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iris sánchez sobradillo
Valladolid
Viernes, 9 de agosto 2019, 07:27
Ya han pasado casi dos años desde que se planteó por primera vez un proyecto arqueológico con el que se barajaba la posibilidad de recuperar las aceñas del Pisuerga, molinos de harina que se colocaban antiguamente en los ríos para aprovechar el impulso del agua ... y moler el trigo. Estas aceñas se encuentran entre las Moreras y el Puente Mayor y las máquinas ya han entrada en la zona.
El proyecto, que se llevaba anunciando desde enero y cuyas obras arrancaron ayer, está dirigido por el arqueólogo Arturo Balado, que pretende poner en valor estos elementos arquitectónicos. De momento, la iniciativa se encuentra en su primera fase: «Estamos intentando documentarnos acerca del estado de conservación en el que se encuentran las aceñas y recuperar las piedras que se hayan podido caer al agua.Después, nuestra idea es poder estudiarlas», explica Balado.
Añade que en estas incursiones «lo ideal sería iniciar un proyecto de recuperación de estos restos», así como mostrar la importancia de los mismos, que han sobrevivido al paso del tiempo y a incidentes como el de la gran riada de marzo de 2001, la mayor registrada por el río Pisuerga, que arrasó con el último arco de piedra que permitía acceder a las aceñas.
No obstante, según explica el arquitecto Arturo Balado, antes de iniciar este proceso de recuperación es necesario llevar a cabo una limpieza de la zona para poder acceder a ellas. Para ello, se han creado dos pequeñas presas para desviar el agua del río y secar el lugar en el que se encuentran. «La maleza que ha usurpado las aceñas es impresionante. De repente, han empezado a crecer árboles y malas hierbas, que con sus raíces han reventado toda la estructura», afirma Luis Ángel Largo, presidente de la Asociación Amigos del Pisuerga.
Este secado arrancó ayer por la mañana y se preveé que las obras duren en torno a «un mes», según está previsto en el plan arqueológico. Asimismo, para poder trabajar en la recuperación de los molinos se utilizará «una retroexcavadora para trabajar de forma directa, mientras que se empleará una máquina más pequeña para actuar sobre los detalles y no dañar la arquitectura que aún se conserva», explica Luis Ángel Largo.
El proyecto, aparte de «intentar localizar lo que existe en los alrededores del conjunto original, catalogar las aceñas y recuperarlas», también pretende poder restaurarlas con las piedras que hayan sido recuperadas del río.
Una de las ideas más destacadas del proyecto es la construcción de una pasarela sobre las las aceñas, donde «barajamos que esta plataforma se pueda retirar en invierno o en las épocas de más crecida del río», de tal forma que sea una pasarela portátil.
La nueva estructura se completaría con un panel informativo en el que se describiese la historia y la importancia de las aceñas existentes en el Pisuerga, pues con esta iniciativa también pretenden despertar el interés turístico de aquellas personas que visiten la ciudad, pero también de los propios vallisoletanos.
«Si este proyecto llamase la atención, se plantearía una segunda fase mucho más ambiciosa que esta, pues nos gustaría iniciar obras para poder recuperar el arco que destruyó la riada de 2001», explica el presidente de la Asociación de Amigos del Pisuerga, quien reconoce que para ello necesitarían la autorización y el apoyo del Ayuntamiento.
La historia de las aceñas en Valladolid comienza hace ocho siglos. Por este motivo, son testigos de la transformación de la ciudad y de los propios cambios que han experimentado estos elementos hidráulicos. Las primeras referencias escritas de la existencia de las aceñas junto al Puente Mayor datan del año 1230. En aquel entonces, estas se utilizaban como molinos para el trigo.
Unos siglos después, en 1602, la historia es testigo del primer testimonio gráfico de las aceñas en un cuadro de la infanta Ana de Austria, hija de Felipe III y futura reina consorte de Francia, que posa en un ventanal de los Condes de Benavente, lo que hoy es la biblioteca de San Nicolás.
La obra, que pertenece a Juan Pantoja de la Cruz, simboliza cómo las aceñas en aquella fecha aún se utilizaban como molinos y también como batán para tupir la lana, ya que este instrumento también funcionaba gracias al impulso que proporcionaba el agua.
Hasta este momento, la pasarela que había para poder alcanzar las aceñas y que los ciudadanos realizasen allí sus actividades era de madera, no obstante, en el año 1738, esta plataforma que arrancaba desde el Puente Mayor se sustituye por una de piedra, mucho más estable.
En 1875 las aceñas vuelven a sufrir otra gran transformación, pues su tradicional uso se pierde, y comenzarán a tener una nueva función: llevar el agua a las fuentes de la ciudad.
Finalmente, en 1886 se abandonarán, ya que se pone en marcha el Canal del Duero. Es en este momento cuando comienza su progresivo deterioro hasta la actualidad, que como explicaban desde la Asociación Amigos del Pisuerga están «llenas de ramajes».
La organización Amigos del Pisuerga, que se fundó en 1995 y se encarga de trabajar para favorecer la conservación y recuperación del río Pisuerga en todas sus facetas, tanto «ecológicas, históricas, urbanísticas y arqueológicas», llevaba denunciando el estado de las aceñas desde hace cuatro años. De hecho, en 2015, se quejaron de cómo los troncos estaban desplazando toda la estructura arqueológica y arrastraban las piedras hacia el río. En ese momento, pidieron hacer «visibles las pesqueras» y que se llevara a cabo una labor de protección que es la iniciada ayer.
Aunque el objetivo principal del arqueólogo Arturo Balado y el de la Asociación de Amigos del Pisuerga, cuyo presidente es Luis Ángel Largo, es «poner en valor las aceñas y recuperarlas, así como las piedras que se hayan podido caer de la estructura» para, posteriormente, poder estudiarlas y que sean una parte viva de la ciudad, otro de los puntos más llamativos dentro de este plan arqueológico es el proceso de excavación que se quiere realizar en la zona delos chopos, conocida como 'chopera', en las Moreras.
Arturo Balado sospecha que debajo «pueden existir restos del camino que comunicaba esta zona con las aceñas». Para ello, van a utilizar un georradar que, a través de ondas, detectará si hay una estructura o ruinas debajo de la tierra.
Por otro lado, con el proyecto se pretenden recuperar planos, fotografías y grabados de las aceñas. Una de las imágenes más antiguas que se conocen de la ciudad, en la que aparecen estos viejos molinos de harina, fue realizada antes de 1850 y se encuentra en el Archivo Municipal. En esta instanteánea también se puede observar la desaparecida puerta del Puente Mayor, que fue demolida a mediados del siglo XIX.
Con este tipo de material gráfico pretenden acercar los vestigios históricos y arquitectónicos de la ciudad a la población, para que así no queden en el olvido. «La idea es exponer el material gráfico en algún espacio municipal para dar a conocer este vestigio», contaba Luis Ángel Largo hace dos años, cuando se planteó el proyecto.
En este sentido, la pasarela portátil que se pretende construir para acceder a las aceñas, también quieren utilizarla como un elemento que impulse el ocio en la ciudad, pues puede convertirse en un mirador. Además, pretenden hacerlo accesible desde la orilla del Pisuerga.
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