandes», cuenta Begoña desde su puesto en la calle Constitución. Aquí lleva casi treinta otoños.
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«Cuando empecé, estaba Galerías Preciados y ahora nos han cerrado El Corte Inglés», dice mientras mueve el bombo en el que se asan estas castañas callejeras que vienen de El Bierzo. «Son más dulces que las de otras zonas. Las de Ávila, por ejemplo, son más duras y no están tan sabrosas», cuenta Begoña, cuya familia también está al frente de los puestos del Paseo de Zorrilla (frente a El Corte Inglés) y la calle Mantería.
Allí está su marido, Félix Galicia, tercera generación de una estirpe de feriantes que, con la caída de la hoja, se encomienda a las castañas. Empezó su abuela Marciana y luego tomó el testigo su madre, María Luisa, con puestos en la Cruz Verde (muy cerquita de la casa familiar de San Andrés), la Plaza Mayor, el túnel de Delicias. Ahora, está aquí, a un paso de la plaza de España, con el crepitar de las castañas en el bombo y un transistor encendido de fondo.
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«Lleva mucho trabajo. La gente se cree que es fácil asar castañas, pero no lo es. Tienen que pasar por las manos, una por una», explican. Les llegan en sacos de cerca de 25 kilos, en unas mallas rojas que deshacen para empezar la revisión. Junto a Begoña, en su puesto, detrás de ella, está Jorge. Coge castañas y les practica unos pequeños cortes para evitar que luego exploten cuando se ponen a las brasas.
«Son de carbón de encina y piñas», dice Vanesa Saez Redondo, otra de las castañeras de Valladolid. Ha heredado el negocio de su madre y este año estrena puesto en la plaza de Zorrilla. Una cabaña de madera, con ilustraciones en sus paredes y unas letras enormes que anuncian 'castañas asadas'.
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Ha decorado el interior con fantasmas, escobas y calabazas, para recordar que estos primeros días de temporada coinciden con Halloween y el Día de Todos los Santos. Después, se vestirá de Navidad. La idea es aguantar hasta finales de enero o principios de febrero, con el puesto abierto de 17:00 a 22:00 horas y, durante las fechas navideñas, también por las mañanas.
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«Viene gente de todas las edades. Afortunadamente, es una tradición que se traslada de padres a hijos. Y tenemos clientes de toda la vida», cuenta Vanesa, quien desde el año pasado, por desgracia, echa de menos a uno de ellos. «Era un señor de unos 92 años que nos traía siempre una magdalena. El año pasado ya no vino. Pero nos acordamos mucho de él», asegura la castañera de Zorrilla, mientras echa sal al bombo y con la rasera recoge los frutos antes de que salten al cucurucho. Cuesta tres euros. El mismo precio que el año pasado.
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«La materia prima ha subido y también el transporte, la luz... pero nosotros hemos decidido mantener este año los precios», cuenta Begoña. En su caso, también tiene cucuruchos de media docena (1,50 euros) y desde hace tres años ha incorporado el servicio para pagar con datáfono.También las castañas se pueden abonar con tarjeta de crédito.«Es una forma de dar facilidades al cliente. Y además, porque cada vez es más habitual que mucha gente no tenga efectivo.
Y eso que algunos vienen con billetes gordos para el cambio», asegura Begoña, mientras inspecciona las castañas calentitas «para que ninguna vaya mal». «Alguna se nos puede colar, pero intentamos que eso no pase. Es la mejor forma de que el cliente vuelva», cuenta, mientras no quita al ojo a la castaña, que sujeta en su mano con guante.
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«Me lo pongo porque, si no, a los cinco minutos, ya están las manos negras», indica una de las castañeras de Valladolid, quien recuerda con el olor y el calorcito que emana de su puesto, que ya ha llegado el otoño, con toda su liturgia, a Valladolid.
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