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Jhoan, Gregorio, Mario y Magdalena, posan en el aparcamiento del hotel NH Bálago, en una de las ambulancias con las que trabajan. Ramón Gómez

Refuerzos sanitarios del otro lado del mar contra el coronavirus

Técnicos de emergencias de Palma de Mallorca llegan como voluntarios a Valladolid para contribuir en la lucha contra la pandemia vírica

Juan J. López

Valladolid

Miércoles, 15 de abril 2020, 07:30

El pasado lunes 30 de marzo Mario, Magdalena, Jhoan y Gregorio se despidieron de sus familias en Palma de Mallorca, y emprendieron un viaje que les llevaría hasta el hospital de campaña instalado por la Junta de Castilla y León, en la Feria de Valladolid.

Fue su primer destino después de «enrolarse» en la lucha contra el coronavirus lejos de sus hogares «para echar una mano» en la Península, en lugares más azotados por la pandemia que las Islas Baleares.

Los cuatro técnicos de emergencias llegaron ese mismo día al hotel NH Bálago, su «nueva casa», de la que les separan unos pocos de metros de la entrada al recinto del complejo hospitalario elevado en la Feria de Muestras. «Aquí hacemos nuestra vida ahora, y parece que así será mientras dure el estado de alarma», explica Mario Solano, quien ejerce de portavoz como coordinador de logística y técnico de emergencias de Ambuibérica en Mallorca.

«Nos dijeron que hacían falta técnicos en Castilla y León, en Valladolid y... –duda unos segundos– en Zamora, y nos vinimos a ayudar», añade Jhoan Quiñones, compañero que explica cómo distribuyen su trabajo entre el Hospital Clínico, el Río Hortega y el propio hospital de campaña. «Hacemos muchos viajes interhospitalarios, con pacientes con alta, con contagiados... Los hacemos de dos en dos para evitar riesgos al conductor de la ambulancia», afirma con naturalidad, consciente del peligro y con el asentimiento del resto de sus compañeros.

Los familiares lo entienden de otra manera. «Lo llevan mal. Me he perdido el cumpleaños de mi hija, que fue el 10 de abril, y mi mujer está muy preocupada por si me pasa algo, estando solo, pero le pido que las películas las veamos en la tele. Es mejor no anticiparse a algo que aún no ha pasado, aunque entiendo su preocupación», señala Mario, quien enseguida añade que «se sobrelleva mejor por el compañerismo que existe». «Nos hemos juntado con otro grupo de técnicos de Madrid, con los que compartimos hotel, y el trabajo está siendo más agradable dentro de la gravedad», subraya.

Magdalena también destaca «el compañerismo» de su nueva familia, así como el trato de los empleados del hotel, donde descansan tras los turnos de doce horas seguidas. «Son largos, pero yo personalmente necesito trabajar. Al final, no estás en tu casa. Aquí estás en tu habitación, con una tele, pero no es tu casa», afirma.

En el turno actual, los cuatro trabajadores mallorquines entran al hospital a las 21:00 horas para volver a salir a las 9:00 horas del día siguiente. Inician su labor después de cenar el catering en la Feria, «un ritual» que también repiten a la hora de la comida, sobre las 14:00 horas.

Magdalena, en la habitación del hotel, con vistas a la calle Mieses del barrio de Huerta del Rey.

Forman parte de esos treinta sanitarios que se hospedan en el NH Bálago, en la capital vallisoletana. «Tenemos capacidad para sesenta personas, y ahora mismo a los chicos de Mallorca se suman otros de Madrid y técnicos de ambulancia de aquí de Castilla y León que tampoco pueden ir a sus casas», explica el director del hotel, José Antonio Robles, quien destaca la buena predisposición de su equipo para acoger a los sanitarios. «Me consta que en otros hoteles había dudas, pero aquí fueron las propias camareras de piso las que nos dijeron que cómo podíamos ayudar, y en eso estamos», subraya el representante del hotel vallisoletano.

Ahí está la explicación para que todo esté listo en el nuevo hogar de los técnicos baleares, que, cuando regresan, se encuentran la habitación «impoluta» para descansar y «recargar pilas». Más tarde habrá que volver a trasladar enfermos, desinfectar trajes de médicos, encargarse de las ambulancias «y estar en todo lo que se nos necesite», resume Gregorio Valdés, quien también destaca la buena acogida de Valladolid y todas las facilidades.

Aún así, la llegada a la ciudad no les ha permitido mucho «relacionarse». «Nuestro contacto con los pacientes es muy distante», indica Magdalena. «No es como habitualmente. El contacto es mínimo, y apenas puedes hablar con ellos», agrega, aunque todos recuerdan las altas de algunas de las personas más mayores. «Les llevamos a casa con una sonrisa», explica Mario, quien se levanta «todos los días» en su nueva 'casa' del barrio de Huerta del Rey con la bandera del buen samaritano, la misma que izó para colaborar con los supervivientes de la riada que acabó con el camping de Biescas, en 1996; o con los que superaron el terremoto de Marruecos de 2004... «La diferencia es que aquí el enemigo es invisible, y ese es al peor que te puedes enfrentar», reflexiona.

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