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Lomos, jijas, chorizos, salchichones, morcillas, jamones, salchichas, torreznos o chichurro son solo algunas de las sabrosas viandas que llenaban la despensa para todo el año ... tras llevarse a cabo la tradicional matanza del cerdo. Un rito tradicional de la cultura rural que este viernes la localidad de Villabrágima, como cada 6 de diciembre, volvió a convertir en el motivo de una jornada festiva con la sexta edición de su particular Jornada de la Matanza, que de nuevo organizó el Ayuntamiento de la localidad con participación de cientos de personas, entre vecinos y visitantes.
La actividad arrancó a media mañana en la plaza Mayor con el quemado, raspado, sacado de vísceras y destazado, que corrió a cargo del carnicero local Cecilio Yáñez `Ceci´, ayudado por Jorge Villa, Ángel Alonso, Alfonso García, Juan Carlos Lobato y el concejal Roberto Martín, quien volvió a comentar cada uno de los pasos del rito con gran interés para jóvenes y pequeños en uno de los objetivos de la actividad. Más tarde se llevó a cabo la elaboración de embutidos. A sus 47 años, Cecilio Yáñez recordó que se inició en el oficio hace cuatro décadas, con unos seis años, con un cuchillo de cocina, junto a su abuela Esther Herrero, conocida como Polda. Ceci destacó que «es muy importante que la tradición no se pierda».
Más tarde, los asistentes pudieron degustar más de 700 raciones jijas con huevo frito y limonada o vino, por un precio de 5 euros, cuya recaudación se va a destinar a los damnificados de la DANA de Valencia, junto a una mensualidad del sueldo de alcalde, Víctor Arce, y teniente de alcalde, Eduardo Sahagún, y lo que se haya ingresado en una cuenta corriente que se habilitó para la ocasión. La joven concejala Lidia Lobato, muy atenta al desarrollo de la actividad y colaborando en algunas labores, explicó que la idea es ponerse contacto con algunos municipios afectados y «poder destinar la ayuda en las necesidades que nos digan». Respecto a la Jornada de la Matanza, Lobato destacó «la importancia de transmitir la tradición a los más pequeños en un pueblo en el que hubo hasta seis carnicerías, de las que quedan tres», a la vez que señaló que «la actividad sirve para dinamizar la vida del pueblo, pero también como atractivo turístico para atraer visitantes que ayuden al desarrollo local».
Los dulzaineros Zarabandos de Tordehumos amenizaron la fiesta, gracias al patrocinio de los bares del pueblo, que ofrecieron postres variados a un módico precio. Durante la jornada, se sortearon dos medios marranos y dos jamones. La carnicería El Arco, las asociaciones de la localidad y un buen número de vecinos colaboraron en la iniciativa, entre las que se encontraba un grupo de mujeres encargadas de freír 350 kilos de jijas y muchas docenas de huevos. La veterana vecina Milagros Domínguez recordó los días de matanza de su infancia, que tenían lugar por San Antón, en un día en el que «era tradicional comer la chanfaina con el hígado y la sangre del cerdo y cebolla».
Esta Fiesta de la Matanza se ha convertido en un motivo de encuentro para los vecinos de la localidad y en atractivo turístico para muchos otros que quieren conocer de cerca el ritual de la matanza tradicional de los pueblos de la comarca. Entre los visitantes, se encontraba el presidente de la Asociación de Empresarios de Medina de Rioseco y Comarca, Francisco de la Iglesia, quien aplaudió la iniciativa porque «esta tradición es marca de nuestra comarca, de Tierra de Campos». De la Iglesia, que estaba acompañado de sus hijos, sobrinos y otros familiares, valoró muy positivamente el que «los niños sepan lo que se ha hecho toda la vida, de donde vienen algunos alimentos y cuál es su proceso antes de llegar a la mesa», en una tradición que «no se puede perder».
En su magnífico libro Camino olvidado, completo estudio antropológico-social del ámbito rural en la denominada Tierra de Campos, centrándose en Villabrágima, el etnógrafo e historiador local Modesto Martín Cebrián expresa que «el cerdo ha jugado un papel importante en la subsistencia diaria de los habitantes de Villabrágima, de manera que era habitual que en todas las viviendas de la población se criaran uno o dos cerdos para el consumo local». Respecto a la matanza, explica que «era un día especial, tanto para los niños, que no acudían a la escuela, como para los mayores, los hombres, para ayudar a sacrificar el cerdo, y las mujeres, para ayudar a hacer el mondogo, convirtiéndose este sacrificio en un rito social con la participación de parientes y amigos»
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