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Las casas son el componente físico más importante de un pueblo, son las que le dan sentido, las que guardan la memoria de sus vecinos. Sin ellas no hay vecinos ni pueblo. Una certeza detrás de la que se encuentra la reciente iniciativa del Ayuntamiento de Santervás de Campos para llevar a cabo, desde el pasado mes de julio, un catálogo de todas las casas, edificaciones y solares de la localidad «con la intención de que generaciones venideras puedan consultarlo y no se pierdan datos que, a día de hoy, recopilemos entre todos con la ayuda de nuestros mayores», según encabeza la ficha que se ha hecho llegar a todos los vecinos para la recogida de información.
La dirección, el propietario actual, el año de construcción, los materiales utilizados, las peculiaridades respecto a plantas, si tiene patio, corral, pozo, bodega, silo, panera, pajar o palomar, las generaciones conocidas que han morado en la casa, las posibles incidencia en cuanto incendios, derrumbes, abandonos o inundaciones, y las notas que se quieran añadir, son los datos que se piden en la ficha. Una información que, junto a la recopilación de fotografías antiguas, tiene su mejor complemento en el testimonio de los veteranos vecinos Constancio Baeza, Valentín Martínez, Manuel Agúndez y Santiago Baeza.
El alcalde de la localidad, Santiago Baeza, señaló que «el objetivo es recuperar la memoria colectiva para que las generaciones vendieras puedan saber cómo era Santervás en el pasado más lejano y más cercano». En este sentido, destacó que se trata de «un homenaje a todos los que alguna vez vivieron en el pueblo para que no caigan en el olvido», porque «la vida del pueblo es la de sus gentes, sus casas, sus tradiciones, sus oficios o sus devociones».
La pretensión es «subir a la red la información y seguir ampliándola, porque esto no es algo cerrado, está abierto a seguir creciendo». Además, en cada casa se colocará un código QR con la información, que también se plasmará en el plano del pueblo que va a realizar el arquitecto municipal, Ismael Agúndez.
El Ayuntamiento santervaseño ha confiado la elaboración del catálogo a la leonesa de Mercedes Martínez, quien, aunque no es vecina, son ya 18 años los que tiene relación con una localidad a la que llegó de la mano del sacerdote local Alejandro Ovelleiro 'Jano' por eso lamentó su fallecimiento en el mes de febrero, «porque ahora habría sido de gran ayuda. 'Jano' vivió el pueblo y su gente». Martínez explicó la gran cantidad de información que está saliendo a la luz de los 278 inmuebles catalogados.
De esta manera, se ha recuperado la memoria de las 12 viviendas que se construyeron nuevas, tras los estragos producidos por la riada del río Valderaduey en el año 1959; de cómo en el actual Ayuntamiento estuvo antes la panera de don Manolo y el estanco de Morata; de los secretos de la casona de la plaza Juan Ponce de León, que se cree habría pertenecido al conde de Catres, que fue en otros tiempos ayuntamiento y calabozo... De hecho, uno de sus actuales propietarios, Constancio Baeza, recuerda que en una habitación había en las paredes escritos de los presos.
Mercedes Martínez destaca la buena colaboración de los vecinos, a pesar de que también haya quien ve con recelo la iniciativa por creer que los datos sean para el catastro. Además, señala la información transversal que está apareciendo y que da pie a abrirse en la investigación nuevos caminos, como la relación de los sacerdotes, médicos, alcaldes y concejales que ha tenido el municipio, pero también los oficios que llenaban sus calles o los distintos bailes y bares en los que divertirse, «en un pueblo que tuvo mucha vida».
La realización del catálogo ha sido el motivo para recordar las fábrica de chocolate o de gaseosos que tuvo la localidad; conocer la casa de San Roque y su pozo, de cuya agua se hacía beber a los niños en la procesión, porque se decía que allí había bebido el santo; saber también que la calle Corcobada se conoce como Cleto, por el nombre de un vecino que tenía un ultramarino en el que vendía arenques y vino; o para no olvidar la gran cantidad de hornos para cocer el pan que había en Santervás. En definitiva, para tener la certeza de que a los vecinos de un pueblo les unen los recuerdos de toda una vida en una secreta memoria colectiva.
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