Siete Iglesias de Trabancos, un pueblo único

El amor que siento por Siete Iglesias de Trabancos, pueblo del que es mi familia, me llevó a decidir vivir aquí, a pesar de haber nacido en Bilbao. Desde pequeña, este municipio ha sido todo para mí, de ahí, también, que decidiera presentarme a las elecciones, para poder intentar colaborar de manera activa en que el pueblo tenga un futuro mejor y ayudar en aquello que esté en mi mano, como he intentado hacer siempre.

En este intento, a lo largo del último mandato, hemos llevado a cabo distintas acciones con las que creíamos que podíamos mejorar la vida de nuestros vecinos. Así, hemos realizado obras importantes como el cambio de la tubería que va desde la captación al depósito de agua y hemos arreglado un parque infantil, además de realizar dos más, uno de ellos, en el patio del colegio. También hemos apostado por la eficiencia energética, cambiando todas las luminarias del pueblo por LED, y hemos adecuado la guardería a los nuevos tiempos, de tal modo que los niños que en ella se encuentran tienen una mayor comodidad, para la mayor tranquilidad de sus padres.

Durante la pandemia, Siete Iglesias de Trabancos demostró ser un pueblo único, que es como una gran familia, y que aquí la unión entre los vecinos es especial. Cuando hace falta, como se vio en esos momentos, pero también después del confinamiento, aquí, cuando alguien necesita algo, enseguida se encuentra la mano extendida de un vecino dispuesto a ayudar. Esto, para mí, es uno de los grandes valores que tenemos en el pueblo, y, por suerte, es algo que ha empezado a comprobar quien comprendió en esos tiempos duros pasados que la calidad de vida que tenemos en los pueblos supera a la de las ciudades. No es fruto del azar, tampoco, que cada vez que llega el verano, que hay un puente, que es Navidad o hay otras festividades, todo el mundo esté deseando venir a vernos. Eso demuestra que Siete Iglesias de Trabancos es sinónimo de sonreír.

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