Villalar en 1979: la foto emblemática que explica las tensiones de la Transición
Rafael R. Tranche, catedrático de Comunicación Audiovisual, selecciona una instantánea tomada por Guillermo Armengol en el pueblo vallisoletano para ilustrar un libro sobre las imágenes emblemáticas de aquel periodo histórico
Hay varias imágenes en aquel carrete de 36 (marca Kodak Safety Film) que el fotoperiodista Guillermo Armengol llenó el 29 de abril de 1979 durante ... su visita a las celebraciones de Villalar. En algunas puede verse a un tipo que, con abrigo y guitarra, acompaña a otro hombre que da palmas al compás. En otras hay un grupo de personas que caminan detrás de alguien con barba y megáfono. Hay fotos de tumultos y banderas, de un coche que se acerca y pronto se descubre que es de la Guardia Civil, de grupitos cada vez más numerosos en la plaza del pueblo. Y entre todas esas imágenes, hay una que será portada de 'El País' y que se convertirá, años después, de una de las instantáneas elegidas para ilustrar 'Instantes para la historia de la Transición', un libro en el que Rafael R. Tranche, catedrático de Comunicación Audiovisual en la Universidad Complutense de Madrid, selecciona aquellas fotografías que, por su calidad (periodística, artística, documental) han trascendido al instante concreto para convertirse en emblema de un periodo trascendental en la historia de España. Y una de esas imágenes se tomó el 29 de abril de 1979 en Villalar de los Comuneros, provincia de Valladolid.

-
Instantes para la historia de la Transición. Rafael R. Tranche
-
Cátedra 324 páginas. 25,95 euros.
La fotografía se hizo aquel día por la tarde, cuando un grupo de manifestantes se acercó al Ayuntamiento de la localidad con la intención de sustituir la bandera española por la republicana. Lo contó la periodista Maribel Rodicio en las páginas de El Norte de Castilla (en su edición del martes 1 de mayo porque el lunes no hubo periódico). «Sobre las cinco, un grupo de unas trescientas personas, con banderas republicanas, se dirigió desde la campa hasta la Plaza Mayor», relataba en su texto la cronista de El Norte.
«Su intención era sustituir la bandera nacional que ondeaba en el balcón del Ayuntamiento por una tricolor. La Guardia Civil, que había permanecido dentro de la Casa Consistorial todo el día, impidió la acción. Los manifestantes comenzaron a arrojar piedras y palos hacia la fachada del Ayuntamiento y fueron avisadas fuerzas de la Policía Nacional que, con botes de humo, disolvieron a los manifestantes». A tres metros de esa escena, con su cámara y un objetivo angular de 22 milímetros, estaba Armengol, listo para captar el momento. El carrete desvela que la foto que finalmente fue publicada en prensa vivió un pequeño reencuadre, una labor de edición que eliminó los bordes para acercarse más a la acción.

«Todo el conjunto tiene un aire de friso, de galería de personajes colocados para que nuestra mirada los recorra de extremo a extremo», explica Tranche, convencido de que esta es una fotografía que trasciende a esos incidentes concretos que se vivieron en Villalar. «Es una imagen muy emblemática de esos momentos en los que la tensión en la calle era constante». «Armengol tuvo muy buena intuición al pensar que esa celebración en Villalar (que reunió a cien mil personas, según la prensa de la época) podía ser conflictiva», cuenta Tranche. Y el fotógrafo buscó un momento que reflejara ese conflicto. El resultado es esta foto donde «más que un acto de agresión, se ve el enfrentamiento entre las fuerzas del orden público y los manifestantes. Esa tensión, esa violencia que está a punto de estallar (y finalmente no estalla) está en la foto». Y eso, explica Tranche, hace que la foto trascienda la escena para convertirse en símbolo de la Transición. «La foto supera lo meramente local y autonómico porque se eleva a portada de un diario nacional. Y eso tiene un valor simbólico, de enfrentamiento entre las nuevas fuerzas democráficas y el orden tradicional que todavía estaba anclado en el franquismo. Esa imagen lo representa de forma muy vívida, con los jóvenes manifestantes y el vetusto guardia civil».

Esta estampa de Villalar se suma a otras fotografías emblemáticas que han quedado incrustadas como memoria de la Transición. Como esa en la que Alfonso Guerra y Felipe González saludan desde el balcón del Palace. O esa otra de Tejero, con la pistola en una mano y la otra en alto, desde la tribuna de oradores del Congreso el 23-F. «Hay imágenes que han contado los grandes acontecimientos de la Transición y, de alguna manera, han forjado la identidad visual de todos aquellos años», asegura Tranche, que en su libro recupera muchas de estas imágenes, con una calidad que no pudieron disfrutar los lectores de la época. «El universo visual de la Transición está asociado al blanco y negro por la inexistencia de la reproducción en color en los diarios y el uso limitado y selectivo de las revistas. Además, la mala reproducción de las imágenes en los periódicos de la época supuso que muchas fotos quedaran reducidas a simple ilustración del texto, sin que pudiera apreciarse su valor». Que lo tenía. Y mucho.

«El fotoperiodismo se convirtió en cronista privilegiado de ese momento: se vivía una eclosión de medios, había una generación novel de fotoperiodistas y existía una autoconciencia sobre la capacidad testimonial de las imágenes», explica Tranche. A esto se une la «desaparición gradual de la censura» y cómo «la fotografía informativa alcanzó una preponderancia especial frente al medio televisivo, todavía anclado en un sistema de producción de noticias en soporte cine, en régimen de monopolio (TVE) y bajo una estricta vigilancia gubernamental». Frente a esto, estaban los fotoperiodistas y su ojo atento a la realidad. Algunas de sus fotos, con el tiempo, han adquirido todavía más valor.
«Muchos de estos profesionales sienten o han vivido una especie de menosprecio hacia su trabajo, desde el punto de vista artístico y creativo, como si la fotografía de prensa fuera de segunda categoría. Y este libro también reivindica ese valor. En los últimos años, desde el ámbito museístico, se ha empezado a recuperar esta fotografía por el enorme valor documental que tiene. En ocasiones, es el único testimonio visual que tenemos de un momento decisivo. Pero, además, muchos de estos fotógrafos tienen una gran capacidad artística. No solo se preocupan por fijar la noticia, sino por hacer que sea una imagen duradera en el tiempo, que es lo que, en definitiva, caracteriza a una obra de arte: que a medida que pase el tiempo, la imagen no pierda valor, sino que, al contrario, lo gane».
Noticias relacionadas
El libro recupera varias de estas imágenes, aprovechadas por el autor para hilar una historia de la Transición que se fija en el activismo vecinal, la recuperación de la calle como espacio público, el terrorismo, el 23-F o el nuevo papel del parlamento («como maquinaria de producción de leyes, pero también como presentación de líderes políticos»).
¿Y ahora? ¿Qué ocurre ahora? ¿Se podría preparar dentro de unos años un libro así, que contara nuestro presente a través de fotografías emblemáticas? «Ha cambiado por completo el panorama. El problema ahora es que hay demasiadas imágenes y es más difícil detectar las que son sugerentes, potentes, las que son capaces de retratar las situaciones críticas. Ahora el exceso es lo que nos impide ver». Pero, al mismo tiempo, hay imágenes que, por motivos mil, se convierten en virales y todo el mundo comparte. Será el tiempo el que determine cuáles de esas imágenes de hoy servirán en un futuro para explicar nuestro presente.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.