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Verónica Hernández se levantó esta mañana de miércoles con la esperanza de que la situación que padece diera un giro para poder seguir residiendo en ... el número 20 de la calle Batuecas. Acumulaba unos seis años de residencia ilegal en esa casa unifamiliar del Barrio España, pero este 26 de febrero era el día del desahucio. En diciembre se le concedió una moratoria que dos meses y medio después no se ha prorrogado, por lo que ha tenido que sacar los escasos enseres que tenía en el interior para volver a casa de su suegra. «Allí solo hay dos habitaciones», lamenta después de retirar sus muebles.
Con 23 años y tres hijos (6, 5 y 1 año), Verónica ha sido desahuciada en una jornada marcada por las protestas del Sindicato de Vivienda de Valladolid. Alrededor de una treintena de personas se presentaron en la casa que habitaba hasta ahora Verónica a primera hora para frenar el desahucio. De hecho, una quincena de ellos, a la postre identificados por la Policía Nacional por resistencia a la autoridad, se acurrucaron en la entrada del inmueble para que la autoridad judicial y los agentes no entraran.
Fueron esos los momentos más tensos, pues agentes de la UPR tuvieron que arrastrar a alguno de los manifestantes para despejar la puerta. Mientras tanto, Verónica, desde el interior de la vivienda y con su hijo de un año en brazos, observaba atónita los hechos desde la ventana y con la cortina corrida. Esa acción policial la obligó a dejar a su bebé con una vecina, si bien el resto del desahucio estuvo marcado por la tranquilidad.
Verónica Hernández
Desahuciada
Eso sucedió a las 9:00 horas, si bien la autoridad judicial para el lanzamiento no apareció hasta las 10:30 horas. En este tiempo, agentes de la Policía Nacional y Policía Municipal controlaron a los convocados mientras estos afinaban la garganta con los tradicionales cánticos de un 'desalojo, otra okupación' o contra Abanca, actual propietaria de la casa. Todo ello con un ambiente enrarecido mientras un vecino de puerta con puerta de Verónica no ha parado durante toda la mañana de lanzar improperios a policías y periodistas.
Así sucedió hasta que llegó la comitiva judicial. Encaraban toda la calle Batuecas hasta llegar al número 20. Sin titubear, se entrevistaron medio segundo con la representante legal del sindicato, que solicitó un poco de tiempo para que Verónica, ayudada por familiares, sacara el resto de las cosas. Y así fue. Media hora de permiso en lo que la desalojada retiraba los muebles de la cocina, electrodomésticos y sofás. Los sacaban como buenamente podían, como eran los casos del frigorífico y la lavadora. La fregona con su cubo fue lo último que se depositó en el exterior. Hasta las ventanas de la cocina. Porque Verónica, en ese instante, no sabía dónde meter toda esa pila de enseres que, cual vehículo aparcado en línea, ocupaban una hipotética plaza de aparcamiento.
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Tras el desahucio, la representante legal del sindicato apuntaba a una de las procuradoras como la culpable de esta situación, pues, según indicaba, ha sido ella la que ha insistido en ejecutar el desahucio, sin querer llegar a un acuerdo para un alquiler social o a la venta de un tercero que estaba interesado.
Por su parte, Verónica, en unas escuetas palabras, reconocía encontrarse «mal» después de los hechos. «Me he vuelto con mi suegra», apuntaba mientras hablaba de su incertidumbre futuro. «Me gustaría recuperar esta casa. Tengo la ayuda del ingreso mínimo vital de unos 700 euros. Está cerca el colegio, que ya tiene adaptada la clase porque uno de mis hijos tiene una discapacidad del 35%», continuaba en bata, con zapatillas de andar por casa y el bolso cruzado antes de volver con su familia para custodiar los enseres en la vía pública.
Mientras todos esos acontecimientos sucedían, operarios de una empresa de seguridad se afanaban en arrastrar una puerta blindaba en mitad de la calle. Delante de Verónica y su familia atornillaron la misma a la pared para soldar con exactitud el marco. Se ponía coto a que la historia de okupación se repitiera. Con la ventana que daba al exterior, mismo 'modus operandi'.
Después, con más tranquilidad, la propia Verónica se acercó hasta los manifestantes para agradecer su presencia durante una mañana sombría.
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