Raúl Martín Valencia el día que recibió el premio en West Virginia. El Norte

Un vallisoletano premiado en Estados Unidos por su «prometedora carrera» en energía renovable

Raúl Martín Valencia ha sido elegido por la universidad de West Virginia como mejor exalumno 2022 entre cerca de 4.000 candidatos

Berta Pontes

Valladolid

Miércoles, 23 de febrero 2022, 00:08

Es joven y tiene una carrera prometedora. Motivos por los que la West Virginia University Institute of Technology le ha elegido para galardonar con el premio de mejor exalumno 2022. Lo que para Raúl Martín Valencia es «un orgullo», para la universidad en la que ... finalizó sus estudios es «el inicio de una exitosa carrera».

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«Soy un chaval normal, de Delicias y de Medina de Rioseco, que tuve la suerte de acceder a una beca para estudiar en Estados Unidos», reconoce Raúl. Es de la llamada generación olímpica, pues nació en 1992, y vivió en el barrio vallisoletano de Delicias hasta los 18 años. Allí acudió al colegio San Viator y al Instituto público Grial. Sus padres, Carlos y Alicia, electricista y limpiadora, le han inculcado desde pequeño la importancia de estudiar. «Siempre he querido estudiar y también me gustaba jugar al fútbol, pero sabía que del deporte no iba a comer», reconoce.

La decisión de Raúl de estudiar Ingeniería Civil tiene su origen, según explica, en que el jefe de su padre era ingeniero y «quería ser como él». En el colegio, además, le dijeron que se le daban bien las matemáticas y la física, por lo que no quiso desperdiciar la oportunidad. Su opción inicial era Ingeniería Naval, pero se cursaba en Galicia y le hizo desechar esa idea. «No quería quedarme en Valladolid pero tampoco quería irme muy lejos para poder volver cuando quisiera, y al final me fui a Estados Unidos».

Inició sus estudios en Ingeniería Civil en 2010 en Santander y en 2012 se fue a cursarlo a Estados Unidos

Su pasión, el fútbol, fue lo que le dio el empujón para estudiar en América. Decidió estudiar Ingeniería Civil en Santander y un buen amigo le contó que existía una beca deportiva para compaginar el fútbol y los estudios en Estados Unidos. «Se lo comenté a mis padres, hicieron sus cuentas y vieron que con la beca les costaría lo mismo que estudiase en Santander o al otro lado del Atlántico, así que apenas lo pensé y, en agosto de 2012, tras cursar dos años en Cantabria, me fui», recuerda.

Raúl en su graduación en West Virginia. El Norte

Cruzar el charco

El cambio de Valladolid a Santander fue «fácil» para Raúl porque lo compaginaba con el fútbol y cada dos o tres fines de semana volvía a su casa y a su pueblo, pero el salto del charco fue «algo más duro». Pensaba que su nivel de inglés era bueno porque la calificación que obtuvo en selectividad, un 8,5, le hacía ver eso, pero se equivocaba. «Llegué pensando que me iba a comer el mundo y nada de eso, mi nivel era más bien bajo y me tocó ponerme las pilas para entender algo», explica. Su vida por entonces era diferente y solo volvía a Valladolid en navidades y en verano. Además, recuerda que el sistema universitario americano es distinto y le hacía sentirse más integrado porque a través del fútbol representaba a la universidad. «Yo jugaba al fútbol y estudiaba, y los profesores me daban todas las facilidades para compaginar el deporte y los estudios», reconoce. Raúl vivía en una residencia universitaria pero los fines de semana se quedaba solo y un compañero de primero le invitaba a su casa. «Recuerdo que pasaba las vacaciones con ellos y ahora sigo manteniendo el contacto; son como mi segunda familia».

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«El inglés me ha abierto las puertas para poder trabajar en cualquier lugar del mundo»

Su primer trabajo tras acabar la carrera en Estados Unidos fue en una consultoría que diseñaba carreteras, pero no le gustaba la cantidad de horas que pasaba en el ordenador. «Salió la oportunidad de trabajar en Bélgica en una empresa de energías renovables especializada en eólica marina y acepté sin pensarlo», cuenta. Tras siete años en Virginia, en 2018 comenzó su aventura en Europa y aterrizó en Amberes.

En su puesto actual, Raúl lidera un grupo de trabajadores con diferentes conocimientos - ingenieros, abogados, corredores de seguros - durante el proceso de licitación de parques eólicos marinos, con el objetivo de asegurar que su empresa sea la contratista de dicho proyecto en otros países. Este joven vallisoletano confiesa que el inglés le ha «abierto las puertas para poder trabajar en cualquier lugar del mundo y en cualquier empresa».

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Raúl en su puesto de trabajo en el puerto de Amberes. Imagen decida a El Norte

Apuesta por las renovables

En su opinión, las energías renovables tienen mucho futuro, pero en España es más complejo adaptar el trabajo que realiza en Bélgica. «Me dedico a poner molinos de viento en el mar porque en los países del norte de Europa las aguas próximas a la costa no son muy profundas y los pilares se pueden poner bien, pero en España todavía se debe desarrollar una tecnología flotante porque a nada que te separas de la costa hay una profundidad de 100 metros y no es viable sumergirlo tanto», concreta. Por ello, aún no hay un proyecto flotante viable que permita implantar esta tecnología en nuestro país, pero Raúl cree que «está al caer».

Recibir este premio le ha pillado por sorpresa porque fueron su novia y su hermano, también ingeniero, los que presentaron su candidatura. «Conocía que existía el premio pero cuando me escribieron de la universidad para decirme que el ex alumno galardonado este año era yo no me lo podía creer. Al principio estaba flotando, con mucha alegría y emoción».

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Ahora, tras recoger el premio el pasado viernes, reconoce que en el discurso dijo algo en español para que sus padres, que lo siguiron por Internet, pudieran entender algo.

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