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El Archiperrero, un juglar de Valladolid para llevar el folklore a los pueblosSantiago Manzano Díez, más conocido como El Archiperrero, es un personaje tan entrañable como curioso. Pintor de profesión, presume de ser de Villaverde de Medina ( ... Valladolid) y se define a sí mismo como «un juglar y buhonero de la época actual». Su sabiduría y vitalidad nos trasladan a tiempos antiguos mientras hilvana el presente con los estrambóticos y curiosísimos artilugios musicales que él mismo elabora.
El taller que tiene en su pueblo es su refugio. Es su rincón favorito en el mundo, donde dedica su vida y sus hábiles manos a construir archiperres musicales, como él mismo les llama. Carajillos, hueseras, cuernos, mirlitones, castañuelas, zambombas, carracas... su imaginación no tiene límites y con todos ellos, consigue crear melodías únicas y sonidos tan inusitados, como su propia personalidad. Es un artista de la vida, capaz de transformar lo ordinario en extraordinario.
Al escucharle hablar, uno se da cuenta de que es un ferviente amante del refranero español, al que recurre a menudo como si fueran píldoras de sabiduría popular. Siempre tiene, además, una copla con la que rematar una buena conversación. «La música tradicional siempre me ha gustado y me intento mover por estos ambientes, donde tengo grandes amigos de los que siempre aprendo. Al final, lo principal es compartir y empaparte de lo bueno que hace el resto. En ocasiones saco al escenario instrumentos que han hecho amigos míos y los menciono, porque creo que lo mejor de la cultura es compartirla, no quedársela para uno mismo«, comenta.
Santiago Manzano Díez, 'El Archiperrero'
Pintor y músico
Su taller es un gran museo sonoro, donde cada instrumento cuenta una historia y cada melodía nos traslada a tiempos muy remotos. El Archiperrero es un guardián de la tradición. Un embajador de la cultura y el folclore que despierta la curiosidad y la admiración por donde quiera que va. Lo que le hace único es su habilidad para conectar con la gente a través de la música y las historias. No solo es un virtuoso en la ejecución de los archiperres, sino que también es un hábil narrador de cuentos, recitador de poemas y cantante coplillas tradicionales. Lleva años recorriendo toda la geografía española, con su boina, su zurrón y un gran repertorio que abarca desde las melodías más antiguas transmitidas de generación en generación, hasta ripios que él mismo se inventa en los ratos de duermevela.
Es un contador de historias nato, capaz de transportar a su audiencia tiempos de antaño. «Cuando me voy a la cama empiezo a darle vueltas a la cabeza y es cuando más ideas se me ocurren. Hago los instrumentos en mis ratos libres y luego, todo lo que hago y aprendo, lo cuento en el escenario, donde me lo paso bomba. Al público le cuento la historia de cada instrumento y archiperre, hago demostraciones y, entre medias, canto coplas y recito. Todos se quedan embelesados», indica este juglar moderno.
Presume de tener su propia canción, escrita y dedicada por el poeta, trovador y coplero Enrique Sabaté. «Soy una persona sencilla y humilde. Trabajo en un taller de pintura y mi vida son mi familia y mis archiperres. A veces me da por pensar que soy como el Quijote, un soñador que desafiaba a los molinos de viento», reconoce. Y es que El Archiperrero, al igual que el hidalgo cervantino, se sumerge en un mundo propio, aunque el suyo esté lleno de artilugios estrambóticos y notas musicales.
El instrumento por el que más se le conoce es por la huesera, también llamada ginebra o arrabel. Las fabrica con huesos de metacarpiano de cordero. «Es un instrumento pastoril de percusión frotada mediante castañuelas. Tengo que aclarar que jamás he matado un solo animal para hacer estos instrumentos. Los consigo a través de carnicerías y el proceso de limpieza es muy laborioso. He sido el mayor fabricante de hueseras de la Península Ibérica. Ahora sólo lo hago para las exhibiciones», dice mientras las frota y las hace sonar. También ha inventado la 'archicarraca', una especie de carraca con huesos también de lechazo. «Este instrumento ha sido tocado hasta en tres ocasiones en una gran procesión de Semana Santa de Valladolid. Para mí es un orgullo muy grande», prosigue mientras hace girar la manivela y los huesos comienzan a chirriar.
Otra de sus creaciones favoritas es un archiperre que ha llamado 'berrófono' ya que imita el sonido de la berrea. Lo ha elaborado con una caña de bambú de gran grosor, rematada con la funda de un cuerno de toro que hace las veces de amplificador y está adornado con una piel y un astado de ciervo. También hace palos de lluvia que rellena con lentejas de la Armuña, o perdigones. Su imaginación no tiene límites.
Otro instrumento que causa furor entre su público, es la quijada. Se trata de la mandíbula inferior de un equino que, sabiéndola tocar, emite un sonido seco y muy tosco. «La primera vez que vi este instrumento fue al músico Lucho Pérez, de Hispanoamérica. Allí son muy típicas. El proceso de elaboración no es muy agradable. Hay que hervirlas y luego dejarlas secar. Suelo utilizar técnicas lo más naturales posible y por eso, en verano yo las suelo poner sobre un hormiguero para que las hormigas se coman los restos orgánicos y dejen las quijadas completamente limpias, de esta manera, los molares se aflojan y al percutirlas suena un castañeteo muy característico», explica El Archiperrero.
El cuerno, un instrumento de la familia de los aerófonos, es uno de sus favoritos. «Hice un archiperre con dos cuernos que me regaló una señora de Medina del Campo. Me dijo que eran de un toro que había matado Jesulín de Ubrique. Tiene un sonido muy compacto», dice orgulloso antes de soplar. Y efectivamente su sonido es profundo y muy característico.
Nos despedimos de este custodio de la tradición y el folclore mientras hace sonar una enorme zambomba que ha elaborado con una tubería y una piel de oveja. Su sonido es atronador. «Las zambombas se asocian a la navidad, pero en realidad, antaño se tocaban en época de vendimia», aclara. Y es que con El Archiperrero, uno no deja nunca de aprender.
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