«Atípico», simple, sin emoción y con disgusto final. El festejo taurino del Toro de la Vega ha dejado fríos a los vecinos de Tordesillas y alrededores debido a la tranquilidad de un 'Mirabajo' que hasta la entrada a la vega no ha arrancado ... a correr, aunque levemente: «Baja andando, pero andando, andando», recalcaba el 'speaker' por la megafonía durante los más de 25 minutos en los que este astado de 550 kilos se ha paseado por el recorrido, dándose la vuelta en varias ocasiones y quedándose parado en otras.
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Las críticas no tardaban en llegar entre los presentes en la calle San Antolín y Empedrado, que esperaban «algo más de emoción en el toro». Precisamente en esa zona, que se empezaba a llenar de aficionados casi una hora antes del encierro, 'Mirabajo' ha permanecido durante 10 minutos, algo desorientado y quieto, pese a que arremetía levemente contra las talanqueras.
María Jesús, de 53 años, observaba al Toro de la Vega a los pies de la escultura de la Infanta Juana y afirmaba, al paso del animal por la calle Empredrado, que era «algo inusual que el toro se quede parado y baje hasta el puente andando cuando, además, es rampa. Es una pena». Charo y Belén, dos amigas de Tordesillas seguidoras de los eventos taurinos, tildaron de «vergonzoso» el desarrollo del festejo. «Vaya soso, no tiene ganas ni de andar», consideraron.
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No ha sido hasta pasados 25 minutos cuando el Toro de la Vega ha llegado a la vega que da nombre al festejo, donde ha comenzado con varias embestidas hasta que ha roto una de las talanqueras, provocando el grito de todos los espectadores que aguardaban el final del encierro a los pies del Museo de San Antolín. «El toro se ha escapado», es lo primero que rompía el silencio a través de la megafonía instalada a lo largo del recorrido. Después solo gritos, suspiros y más de un «madre mía». Alguno, incluso, descolgaba el teléfono con la esperanza de que su familiar estuviese a buen recaudo.
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Todas las alarmas saltaban cuando el 'speaker' pedía por megafonía que «Cruz Roja acudiera con una ambulancia». «Ay madre, qué miedo», comentaba una madre que agarraba a su hija con fuerza pese a que la escapada se había producido a casi un kilómetro de distancia. Momentos de pánico, miedo e incertidumbre que parecían amainar con el anuncio del final del encierro, justo cuando la Plaza Mayor de Tordesillas comenzaba a llenarse de ambiente.
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