Joaquina Dueñas
Marbella (Málaga)
Martes, 31 de enero 2023, 09:02
Cada mañana, Sara Blanco se levanta y hace un repaso a la prensa en su tablet para ponerse al día. Luego, da una vuelta por su perfil de Instagram para ver qué tal ha ido. Algo que sería la rutina de una influencer más del ... panorama digital si no fuera porque tiene 91 años y padece Parkinson desde hace años. La vida de Sara, desde Cogeces de Íscar, el pequeño pueblo de Valladolid en el que nació, hasta su residencia actual en Marbella ha estado lleno de aventuras que ella ha afrontado «sin miedo», como narra el Diario Sur.
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«Tengo temblores esenciales en las manos desde hace 40 años o más pero me diagnosticaron Parkinson hace unos diez», explica. Incluso ha sido imagen de la Asociación Nacional del Parkinson de Estados Unidos, que instaló una fotografía suya en la sede de Los Ángeles.
Todo comenzó durante la pandemia. Se trasladó con dos de sus hijas a Los Ángeles. «Allí me vi sin entender el idioma y ellas trabajando así que me dediqué a leer, pero solo eso no era suficiente», recuerda. Entonces, una amiga íntima de las hijas les sugirió que le abrieran una cuenta en Instagram. «Y así empezó todo», dice.
«Empezamos haciendo cocina», explica, de ahí el nombre de la cuenta, Sara is in de kitchen (Sara está en la cocina), combinado con moda. «Subía a diario lo que hacía para comer. Por la mañana la comida y por la tarde la moda», relata. «Cocido, paella, croquetas y todo tipo de guisos que yo hacía», enumera y sorprende con lo que más ha gustado entre su público estadounidense, las sopas de ajo, que ha degustado incluso el que fuera presidente de la 20th Century Fox, Lawrence Gordon. Todo mostrándose tal como es, sin ocultar los temblores de sus manos.
Esta actividad que comenzó como un mero divertimento, se ha convertido un proyecto de vida que sirve de inspiración para jóvenes y mayores, de los que recibe afectuosos mensajes. Incluso ha tenido algún que otro pretendiente.
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A sus más de 90 años se siente florecer. «En mi interior yo tenía algo que necesitaba que explotara y me encuentro muy cómoda con todo esto. Parece que lo he vivido toda mi vida», asegura. «Lo estoy viviendo con toda la naturalidad del mundo, no me sorprende nada y espero más», sonríe.
Y es que, después de una vida entregada a la crianza de sus siete hijos (tuvo ocho, pero el primero falleció prematuramente por muerte súbita) y a atender las empresas familiares junto a su marido, ahora es cuando está viviendo su vida. «Yo esperaba algo en la vida de mí, principalmente. Siempre me he expresado a través de la creatividad y sabía que este momento iba a llegar», manifiesta.
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Sus hijas Beatriz, Belén y Sara fueron las componentes del popular grupo de los 90 Greta y los Garbo. Con ellas comenzó su incursión en el mundo artístico, acompañándolas y apoyándolas en su carrera. Ahora son ellas la que respaldan a su madre en su nueva faceta como influencer. Sara reconoce que todo lo que le está pasando está siendo «una experiencia muy positiva», incluso «curativa», apostilla su hija Beatriz.
Convivir con la enfermedad no es fácil para ella, pero tampoco para la familia. Son continuas las visitas al neurólogo y la medicación es bastante fuerte. A pesar de eso, Sara mantiene su empuje: «Haz proyectos y aunque no se cumplan, sigue haciéndolos porque alguno se cumplirá. Eso te mantiene viva». Y predica con el ejemplo. Entre sus nuevas ideas, la creación de una línea de aceites y de vino blanco para exportar a Estados Unidos, publicar un libro de recetas o hacer una película. Pero Sara lo tiene claro y apremia a su familia porque «no tengo tanto tiempo», reconoce.
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Sus ojos han contemplado casi un siglo de historia repleto de innovaciones. «Me adapto a todo y quiero futuro. Todo lo que sale me encanta. Me gusta el futuro, no el pasado», cuenta si bien matiza que «ha sido una trayectoria de vida muy bonita».
Por eso anima a los jóvenes desesperanzados que les ha tocado vivir un mundo cambiante: «Lo primero que tienen que hacer es estudiar, prepararse para la vida y no tener miedo». «Les toca vivir una época mala pero tienen que ser fuertes, seguir adelante y afrontar todas las vicisitudes que se presentan en la vida para todo el mundo jóvenes, medianos y mayores, porque para los mayores también hay problemas de todo tipo».
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«Me manifiesto de esta manera para que podáis entender que la vida es sobreponerse a todo», afirma. «La enfermedad sé que está ahí pero no me interrumpe para mi vida. Solo le digo, despacio, despacio, dame tiempo», subraya. Y es que todavía le queda mucho por hacer.
Un mensaje que hace extensivo a sus compañeros de generación: «Sal a la calle y disfruta de todo. Yo cojo mi andador y salgo sola. Me voy a tomar un café, a dar un paseo, hago la compra... Igual pueden hacer ellos. Si tienen enfermedad, como si no la tienen». «Es una pena como está la situación de los mayores», lamenta. «Hay muchas personas mayores que están asomadas al balcón y no bajan a la calle y es una pena. Hay que mezclarse con andadores, sin andadores. Hay que salir a la calle y participar de la vida», alienta.
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