Como un defensa de los de antes al fino gambeteador en el área. O como el que al aparcar golpea a otro coche. «Pero si solo te he rozado», podría haberle dicho el morlaco al aficionado despistado en la plaza del Coso de Peñafiel en ... el día grande de la Virgen, según reflejan las fotografías del ojo siempre atento y bien entrenado de Agapito Ojosnegros. Y es que a estas alturas olvidarse de que la mayor singularidad de los encierros en la villa junto al Duratón es que, además de los más convencionales toros por dentro hay también toros por fuera a punto ha estado de costarle caro. Suerte de que el toro estaba en sus cosas y apenas le ha tocado y no ha hecho hilo con él. Si no, el recuerdo del despiste habría quedado en un buen golpe cuando no en algo mucho peor.
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Los toros en directo tienen mucha emoción, pero que a uno se le vaya el santo al cielo no es aconsejable nunca. Porque lo de que el roce hace el cariño se inventó en otro tipo de relaciones, no en la de amantes del toro y reses bravas. Ahí, mejor cuanto más lejos
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