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Desde el domingo pasado, en su casa no se pone la televisión, porque los nietos no saben nada de lo que le ha pasado a su abuelo «y tenían mucha relación con él». Lo cuenta Alicia, la menor de los cuatro hijos de ... José Antonio V. G., a la puerta de los juzgados de Angustias. Acaba de colgar el teléfono tras intentar hablar con su padre, que permanece hospitalizado en el Clínico siete días después de protagonizar un tiroteo en Delicias y ser reducido por los los GEO (Grupo Especial de Operaciones de la Policía Nacional). Ella está estupefacta y dice que la familia todavía no se cree «lo que pasó», que su padre se liara a pegar tiros con una de sus dos escopetas desde la terraza de su ático de la calle Embajadores y, tras fracasar el negociador, miembros del Grupo Especial de Operaciones de la Policía Nacional tuvieron que entrar en el domicilio. «Jamás habríamos imaginado que mi padre pudiera hacer algo así», señala. Sí reconoce que la relación del octogenario con un vecino del edificio, en el que residen 24 inquilinos, ha ido en barrena y se ha enconado considerablemente en «los últimos seis u ocho meses».
Pero, aunque la mala relación vecinal viene de tiempo atrás, puntualiza que su padre, José Antonio V. G., de 83 años y sin antecedentes penales hasta ahora, nunca ha sido denunciado aunque sí que se habían producido incidentes en el edificio, principalmente, «porque ese vecino ponía la música muy alta y a mi padre no le dejaba dormir». Explica que en el inmueble muchos de los que residen son personas mayores y tienen miedo de él, «pero hay quien le ha denunciado y han ganado los pleitos porque es una persona con la que no se puede convivir», apostilla, en defensa de su progenitor.
Insiste en que su padre no es un hombre violento y nunca ha tenido accesos de ira en familia. Señala que el jubilado vivía solo «y se apañaba bien» y que, salvo en este caso, por lo general se lleva bien con sus convecinos. Tal es así, subraya, que en las pasadas Navidades «le invitaron a cenar, lo que demuestra que no tenía problemas con el resto».
Señala que hasta que ocurrió el suceso no habían detectado en su padre ningún cambio en su comportamiento que les hiciera suponer que tenía problemas mentales. Pero, ¿qué le ocurrió para atrincherse durante cuatro horas con una escopeta de caza en su ático, desde donde disparó al aire? Alicia insiste en que su progenitor, que vivía solo desde hacía tiempo, «estaba bien de cabeza» y «se hacía cargo de todas sus cosas». Incluso había renovado el pasado febrero su licencia de caza. Su hija apunta a que estos dos meses de confinamiento en soledad por la epidemia del coronavirus han podido contribuir y obsesionarse hasta que ha estallado. «igual se encontró demasiado solo y ello, unido a que llevaba muchas noches sin poder dormir, aumentó su obsesión con el ruido».
Fue a Alicia a quien llamó la Policía para que les facilitara la copia de las llaves de la vivienda de su padre y poder acceder al interior para reducirle. Al final, el tirador resultó herido en un brazo al negarse a deponer el arma y tuvo que ser operado en el Clínico el mismo día de su detención. En el hospital continúa y ayer evolucionaba favorablemente, pero no como para poder ser trasladado al juzgado, donde ayer tenía que haber comparecido ante la jueza y a la que solo acudieron su abogado defensor y la representación legal.
La titular del Juzgado de Instrucción 6 de Valladolid, en funciones de guardia, dictaminó que cuando le den el alta hospitalaria ingrese en prisión provisional comunicada y sin fianza. Como ayer no fue posible tomarle declaración, la instructora ha fijado una nueva comparecencia para volver a intentarlo el próximo lunes. La causa contra V. G. está abierta por un delito de homicidio en grado de tentativa, ya que disparó en numerosas ocasiones a los policías que intentaron convencerle de que se entregara, primero, y luego a los agentes que le detuvieron, con los que protagonizó un intercambio de disparos.
Alicia lo único que quiere ahora es que le dejen ver a su padre en el hospital, algo que va a resultar difícil de conseguir a la defensa por las medidas de distancia social establecidas para combatir la covid y el hecho de que el hombre, con 83 años, es población de riesgo de alto contagio.
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