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Panorámica desde el supuesto patio de un bajo en los antiguos terrenos del Rancho Grande. Rodrigo Jiménez

Valladolid

El Rancho Grande, actual foco okupa, avanza en su tramitación para rematar sus 50 viviendas

El Ayuntamiento está corrigiendo un proyecto de urbanización de la propiedad antes de dar la licencia definitiva para concluir los dos inmuebles

Álvaro Muñoz

Valladolid

Domingo, 4 de agosto 2024, 15:00

Hay intención de que lo que hoy en día es un esqueleto inacabado de la construcción, pasto de maleza y restos de basura, además de foco okupa, se concluya. Se remate. Existe un proyecto, pero muchos flecos están sueltos y se necesitará, principalmente, tiempo. Porque ... voluntad parece que hay, tanto del Ayuntamiento como de la propiedad de los terrenos. Los dos bloques de viviendas a medio construir, levantadas en lo que hace 35 años fue el onocido como el restaurante Antiguo Rancho, queman etapas a su ritmo y la siguiente no llegará hasta que se corrija un nuevo proyecto de urbanización de la zona. «Lo tienen encargado a un estudio de arquitectura y no tardarán en presentarlo. Lo estamos corrigiendo. Cuando esté resuelto se les podrá dar licencia para terminar las viviendas, algo que es su intención», recalca el concejal de Urbanismo, Ignacio Zarandona.

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Esas intenciones también las comparten desde la propiedad, que aseguran tener ya un proyecto para rematar los dos maltrechos bloques abandonados y que más de un quebradero de cabeza ha dado a los vecinos y al propio Consistorio. Su estado actual es desolador. Vallado con chapas su acceso, es tan sencillo como empujar una de esas placas. De hecho, en más de una zona, mensajes de 'Cerrad la puerta' se encuentran grafiteados por cada rincón. En algunos hay candados; en otros, simplemente es imposible cerrar esas puertas simuladas porque se vencen hacia el interior.

Eso mismo sucede en uno de los accesos desde la calle Páramo de San Isidro. La estampa, si uno cruza ese imaginario umbral, es la de un terreno deshabitado, con malas hierbas por encima del metro, que se entremezclan con restos de todo tipo. Hasta una nevera destartalada en posición horizontal en uno de los patios o matas apoyadas en la repisa de la ventana para ventilarse. Dentro de los restos hallados, en una de las partes exploradas, más objetos se encuentran como un abrigo para el invierno o un carrito de bebé. Todo ello, entre un mar de basura de toda índole. Envases, periódicos y demás enseres se han apoderado de cada rincón.

«Tienen encargado un proyecto a un estudio de arquitectura. Lo estamos corrigiendo. Cuando esté resuelto se les podrá dar licencia para terminar las viviendas, algo que es su intención»

Ignacio Zarandona

Concejal de Urbanismo

A eso se añaden los desperfectos que presentan las propias infraestructuras. Sin puertas ni ventanas, solo existen paredes de ladrillos, muchas de ellas con golpes o resquebrajadas, y escaleras a los pisos superiores. Cemento, mucho cemento para lo que un día se proyectó como hueco del ascensor y que ahora es un verdadero peligro ante posibles caídas de varios metros.

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Y en esos espacios se han asentado de forma ilegal varias personas. Han okupado el Rancho Grande después de que la crisis del ladrillo dejara inacabados dos bloques para casi 50 viviendas. Con anterioridad, en 2004 y después de 35 años, la familia de Emilio Fernández Chicote (actual presidente de la asociación de vecinos de Buenos Aires) cerraba un negocio referente en banquetes y celebraciones. No había vallisoletano que no hubiera pasado por sus mesas por algún bautizo, boda o comunión.

Los terrenos se vendieron y después de convertirse en un esqueleto de ladrillo pasó a ser foco okupa. Y con ello se inició una historia delictiva de peleas, agresiones, trapicheo y otro tipo de delitos, que salpicaron recientemente al resto de vecinos del barrio Buenos Aires. A estos no les quedó más remedio que mover la ficha institucional para pedir a las administraciones más seguridad y una solución definitiva a la problemática de la instalación. Lo hicieron de urgencia después de una «batalla campal» en las puertas de sus domicilios que acabó con heridos y detenidos por partes iguales, si bien todo ello fue en las inmediaciones del Rancho Grande.

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Llamadas a emergencias

Porque dentro de esas parcelas, también recientemente, ha pasado de todo. Visitas cada poco tiempo de los Bomberos para sofocar colchones se unían a las intervenciones de la Policía ante avisos de peleas y agresiones. La más grave fue la que sufrió Anass Ahnin, quien recibió varios martillazos en la cabeza que le mandaron al Hospital Río Hortega. Su testimonio, en marzo de este año, desvelaba esos problemas de convivencia incluso entre los que habitan esas paredes de ladrillo. Y ahora, medio año después y sin casa ni trabajo, tiene claro que no quiere volver al Rancho Grande después de esas malas experiencias.

El último gran suceso que se conoce en el complejo abandonado (las visitas de la Policía son frecuentes a esa zona) tuvo lugar en mayo de 2021 (justo cuando Anhin llegaba a Ceuta). Allí, la Policía Local liberó a tres menores retenidas por seis okupas. Las cuatro menores, de edades comprendidas entre los 14 y 16 años (recién cumplidos), estuvieron dentro del pequeño habitáculo cerrado, al que se accedía por una escalera, durante varias horas. Las tres que se quedaron se habían escapado del Zambrana y la cuarta, que se había fugado de su casa en Salamanca, decidió marcharse.

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Insostenibles

Ahora quieren que todas esas historias no se vuelvan a repetir después de una situación catalogada de insostenible. Tuvieron varias reuniones con diferentes áreas del Ayuntamiento y, aunque no haya una fecha para iniciar esas obras, respiran con más tranquilidad. Desde primavera, sucesos de esa gravedad no se han vuelto a repetir, aunque se teme que cuando llegue el tiempo de la vendimia la cifra de okupas crezca, como, según inciden, ya ha pasado en años pasados.

Si finalmente ese proyecto ve la luz, según inciden desde la propiedad de los terrenos, la problemática de esas personas residentes actualmente no desaparecería. «Se mudarán a otro sitio», concluyen.

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Emilio Fernández Chicote, propietario del restaurante y portavoz de las quejas vecinales, muestra unas manillas de lechazo en cazuela de barro en el Rancho Grande en el año 2000. J. Sanz

El restaurante que daba de comer a 600 comensales

No queda ya nada de ese restaurante que llegó a dar de comer a 600 comensales en su última etapa y antes de la jubilación de Emilio Fernández Chicote. Era el noveno de diez hermanos para aterrizar desde Traspinedo a esos terrenos en 1952, cuando él no había cumplido los 10 años. Su padre, Leopoldo Fernández, agricultor de profesión, había comprado una finca de 15.000 metros cuadrados en la capital para empezar de cero. Por ejemplo, sembraban todo tipo de cultivos para luego venderlo. «Además, había una cantina que empezaron a llevar, en los primeros años, tres de mis hermanas», agrega Emilio. Se vendían principalmente bocadillos, incluso Emilio iba con un cesto de mimbre con bocadillos para sacar en una jornada «unas cuarenta pesetas», recalcaba hace unas semanas el hostelero ahora jubilado y presidente de la asociación de vecinos Buenos Aires.

«Lo inauguramos en 1968 y había capacidad para 32 comensales. No sabíamos quién iba a venir», rememoraba Emilio, que reconocía que la gran finca la dividió su padre en diez partes tras el fallecimiento de su madre.

Fue un negocio rentable, pero llegó la hora de poner el punto y final. Era 2004 y esos 4.000 metros cuadrados (el terreno se dividió tras fallecer la madre de Emilio) se vendieron a una empresa de Madrid. «Los nuevos propietarios empezaron a levantar dos bloques de viviendas piloto, porque parecía que en ese momento Defensa iba a ceder al Ayuntamiento todo lo que rodeaba al Rancho Grande. Finalmente, José Bono (ministro de Defensa en 2004) dijo que eso no se podía hacer y lo que iba a ser un barrio como Parquesol se esfumó. La constructora abandonó lo poco que había levantado y llegaron los problemas. Llegaron muchos okupas y ahora tenemos un gran problema. Esos vecinos que ahora se quejan con razón los he visto crecer y entiendo por lo que están pasando», agregaba hace unos días Fernández Chicote.

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