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Solía el abuelo Luis recorrer la ciudad con su cámara Voigtlander, revolucionario modelo (hoy reliquia) que seguramente se trajo de sus temporadas de prácticas en Bélgica o Alemania, cuando completaba su formación como ingeniero industrial, título que obtuvo en 1921 en Bilbao.
Así, con ... la cámara al hombro y una baraja de placas de cristal, se paseaba por Valladolid para capturar instantes que hoy, tantos decenios después, son tesoros de una ciudad que demasiada historia se ha dejado por el camino. Algunos de aquellos pasajes y paisajes quedaron atrapados en esos trocitos de cristal, metidos después en una veintena de cajas de cartón, guardadas luego en un estuche verde de latón que Virginia, nieta de Luis, ha convertido en píxeles y papel para recuperar las fotos que tantos años atrás hizo su abuelo Luis. Y antes, su bisabuelo Juan Martínez Cabezas, quien fue secretario de la Diputación.
Había un cuarto oscuro. Una habitación para el revelado. Un despacho estrecho consagrado a la fotografía que Luis Martínez Duverger (nacido el 3 de julio de 1895 y fallecido a los 103 años) tenía en la vivienda familiar de la Casa Mantilla. Segundo izquierda. Con un balcón privilegiado.
Bastaba con asomar la cámara para enfocar el Teatro Pradera, la estatua de Zorrilla, la Academia de Caballería, los eventos mil que tenían como escenario la Acera de Recoletos o el inicio de la calle Santiago. Una ventana con vistas que hoy Virginia ha abierto de nuevo. «Recuerdo a mi abuelo metido en ese cuarto con líquidos de revelado, con mil y un botes, con montones de cajas. No tiraba nada. Lo guardaba todo», rememora la nieta, que el año pasado decidió que ese tesoro en imágenes no podía quedar secuestrado en negativos de cristal, por lo que comenzó a a revisar, revelar y digitalizar la colección (con la ayuda de Namen Color).
Ha mirado al trasluz todas y cada una de las placas. Ha seleccionado las que más le han llamado la atención (ahora comenzará con una segunda vuelta para ampliar el catálogo) y ha decidido compartir, a través de Internet (en el grupo Valladolid desparecido) y de la web de El Norte, algunas de esas imágenes.
«Una parte muy importante son retratos familiares, pero también hay muchas fotos de la ciudad», dice, mientras muestra postales de La Antigua, del Palacio de Santa Cruz, de las riberas del Pisuerga, del paseo de Filipinos, de la estatua de Colón... pero también de rincones de la provincia, como el castillo de Peñafiel, el archivo de Simancas o la Plaza Mayor de Medina delCampo, con decenas de mozos en un encierro.
«Son escenas cotidianas que tienen mucho encanto, porque captan lo imprevisto, la vida diaria de los vallisoletanos», cuenta Virginia, al tiempo que su mirada se pasea por unas fotografías que muestran coches antiguos, una moda de sombreros, trajes de sastre y cofias para el personal de servicio.
«Lo más triste es que algunos de los monumentos que mi abuelo fotografió ya no existen. Es una forma también de comprobar cuánto patrimonio hemos perdido en Valladolid, como el Teatro Pradera», afirma. Ylo hace mientras busca una foto.Su favorita. La que más le gusta. Es una imagen lateral de ese teatro, lo que se veía desde el balcón familiar en la Casa Mantilla (el primer inmueble con ascensor de Valladolid). «La mayor parte de las fotos que se conservan del teatro lo sacan siempre de frente. Ahora se le puede ver también de lado. Y en una jornada de nieve. Me gusta mucho esta foto», dice.
Un repaso por la hemeroteca de El Norte de Castilla permite comprobar además que Luis Martínez Duverger no solo ha legado a la capital una colección de fotografías, sino que también contribuyó con su trabajo a mejorarla. Después de su formación en Bilbao, Bélgica y Alemania, regresó a su ciudad natal para montar un despacho de «construcciones, electricidad e hidráulica» en el número 1 de la Acera de Recoletos (en 1929, avenida de Alfonso XIII).
En mayo de 1935 obtuvo la plaza de ingeniero municipal. El sábado 20 de abril de ese año impartió una conferencia en la Casa Consistorial sobre tratamiento de aguas residuales y defendió, ya en 1935, la necesidad de que Valladolid contara con una estación depuradora, para evitar «los peligros que ofrece el verter las aguas residuales en un río», al entender que «la desviación del colector no es bastante». La estación depuradora de aguas residuales de Valladolid entró en funcionamiento en 1999, «con el fin de completar el sistema general de saneamiento de la ciudad, que hasta entonces evacuaba al río Pisuerga por varios colectores», informa la web de Aquavall.
Como ingeniero municipal, también se encargó de ilu minar varios monumentos del Campo Grande (como la gruta, el entorno del lago y la estatua de Núñez de Arce), de Barrio España (con ocho farolas en enero de 1936)y de la fachada de la Casa Consistorial (en abril de ese año).
Después de la Guerra Civil, Martínez Duverger volvió al ejercicio libre de su profesión. Y no olvidó su pasión por las fotogafías, como demuestra la rica colección de instantáneas, el tesoro en placas de cristal que Luis guardó durante años en cajas hasta que su nieta Virginia ha decidido desenterrarlo y sacarlo, por fortuna, a la luz.
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