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«Vaya frío que hace», dijo Carlos San Segundo, hace más de quince años, en aquel coche que le llevaba junto a otros compañeros de Cáritas hasta Piñel de Abajo. Estaban, junto a él –por aquel entonces coordinador del centro de empleo– los responsables de ... los cursos de carpintería, soldadura, electricidad. Viajaban para levantar una pequeña estructura que diera cobijo durante el otoño e invierno a los temporeros llegados de otros países. «Vaya frío», comentó. Y aquellas palabras cambiaron su vida para siempre. En aquella expedición también estaba Jesús García Gallo, el antiguo director de Cáritas en Valladolid. «Ya podías mandarme a un sitio donde hiciera más calor», insistía Carlos. Y García Gallo recogió el guante:«Si quieres, a la selva».
Apenas unas semanas después, Carlos San Segundo (vallisoletano de Pajarillos, 1971) aterrizaba en la Amazonía ecuatoriana, en la región de Pastaza, en el vicariato apostólico de Puyo, para poner en marcha un proyecto de cooperación internacional que se ha convertido en finalista –junto a otras iniciativas de Ávila y de un conjunto de diócesis, entre ellas Valencia y Zaragoza– de un premio con el que Cáritas reconocerá las mejores iniciativas que se han puesto en marcha desde España como ejemplo de la «dimensión internacional de la caridad».
Un comité de expertos ha seleccionado los mejores programas y ahora son tres (entre ellos el impulsado desde Valladolid) los que se someten a una votación popular (en caritas.es/premiocaridaduniversal). El que antes del día 4 obtenga más votos recibirá 10.000 euros para seguir adelante con su labor.
«Nosotros trabajamos sobre todo con chicos de la calle, con chavales de entre 5 y 18 años que viven en los suburbios de la ciudad, en la mayor parte de los casos solos. Otros están con sus padres, con algún familiar. Pero la mayoría han sido objeto de todo tipo de maltrato (desde palizas hasta el sexual)», explica Carlos, quien puso en pie esta iniciativa junto con Alberto Díez, también trabajador de Cáritas en Valladolid.
El proyecto Encuentro trabaja con un programa de formación que permite ofrecer a estos chavales un futuro que les haga escapar de esos abusos y conseguir un trabajo para el futuro. Con aportaciones y cuestaciones celebradas en Valladolid se ha podido financiar esta acción (por ejemplo, con la construcción de escuela y comedor), para cuyo germen fue crucial el empeño del obispo de la zona, el misionero Rafael Cob, quien tiene raíces burgalesas y ha sido elegido recientemente presidente de Repam, la red eclesial panamazónica.
Carlos estuvo seis años allí. Hasta 2011. «El proyecto después ha seguido, con un efecto multiplicador impresionante. Se ha seguido acompañando a la gente, ahora con trabajadores locales». «Yo suelo ir cada año, pero desde diciembre de 2019 no me he podido acercar por la pandemia», indica. La zona en la que se interviene tiene una densidad de población bajísima. El 90% del territorio es selva virgen. Hay muchas comunidades (de entre 15 y 20 personas) que viven adentrándose en la Amazonía, donde hay que viajar durante horas en camioneta o canoa para llegar. «Se suelen acercar a la ciudad para el comercio, allí es donde están los órganos de Gobierno. Su forma de vida es la agricultura (sobre todo frutales: guayaba, banano)». En Cáritas han puesto en marcha proyectos de microcréditos y trueque para mejorar las economías de estas comunidades. Y toda esta acción puede verse ahora reconocida con un premio nacional.
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